​La vitamina C se ha considerado durante décadas una gran aliada para prevenir resfriados. Es antioxidante y ayuda también a fijar el hierro. Pero además, esta vitamina hidrosoluble, frecuente en la naturaleza en múltiples alimentos, podría ser una gran aliada contra algunos tipos de cáncer.

Así lo demuestra una investigación que han llevado cabo el Departamento de Oncología Traslacional de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid y su Instituto de Investigación Sanitaria (IIS-FJD), con el apoyo de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, que muestra los beneficios de este nutriente a la hora de reducir la resistencia de algunos tumores a la quimioterapia.

En la actualidad, este es el mayor obstáculo al que se enfrenta la Oncología de cara a encontrar tratamientos que supongan una verdadera progresión en las estadísticas de curación y en la reducción de la mortalidad por cáncer.

Resistencia y mutaciones

Aproximadamente el 50% de los tumores colorrectales y el 90% de los pancreáticos presentan quimiorresistencia a las terapias convencionales, lo que hace que las opciones terapéuticas sean muy limitadas.

Esa resistencia viene dada por diferentes mutaciones, como la del gen KRAS, que se presenta en el 30-50 por ciento de los casos de cáncer colorrectal, o las del gen BRAF, que se dan en el 5-15 por ciento de los carcinomas de colon y recto.

La mayor parte de estos tumores, además, comparten el rasgo de un metabolismo hipóxico o “‘metabolismo de warburg’, que está asociado a una utilización de la glucosa como fuente de energía en detrimento de la mitocondria, que es el orgánulo celular donde se produce la mayor parte de energía en tejidos sanos”, explica el Dr. Óscar Aguilera, científico investigador senior del Departamento de Oncología Traslacional de OncoHealth, el instituto oncológico que dirige el Dr. Jesús García-Foncillas.

Aunque para abordar la enfermedad se emplean diferentes esquemas de quimioterapia, en los casos en los que existen esas mutaciones “no hay expectativas demasiado alentadoras en cuanto a la supervivencia o calidad de vida del paciente”, reconoce este especialista.

Dr. Óscar Aguilera

A esto se añade que todas las nuevas terapias dirigidas a KRAS han fracasado en ensayos clínicos, por lo que se la considera una proteína imposible de atacar farmacológicamente.

Los pacientes afectados por este problema tienen mal pronóstico y su supervivencia estimada es de tan solo 17,2 meses.

Reducir la resistencia con vitamina C

De ahí que este estudio molecular, que ha sido publicado en Theranostics, revista científica de alto impacto con vocación traslacional que destaca entre las mejores de su campo, resulte de gran interés “tanto para investigadores biomédicos como para oncólogos y personal sanitario especializado e implicado en el diagnóstico y manejo clínico del cáncer”, explica por su parte la Dra. Aiora Cenigaonandia, participante en la investigación y colega de departamento en OncoHealth y el IIS-FJD.

“La vitamina C reduce la resistencia del tumor a las terapias convencionales mediante la modulación del metabolismo aberrante, lo que podría aumentar notablemente la esperanza de vida de los pacientes y mejorar su calidad de vida”, relata el Dr. Aguilera.

Este antioxidante “es capaz de inhibir las vías hipóxicas y revertir el metabolismo tumoral dirigiéndolo hacia un metabolismo cuasi normal”, precisa, subrayando que esto significa que en la propia naturaleza se pueden encontrar moléculas cuyas propiedades pueden ayudar enormemente en la lucha contra el cáncer.

La investigación, que lleva por título ‘La vitamina C activa el enzima piruvato deshidrogenasa (PDH) y hace diana en el ciclo del ácido tricarboxílico (TCA) mitocondrial en el cáncer de colon hipóxico con mutación en el gen KRAS’, supone, por tanto, una ventana de esperanza de cara al futuro.

“Creemos que nuestro estudio puede animar a las grandes empresas farmacéuticas y laboratorios de investigación oncológica a volver sus ojos al estudio biomédico de estas moléculas favoreciendo, de este modo, un abordaje integral en la lucha contra esta enfermedad”, resalta este investigador.

Hay que tener en cuenta, además, que la vitamina C, aunque se administre en grandes dosis, apenas tiene efectos secundarios graves, por lo que podrían realizarse ensayos clínicos con pacientes en combinación con diversas moléculas farmacéuticas de interés”, apunta.

Ahora, a este equipo le gustaría examinar en profundidad las alteraciones metabólicas presentes en este tipo de tumores y estudiar si dosis farmacológicas de vitamina C podrían también ejercer una función regulatoria sobre las mismas, sensibilizando los tumores a la terapia y mejorando de este modo el tiempo de supervivencia o, “por qué no, aumentando la tasa de curación”, concluye el Dr. Aguilera.