La idea de "nada humano me es ajeno" cambia cuando uno conoce a personas que creen que los humanos convivieron con los dinosaurios, que niegan la teoría de la evolución, que acuden a la homeopatía para curar sus males o aquellos que en un debate argumentan, sin ninguna vergüenza, que la Tierra es plana. Responden al clásico perfil de conspirador, aquellos que piensan que nos fumigan desde el cielo, que los extraterrestres están entre nosotros (su mayor representante es Obama) o que Elvis sigue vivo y disfruta de sus últimos días en un lugar remoto como Matalascañas.

Si bien nos puede hacer cierta gracia que estos lunáticos vivan en una realidad paralela de lo más extravagante, montar una institución como The Flat Earth Society para demostrar y divulgar sin reparo que nuestro planeta es igual de plano que el encefalograma de Mariano Rajoy, es de locos de atar. Pero aunque parezca mentira, este pensamiento desterrado por completo hace siglos se ha apoderado del raciocinio de miles de personas, que creen que habitan en una especie de disco de vinilo que ni tan siquiera gira.

La ciencia no deja de ser cierta porque algunas personas se nieguen a aceptarlo

La raíz de esta perturbación colectiva la encontramos en 1800, cuando el escritor británico Samuel Rowbotham publicó un pasquín de delirios en forma de libro llamado "Astronomía Zetética (escéptica): la Tierra no es un globo". El manuscrito tuvo tanto éxito entre las masas que sus seguidores ofrecieron 500 libras a aquel que pudiese demostrar la curvatura de la Tierra. Aceptó el envite un señor llamado Alfred Russell Wallace, quien fue al canal de Bedford a 'plantar' su telescopio, una sábana y dos discos rojos que, como explica Scientific American, usaría como punto de referencia. Como estáis imaginando, Wallace demostró una vez más que nuestro planeta es redondo. A pesar de ello, los seguidores de Rowbotham hicieron lo que hacen los magufos de hoy: obviar la evidencia y seguir a su bola. Confundido y atónito, Wallace cobró sus 500 libras y se largó asegurando que había sido la experiencia más frustrante de su vida. 

Pero no hay que irse tan lejos para ver tan graves muestras de analfabetismo. Este mismo año presenciamos como algunas celebridades reconocieron sin vergüenza que eran seguidores de esta terrible hipótesis. Una de ellas fue Tila Tequila, celebrity norteamericana que se preguntaba en Twitter que"por qué si la tierra es redonda los aviones pueden aterrizar sin estrellarse". Claro, que también piensa que es un ángel, un agente de la CIA, un robot, inmortal y que Dios está hecho de queso. Otra de las perlitas nos la dejó el rapero B.o.B, quien, entre otras cosas, va pregonando por ahí que la NASA ha trucado todas sus fotos para engañarnos. Además le dio cierta caña en una de sus canciones al célebre científico Neil DeGrasse Tyson, ya que asegura que está pagado por los magnates para que nos creamos las "mentiras de la Ciencia". Por suerte Tyson goza de muy buen humor, y le respondió con su propia medicina: encargando a su sobrino que le rapeara unas sabias palabrillas a su oponente.

¿Cómo convencer a esta gente de que les falta un hervor? Por fortuna la ciencia no deja de ser cierta porque algunas personas se nieguen a aceptarlo. Vayamos punto por punto.

La evidencia más empírica

En primer lugar, pensemos en lo más obvio y lo más simple. En 1940, los cohetes ya eran capaces de alcanzar altitudes suficientemente altas como para poder fotografiar la curvatura de la Tierra directamente. La imagen que veréis a continuación fue la primera que se tomó en 1946.

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Según fue avanzando la tecnología espacial ya no solo veíamos con claridad la forma de nuestro planeta, sino también la de aquellos que nos rodean. Curiosidades de la vida, todos tienen algo en común: son esféricos. Aunque esta es la obviedad más superficial, ¿por qué el nuestro iba a ser diferente al resto? 

