Tras dos años y medio de la aparición de la COVID-19, la enfermedad sigue mutando. Las nuevas variantes son distintas a la primera de Wuhan y los alrededores de China, y las vacunas han logrado que la letalidad sea mucho menor. En España se han registrado hasta siete olas y cada una de ellas ha sido diferente a la anterior en cuanto a síntomas y otros aspectos.
Como es habitual con los virus, las mutaciones no han dejado de producirse. Tras la última expansión de la variante ómicron (que se expandió en las semanas previas a las últimas navidades), han aparecido nuevas subvariantes. La conocida como "silenciosa" tuvo gran repercusión, y semanas después que comenzara a hablarse de la misma, el número de casos sigue aumentando, lo que ha provocado un aumento de la incidencia y la hospitalización. La mayor parte los casos están específicamente relacionados con BA.5.
Según Luke O'Neill, profesor de bioquímica en el prestigioso Dublin Trinity College, esta subvariante está asociada, además, a un nuevo síntoma que antes no estaba directamente relacionado con el coronavirus: sudoración durante la noche.
¿Covid o calor?
Este hallazgo, que fue anunciado en una entrevista en el podcast irlandés ‘The Pat Kenny Show’ de la emisora de radio Newstalk, no está relacionado con el calor que está haciendo en Europa en estas semanas. A pesar de las altas temperaturas, una investigación científica ha confirmado que los sudores nocturnos son una de las características más destacadas de la última gran variante de la COVID-19.
BA.5 habría cambiado la genética original de la COVID-19. El problema es que no se ha quedado ahí, y "al haber cambiado la respuesta inmune, puede dar lugar a otra enfermedad", ha advertido O'Neill.