Los supermercados, como cualquier otro comercio, tienen como principal objetivo vender el mayor número de productos posible. Por esta razón, cada vez son más los estudios sobre estrategias psicológicas de marketing para aumentar las ventas en este tipo de establecimientos. En un supermercado, nada de lo que ocurre es casual: la música de fondo, la disposición de los productos, los carros de la compra e incluso el tamaño de las baldosas del suelo son el resultado de un estudio muy complejo que se ha ido perfeccionando con el paso del tiempo.

La compra de alimentos es una actividad esencial en la rutina de cualquier persona. La variedad de supermercados, precios y tipos de productos es muy amplia, pero si algo compartimos todos los españoles es la necesidad de frecuentar uno de ellos al menos una vez por semana. Este hecho ha sido aprovechado por las empresas para diseñar estrategias de marketing para aumentar el número de ventas y, así, resulta muy curioso analizar el diseño de los supermercados y la historia que hay detrás de cada decisión, que como ya se ha podido comprobar, no es fortuito.

Estos establecimientos son lugares en los que el cliente está dispuesto a gastar dinero en los productos que se ajusten a sus gustos y necesidades. Cada vez que entra en uno de ellos, se puede caer en la pérdida de la noción del tiempo. Sin embargo, no se suele parar con detenimiento a analizar la razón por la que las horas se pasan volando en estos lugares. Por esta razón, pasan desapercibidos algunos detalles que no suele captar el ojo del comprado: ¿por qué no hay ventanas en los supermercados?

El motivo por el que no hay ventanas en los supermercados

Las visitas al súper se ha convertido en un hábito más de nuestro día a día, razón por la que es normal que pasen desapercibidas ciertas características de estos, como la ausencia de ventanas. Este hecho forma parte de una técnica de marketing, siendo el principal objetivo mantener a los clientes con esa sensación de suspensión en el tiempo, evitando a la par que sean sometidos a estímulos externos, que se producen con el sonido y el bullicio de la calle. Otra razón de peso podría ser el correcto mantenimiento de los productos, puesto que la exposición de estos a rayos solares podría estropearlos, e incluso "intoxicar" al comprador mientras se encuentra sumergido en los cientos de productos a la venta.