Pero como las fotografías de la NASA y la nula probabilidad que nos plantea el resto del universo de que seamos triangulares, cuadrados, rectangulares o con forma de huevo frito no son suficientes pruebas para los conspiranoicos, vayamos un poquito más allá.

El experimento del ecuatoriano

Otro argumento irrefutable para ganar el pulso a estos personajes son las franjas horariasTengamos en cuenta que si la tierra fuese plana, desaparecían por completo. Pero como sabemos gracias a miles de años de experiencia, el día y la noche ocurren a diferentes momentos y en distintos lugares de la Tierra. Para demostrarle esto a un conspirador, rétale a las doce de la mañana, en cualquier bar madrileño, a llamar por teléfono a un ciudadano al azar de Quito (Ecuador) para enviarle sus saludos. Para culminar el momento de risas, pídele que le diga que estabais haciendo un experimento para demostrar que la Tierra tiene forma de frisbee. Al menos, nuestra pobre víctima podrá pensar a la mañana siguiente que todo era una pesadilla. 

Pero si no quieres alterar el sueño de ningún ecuatoriano, lo mejor es tomarte unas vacaciones e ir a hacerle una visita para presentarle a tu amigo el rarito. Una vez le conozca, lo más probable es que os mande a ver los traseros de los mandriles al Parque Nacional de Lopé, ubicado en la región central de Gabón (donde llegaréis tras viajar recto hacia el Oeste durante 10.000 km). Cuando hayas dejado que las hienas se rían suficiente de él, debes girar a la izquierda a 90º y recorrer otros 10.000 km en línea recta.

Llegarás al Polo Norte, lo que ayudará a bajar el calor de la vergüenza de sus mejillas. Tras saludar a los pingüinos y hacerte unos selfies con las focas, ha llegado el momento de seguir nuestro viaje. Giras nuevamente a la izquierda a 90º y recorres otros 10.000 km en línea recta. ¡Sorpresa! Has llegado a Quito y puedes torturar al ecuatoriano contándole vuestra aventura. Y todo porque la Tierra es esférica (o casi). Si hubiese sido plana, habrías llegado a un punto 10.000 km alejado de tu punto de partida. Cosa que el ecuatoriano casi hubiera agradecido para por fin poder perderte de vista.

Veamos este ejemplo más de cerca. Primero el real, después el propuesto por los creyentes de la tierra plana. Todos los recorridos de punto a punto son de 10.000 km, en línea recta y girando siempre a la izquierda 90º.

Como veis, en el primer caso saludamos al ecuatoriano, vimos el trasero del mandril, visitamos a los pingüinos en el Polo Norte y volvimos a contarle la aventura a nuestro 'amigo' de Quito. Lo normal. Como decíamos, este caso puede darse únicamente porque vivimos en una esfera.

En el segundo, aceptando momentáneamente que la tierra tuviese forma de paellera, nos encontraríamos que tras hacer el mismo recorrido hemos huído delante de un tigre que quería comernos de merienda en Sumatra para después acabar naufragando en algún lugar del Pacífico. El pobre pingüino se quedaría eternamente esperando. No habría selfies con las focas. Y encima nos habrían faltado por navegar otros 10.000 kilómetros para volver a molestar al ecuatoriano.

Ese náufrago enamorado de la Luna

No obstante, supongamos que consigues sobrevivir en la pirada teórica número dos. Estás en medio del Pacífico en un pequeño bote. El mar está tranquilo y la oscuridad de la noche lo cubre todo. Como no tienes otra cosa mejor que hacer, miras la Luna y las estrellas. La naturaleza te ofrece (quizás porque estés en tus últimas horas de vida), un bello eclipse de Luna, que es cuando la Tierra pasa entre el Sol y nuestro satélite natural.

Lo que vemos, cuando nos fijamos en la Luna durante esta alineación casi perfecta, es la sombra de la Tierra sobre la Luna. Y no importa dónde, cómo o cuándo ocurra dicho eclipse: la sombra de la Tierra siempre será de forma circular. Cierto es que esto ocurriría también si nuestro planeta tuviese forma de frisbee, pero el hecho de que otros vean el Sol mientras tu disfrutas de un eclipse en medio del Pacífico, es una evidencia firme de que no es así. Si toda la Tierra estuviese apiñada en un lado, todos veríamos exactamente lo mismo.

