Si miramos la situación española alejados de nuestras tripas y el agotamiento de tener que aguantar esta situación bochornosa, podremos observar un curioso efecto. Ante las cámaras y los micros, todos los candidatos de los principales partidos aseguran que saben cómo resolver el problema de bloqueo institucional que tiene España. En el mundo real, lo cierto es que no son capaces de evitar nuevas elecciones... por tercera vez.

"Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar". 
Ernest Hemingway

Esta actitud tan deplorable tiene un nombre: el efecto Dunning-Krueger, un sesgo cognitivo que provoca que personas con conocimientos muy básicos padezcan de un sentimiento de superioridad ilusorio. Esto les lleva a considerarse mucho más inteligentes que personas notoriamente mejor preparadas que ellos.

No son capaces de reconocer su propia ineptitud

Pero no penséis que cuando Rajoy o Rivera salen a vendernos la moto, tienen lapsus mentales o nos están mintiendo. En realidad, podrían padecer esta incapacidad metacognitiva que les impide reconocer su propia ineptitud (todavía resuena en las cabezas de muchos el eco de "¿y la europea?".

La existencia de este trastorno fue rigurosamente demostrada en varios experimentos que llevaron a cabo los psicólogos Justin Krugger y David Dunning. Sus conclusiones, publicadas en The Journal of Personality and Social Psychology en 1999, se basan en cuatro principios, entre ellos: 

1.- Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades.

2.- Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.

La pareja de investigadores no partía desde cero. Para afrontar el nuevo reto analizaron en detalle varios estudios previos que sugerían que en diversas habilidades, como la comprensión lectora, juegos como el ajedrez, o la conducción de vehículos de motor, como diría Darwin "la ignorancia proporciona más confianza que el conocimiento". 

Siguiendo estas pistas, los investigadores diseñaron un experimento concebido para medir las habilidades intelectuales y sociales de varios individuos examinando las autovaloraciones en razonamiento lógico, gramática y humor. Lo cierto es que los resultados no dejaron indiferente a nadie: los mejores estudiantes afirmaron estar por debajo de la media. Los mediocres, muy por encima de la media. Los rematadamente malos se mostraron convencidos de que estaban entre los mejores. Es más, cuánto más inútiles, más listos se creen.

El problema, según los psicólogos, es que "esa incompetencia les impide a su vez darse cuenta de la ausencia de esa habilidad en ellos mismos así como reconocerla en otros individuos". 

La paradoja del saber

Paradójicamente, las personas más cualificadas tienden a subestimar su competencia, asumiendo erróneamente que aquellas tareas que son sencillas para ellos, también lo son para otros.

Según las conclusiones de los investigadores de Cornell, "la sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de uno mismo. La infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás".

No hace falta cotillear investigaciones científicas para darse cuenta de esto. Solo mirar a nuestro alrededor. Como dijo Bertrand Russel: "Uno de los dramas de nuestro tiempo está en que aquellos que sienten que tienen la razón son estúpidos y que la gente con imaginación y que comprende la realidad es la que más duda y más insegura se siente".

Lo peor es que, si cuanto mayor es la incompetencia del sujeto, menos es consciente de ella.., vamos apañados. Si a eso le sumamos la Ley de la controversia de Benford, que afirma que la pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible", nos daremos cuenta de la terrible enfermedad de la que la adolece la clase política: ignorancia supina y mucha cara dura. Bueno, esto último no lo dijo Benford. Pero esa pasión hueca no podréis negar que la habéis visto en un montón de mítines. 

La clase política no es la única afectada

Parece que este sesgo cognitivo podría afectar solo a la clase política, pero no. Al final, nos sucede a cada uno de nosotros con respecto a nuestras habilidades. Un ejemplo mítico es el "cuñado" que de todo habla, y de nada sabe. O aquel que es bueno escribiendo poemas y cree que puede aplicar la misma sabiduría para hacer un análisis de geopolítica. 

Lo mejor sería que antes de hablar, y quedar en evidencia, analicemos si estamos siendo objetivos, si sabemos de lo que hablamos y, bajo ningún concepto, dejemos que nuestro argumento salga de nuestras tripas. Se trata de comprender (o hacer entender al otro) que, a veces, se trata de un tema de falta de formación al respecto, no de nada personal.

No ser obstinado, reconocer los propios límites o el alcance de la formación individual de cada uno, puede ayudar a evitar más tensiones entre una sociedad que lo que necesita son unas buenas vacaciones. Y sin políticos a bordo.