Lo bueno de los mitos es que sacan nuestra mejor vena imaginativa y lírica. Tanto para lo bueno como para lo malo, inventamos historias y leyendas que nos hacen sentir mejor o nos advierten. Lo malo es que luego viene la ciencia para dejarnos con cara de tontos. Si no, mirad lo que ocurre con la udumbara, la flor legendaria del budismo.

La flor que anuncia la bonanza

La udumbara es una flor frágil y diminuta. Un tallo más fino que un cabello que sostiene una corola de un milímetro. De color blanco nacarado, esta flor es tan prodigiosa que puede crecer en cualquier lugar. No solo sobre el suelo o sobre otra planta. También en superficies como el metal o el vidrio. Con semejantes propiedades no es raro que los budistas le atribuyan poderes milagrosos. Con cosas más mundanas se han edificado religiones. Así, cada vez que se ven flores de este tipo, sobre todo en el sudeste asiático, donde parece que son endémicas, los creyentes budistas anuncian una época de buenos augurios. Prosperidad y bonanza para todos. La udumbara ha sido vista con mayor frecuencia en los últimos años. Y no es una cosa cualquiera, porque hay quién dice que tarda 3.000 años en fraguar. Así que, bien pensado, en esta ocasión llegaba justo a tiempo para evitarnos algunos de los desastres a los que parece que nos dirigimos de cabeza.

No es una flor, es un huevo

Solo hay un pequeño inconveniente. Esta frágil pero mágica flor resulta que no es una flor. Tuvo que llegar el científico de turno y aplicar el microscopio para fastidiar la fiesta. Resulta que lo que se pensaba que era una delicada flor es en realidad la asquerosa puesta de un insecto. De la crisopa en concreto, más grande que un mosquito, pero igual de verde y repelente. Las hembras realizan sus puestas adhiriendo los huevos a hilos que al solidificarse dejan los embriones suspendidos sobre las superficies. Es lo que se denomina huevos pedunculados. Que menudos son los científicos para plantarles nombres a las cosas muy lejanos a nada relacionado con los mitos. Así las cosas, resulta difícil que ninguna cultura, por más idealista que sea, como la budista, se invente que las puestas de semejante bicho tengan ninguna interpretación mágica. Aventurar el fin de los cataclismos mundiales según un insecto insignificante plante los huevos, parece llevar las cosas demasiado lejos.