A secarnos al desierto

A pesar de la terrible escena en la que te habías quedado, la suerte te acompaña y te rescata un barco pesquero. Preso del agotamiento, comes y duermes durante varios días. Pasas por delante de tu colega, el hambriento tigre de Sumatra. Cuando quieres darte cuenta el barco ha atracado y te encuentras nada menos que en Alejandría. El sitio perfecto para continuar nuestra aventura. Precisamente fue aquí donde Eratóstenes, un gran astrónomo, matemático y geógrafo, midió hace casi 2.300 años el radio de la Tierra por primera vez. Lo más divertido es cómo lo hizo.

Un buen día descubrió en la Biblioteca de Alejandría (de la cual estaba al mando) un papiro misterioso que decía escuetamente: si miras en el fondo de un pozo en Siena (ahora Asuán) durante el solsticio de verano a mediodía, bloquearás el reflejo del Sol en el agua. ¿Qué significa eso? Que en ese preciso momento y lugar el astro rey está exactamente ubicado en la vertical.

Dándole a la cabeza, se percató de que ambas ciudades están en el mismo meridiano. Suponiendo que el Sol está tan alejado de la Tierra que sus rayos llegan paralelos en los dos lugares, decidió hacer un experimento. Aprovechando el primer día del verano, plantó un palo en medio de Alejandría a las doce la mañana y midió su sombra. Después, con la ayuda de un bematista midió la distancia entre Alejandría y Asuán ¿sabéis con qué? ¡Con camellos! Y no de los de Pipi (que parece que sigue sin pagar la coca), sino de los clásicos egipcios, que tienen un paso tan regular que permiten medir distancias con una gran precisión

Usando unos sencillos cálculos de trigonometría básica midió por primera vez el radio de la Tierra. Fue así como calculó que la circunferencia de la esfera debía medir unos 39.614 km. Actualmente, sabemos que nuestro planeta mide 40.003 km (pasando por los polos). Por tanto Eratóstenes y sus camellos tuvieron solo un 1% de error en su medición ¡y eso hace más de dos milenios! Cuestión que deja a los creyentes de la Tierra plana a la misma altura que el del hombre de cromañón (y a Eratóstenes como un genio). Hoy en día este experimento se sigue haciendo en los colegios (midiendo la sombra de un lápiz en distintos puntos del mundo) para explicar a los niños cómo se calcula la curvatura de la Tierra. 

La vuelta a casa

De vuelta a Madrid, pasamos por el Lago Michigan donde enseñamos a nuestro amigo que al mirar a la ciudad de Chicago (que está justo al otro lado) no vemos la base de los edificios. Si la Tierra fuese plana, no tendríamos problema alguno en verlos en su totalidad. Además, mientras esperamos el ocaso puedes mostrarle un último truco. Primero invítale a ver la puesta de Sol sentado. Después, pídele que se levante y mire al horizonte: ¡podréis ver el anochecer por segunda vez!

Vista del horizonte de Chicago desde la ciudad de Michigan. Podéis observar que la base de los edificios queda fuera de nuestra línea de visión. Crédito fotografía: kbelzowski (Panoramia.com).

Además, también tenemos el testimonio de la aventura de Magallanes, un 'notas' que hace casi cinco siglos tomó la decisión de dedicar su vida a perseguir al Sol en barco por el Oeste. Además de por otras muchas cosas, la historia le recuerda porque fue pionero en circunavegar la Tierra. Tras años en el mar viajando con el mismo rumbo, sus barcos llegaron al punto de partida capitaneados por Juan Sebastián Elcano, ya que él falleció durante la expedición. Ah! ¿Y sabéis dónde murió? ¡Muy cerquita de Sumatra! ¿Tendría algo que ver nuestro amigo el tigre?