La pechuga de pavo suele ser uno de los productos más consumidos por quienes pretenden tener una dieta saludable o de bajo contenido calórico. Sin embargo, se trata de  de un subproducto derivado cárnico que, incluso estando etiquetado como "natural", suele contener menos del 70% de pechuga de pavo, independientemente del precio.

En el 30% restante pagamos, a precio de carne, productos como una importante cantidad de agua, sales -que aportan un alto contenido en colesterol-, distintos tipos de azúcares (dextrosa), patata u otros componentes que ni siquiera conocemos y que empiezan a parecernos algo menos "naturales": proteína de soja, leche en polvo y glutamato (aditivo químico para darle sabor). El contenido en grasas y calorías tampoco consigue hacerlo más atractivo, al menos desde la perspectiva dietética. 

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Lo cierto es que, a pesar del etiquetado que se autodescribe como "natural" o "saludable", la carne de este tipo de productos, al igual que la de mortadelas, choped y nuggets, es carne separada mecánicamente. Es decir, una vez quitada la carne aprovechable, una máquina de alta presión extrae los restos junto a huesecillos triturados, tendones, etc. Aquí nos ahorraremos el excesivo contenido de antibióticos que se suministra a los animales en vida o las nefastas condiciones higiénicas de muchas granjas.