Más de una vez nos han contestado a cualquier decisión que no mire al futuro con eso de que “es pan para hoy y hambre para mañana”. Y no les faltaba razón. Pero hoy, más de un mes tras el inicio de la nueva era -como dice una amiga- todo cambia de sentido.

Para muchas personas el problema ya no es el hambre para mañana, sino el pan para hoy. La precarización del empleo, la subsistencia de una bolsa importante de economía sumergida y ese fenómeno tan tremendo de los últimos tiempos, la posibilidad de ser pobre aun teniendo trabajo, hacen que el pan nuestro de cada día sea mucho más que una frase del Padrenuestro.

Ya hace tiempo, mucho antes de la pandemia, que lo de no llegar a fin de mes era más que una frase hecha, era la realidad diaria de muchos españoles y españolas. Algunos, autónomos, y otros, ni siquiera eso. Pienso en quienes viven de ferias y festividades, de venta ambulante, de trabajo doméstico y de cuidado, de quienes sobreviven a base de dar clases particulares aquí y allá, de artistas que actúan en bodas y verbenas, de floristas, de jornaleros del campo, de pequeñas empresas de animación o agencias de viajes. Hablo de comercio de barrio, de bares y casas de comidas, de librerías, de personas que arriesgaron un patrimonio con la esperanza de ganancias futuras que ahora son imposibles. Hablo, en fin, de todas esas cosas que no se pueden hacer hoy y que a duras penas daban para sobrevivir ayer.

Hay miles de personas con techo que temen que esta pandemia les deje sin él, porque la desgracia siempre se ceba en los más vulnerables

Y es que, entre las muchas lecciones que hemos de sacar de esta hecatombe, una es que no se podía seguir así, que no tiene pies ni cabeza ni proporción alguna que haya trabajos que no den para vivir, y vidas que no den para trabajar.

No podemos consentir que el abismo entre los ricos y el resto de la población se vuelva cada vez más profundo. Las donaciones en estos tiempos pueden ser bienvenidas, porque lo es cualquier cosa que ayude, pero son solo un parche temporal. La solución ha de ir en otra dirección muy distinta.

La pobreza, en la España del siglo XXI, existe, y existe más allá de albergues y casas de acogida. Hay miles de personas con techo que temen que esta pandemia les deje sin él, porque la desgracia siempre se ceba en los más vulnerables. Pero, de momento, se centran en encontrar ese pan nuestro de cada día que es algo más que una frase del Padrenuestro.