Internet ha cambiado para siempre la forma en la que nos relacionamos. Las redes se han colado de forma masiva en nuestras vidas, y con el paso de los años han ido apareciendo diferentes problemas como consecuencia de habernos convertidos en unos seres interconectados. Uno de estos fenómenos, cada vez más extendido, es el del sharenting, la sobreexposición mediática de un menor por parte de los padres. Un tipo de práctica cada vez más habitual (especialmente entre los países más desarrollados), que provocaba que en el año 2016 el prestigioso Diccionario Británico Collins lo incluyera, junto al término ‘Brexit’, como palabra del año y lo definiera de la siguiente manera: “La práctica de los padres de usar las redes sociales para comunicar abundante y detallada información sobre sus hijos”.

Al leer las líneas anteriores, seguro que a todos se les ha venido a la cabeza algún progenitor en concreto. Sin embargo, lo cierto es que se trata de una práctica cada vez más habitual, pese a todos los riesgos que conlleva. En este sentido, tal y como subraya la Fundación Anar, compartir información sobre sus rutinas, colegio, uniforme o extraescolares vuelve a los menores de edad vulnerables a actos delictivos, porque pueden ser localizables, ser objeto de burla por parte de sus compañeros, o de suplantación de identidad digital. “También pueden sufrir grooming (acoso y abuso sexual online), fraude o llegar a ser víctima de pedofilia y objeto de la pornografía infantil. Se produce una pérdida de intimidad y privacidad que se prolonga en el tiempo y puede ser utilizada para fines publicitarios en la dark web”, alertan desde la mencionada organización, que ayuda a niños y adolescentes en riesgo.

Por poner en contexto lo normalizado que está este tipo de práctica entre nosotros, en una encuesta realizada en 2019 en España, hasta el 89% de los padres y madres encuestados reconocían haber compartidos fotos o vídeos de sus hijos en el últimos mes. No obstante, el mimos sondeo, realizado por EU Kids Online, reflejaba que de ese 89%, tan solo el 24% reconocía haber preguntado a sus hijos si estaban de acuerdo con el contenido que se iba a compartir. En otras palabras, tres de cada cuatro familias comparten fotos de sus hijos sin su permiso.

No son los únicos datos al respecto. Otro estudio, publicado en el año 2019, realizado por la firma de seguridad informática AVG simultáneamente en 10 países (entre ellos España), arrojaba resultados similares e igual de preocupantes: el 23% de los niños tiene presencia en internet incluso antes de nacer, mientras que el porcentaje se eleva hasta el 81% antes de cumplir los seis meses. Más cifras: según un informe reciente publicado en Reino Unido, los padres habrían hecho público en redes sociales un promedio de 13.000 vídeos o fotos de sus hijos antes de que cumplieran los 13 años

Imágenes que no siempre serán del agrado de los propios niños, puesto que un estudio elaborado por la Universidad de Michigan (Estados Unidos), afirmaba que más de la mitad de los niños (56%) se siente avergonzado del contenido que comparten sus padres sobre ellos.

Javier Urra: “El ser humano necesita espacios de intimidad”

“Las consecuencias (del sharenting) las vamos a ver con el tiempo. Al exponer a los hijos, que es de lo que estamos hablando, lo que estamos haciendo es restarles intimidad. El ser humano necesita espacios de intimidad”, subraya en una conversación con ElPlural.com Javier Urra, psicólogo español que lleva trabajando con niños y adolescentes más de 30 años y que fue el primer Defensor del Menor de España.  

“Cuando a los hijos los exponemos a las redes sociales, fotografías, vídeos…, el niño lo hace generalmente muy a gusto porque le da reconocimiento, fama, se lo solicitan sus padres y se ve que está muy feliz. Cosa bien distinta es cuando cumple años. Muy probablemente va a decir porque me pusiste en esa situación”, reflexiona Urra, que llama a “diferenciar lo que es un menor de lo que no es”. “Sean cuidadosos, valoren su propia imagen, pero en todo caso sean muy respetuosos con las imágenes de los hijos, más si hay procesos de separación o situaciones tensas”, añade el experto.

