Hay que reconocer que una de las palabras estrellas de esta pandemia ha sido, al margen de las de contenido médico,teletrabajo. Hemos llamado teletrabajo a lo que era tal y también a lo que no era, esto es, lo que llamábamos toda la vida llevarnos el trabajo a casa.

Poca gente se ha atrevido a llamarle teleescalvitud o, al menos telecondena, por no ponernos demasiado radicales. Pero algo de eso hay. Cuando empiezan a decir que el teletrabajo ha venido para quedarse, algo huele mal. Y las intuiciones en este tipo de coas no suelen fallar.

Es curioso que el teletrabajo, que en teoría nacía para cubrir las necesidades de conciliación en algunas empresas, pueda acabar convirtiéndose en todo lo contrario. Pero es el riesgo que corremos.

No hemos planteado eso de teletrabajar como si lo hiciéramos en el despacho, con un horario de comienzo y fin. Entre otras cosas, porque mucha gente se encuentra con los niños en casa, y es difícil compatibilizar una cosa y otra. Así que una piensa que diciendo que no puede atender ahora pero que lo hará más tarde cuando la crisis infantil -sea rabieta, vómito o destrozo de mobiliario- haya remitido y, sin darse cuenta, ha cavado su propia tumba. Si es capaz de atender fuera de horas de trabajo, podrá atender a cualquier hora. Y, como está en casa, pues qué más da que atienda en un momento u otro, mientras el puchero hierve.

Así que, al final, lo que era una ventaja, puede convertirse en una desventaja. Y no solo por la necesidad de conciliar, de descansar y de llevar una vida mínimamente ordenada, que también, sino por cosas más peligrosas. ¿Cómo se computan las horas trabajadas? ¿Y las horas extras? ¿Qué ocurre si a la trabajadora le ocurre un accidente y se lesiona mientras trabaja? ¿Tiene derecho a la baja si enferma? ¿Cómo se articulan las bajas por maternidad o paternidad? 

Y es que la improvisación nunca ha sido buena consejera, y las prisas menos. No estábamos preparados para esto, y se ha hecho un apaño. Pero no podemos arriesgarnos a que, como sucede tantas veces, el apaño dure para siempre. Y menos cuando están nuestros derechos en juego.

Cuidado, que con esto del teletrabajo por menos de nada nos la dan con queso. Y además, como en cualquier situación de crisis, lo podemos acabar pagando las mujeres, y desandar lo andado en materia de igualdad.

Si el teletrabajo ha venido para quedarse, que lo haga en condiciones. Porque de lo contrario se convertirá en una telecondena.