Por otra parte, Urra también advierte de que es vital estar “pendiente” de un menor sin “llegar a invadir el espacio personal” de este. En este sentido, afirma que el asunto es diferente dependiendo de la edad de los hijos: “Una cosa es si el niño tiene más de 16 años, otra cosa es si tiene entre 14 y 16, otra cosa es si tiene 12 y otra es si tiene menos de 12. Esto está bastante tasado. Y también están muy tasados los temas. Una cosa es que tú entres a ver cómo queda tu hijo con 12 años un sábado a jugar un partido de baloncesto, y otra es que tu interés sea lo que tu hija de 17 años manifiesta a su pareja, porque estamos hablando de temas distintos o de distinta intimidad. Aquí es muy importante diferenciar lo que es público de lo que es privado y de lo que es íntimo”.

“Hay que tener un poquito de criterio, hay que interpretar también cuáles son las edades. Claro que los padres tienen obligación de informarse de si su hijo está en contacto con una banda o secta, se mete en páginas de anorexia o solo consume pornografía brutal. Pero, una cosa es supervisar a los hijos y otra cosa es inmiscuirse en su vida privada. Son dos conceptos distintos”, insiste.

“Nosotros (los padres) tenemos la obligación de ver cuantas horas pasa delante de la pantalla, a qué tipo de páginas accede, qué tipo de actividad realiza… Y si nos encontramos con aspectos que no son propios de un niño, lo que tenemos que hacer es poner límites. Prohibir, sancionar… Un menor tiene que estar supervisado por adultos, que tienen que ser maduros, ya sea dentro de la red o fuera”, resume.

En todo caso, Urra vincula esta peligrosa práctica de exponer libremente a los niños a las redes sociales como una muestra más del “mundo del espectáculo” en el que se ha convertido todo con la llegada de internet: “Todo es un espectáculo. Estamos como un niño con zapatos nuevos con esas nuevas tecnologías”. “Por otro lado, los padres, en general, se sienten muy orgullosos de sus hijos […] y queremos trasladar ese orgullo para tener el reconocimiento público con nuestros hijos”, apostilla, haciendo especial énfasis en el caso de un grupo “minoritario” de padres que “utilizan a los niños para una publicidad encubierta” con el que aumentar “los ingresos”. “El problema está en que la intimidad de los niños es suya, no hay pertenencia a los padres ni al Estado, naturalmente. Y por lo tanto, cuando pasen los años, algunos les va a pedir a sus padres explicaciones de por qué tanta sobreexposición”, sentencia el psicólogo.

¿Cómo actúa la justicia en España y Europa?

Los peligros del sharenting han provocado que en los últimos años cada vez haya más países que adoptan medidas sancionadoras contra los padres. En este sentido, la última sentencia realmente destacable es la que Tribunal de Roma emitió a comienzos de 2019, condenando a una madre a eliminar todas las fotos de su hijo adolescente que publicó en Facebook, so pena de multa de 10.000 euros.

Asimismo, en mayo de 2016, Francia aprobó una normativa que fija condenas de hasta un año de prisión y multas de 45.000 euros a los progenitores que publiquen imágenes o detalles íntimos de la vida de sus hijos menores de edad en las redes sociales.

En Austria, una joven de 18 años denunció a sus padres por las fotos íntimas que estos publicaron durante varios años en Facebook cuando aún era menor de edad. Para ello, se amparó en la Ley de Protección de Datos del país, que fija multas de entre 3.000 y 10.000 euros en estos casos.

En lo que respecta a España, una sentencia de 2015 del Tribunal Supremo concluyó que el 'sharenting' solo puede ser penalizado si el acto se realiza sin el consentimiento de alguno de los progenitores o representantes legales del menor. A partir de ahí, conceptos subjetivos como la responsabilidad o el sentido común de los padres entran a escena, siempre que tengan presentes los riesgos que se pueden derivar de un acto tan entrañable como divulgar escenas íntimas de familia o momentos de felicidad de los hijos pequeños con otros niños.