Hace dos semanas que las monjas clarisas de Belorado hicieran saltar las alarmas eclesiásticas por primera vez al anunciar su ruptura con la Iglesia frenar la venta de un convento que tienen en propiedad. Desde entonces estas religiosas han estado en el centro de la polémica por no solo abrir un auténtico cisma, sino por abrazarse a una secta de la mano del obispo excomulgado Pablo de Rojas. Ahora hasta la Conferencia Episcopal teme que estas hermanas estén buscando cómo vender las obras de arte del convento.

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La clarisas quieren vender las obras de Belorado

Según publica este martes elDiario.es, sectores del Arzobispado de Burgos, de las clarisas y de la Conferencia Episcopal han encendido sus alertas ante la opción de que las monjas clarisas de Belorado -junto al polémico Pablo de Rojas- estén buscando la manera de poner a la venta algunos de los objetos de valor que hay en el interior del propio convento así como otros, como el de Orduña o el Derio. "Si no pueden vender los conventos, venderán los cuadros, o los cálices… o el retablo barroco de Belorado", relatan al citado medios. 

Ya la pasada semana ciertas cabeceras de comunicación recibiendo una información del bufete de abogados de las clarisas en el que amenazaban con denunciar al alcalde de Belorado y a varios medios de comunicación por dar cobertura a este mediático caso. Ahora, según elDiario.es, este despacho -ubicado en Tarancón y que no da señal a través de ningún teléfono- estaría especializado en la compraventa de material artístico y religioso, lo que ha generado mucha preocupación en el seno de la Iglesia.

Además, se produce poco antes de que este conflicto o cisma llegue a un nuevo punto este miércoles 29 de mayo, cuando vence el plazo dado para que la abadesa abandone la dirección del monasterio. Esta es Sor Isabel de la Trinidad, a la que nadie ha visto desde hace un tiempo y a la que todavía la Iglesia la reconoce como tal cargo. Por ahora no han activado la excomunión ni el cese de la religiosa tras el anuncio de que dejaban de estar bajo la dirección del Vaticano ni del Papa Francisco, al que consideran un "usurpador".

Manejan un patrimonio millonario

Cabe señalar que, como publicaba este fin de semana el diario ABC, las monjas manejan un patrimonio millonario. Y es que los tres monasterios están valorados en unos diez millones de euros (Derio, cerca de 3 millones; Belorado, 4 millones; y Orduña algo más de 3,20 millones). Además, en el Registro de Entidades Religiosas la responsable legal de los monasterios de Belorado y Derio es Laura G. de V. S. -nombre civil de la religiosa-, que además tiene autorización como representante en los campos de Orduña y la hospedería.

Eso sí, las monjas se han declarado fuera de la Iglesia, lo que les dificultaría justificar la propiedad, dado que el registro eclesial podría considerarse no válido. Además, en el caso de ventas superiores al millón y medio de euros, la Santa Sede tiene que otorgar, vía el obispo del lugar, un ‘visto bueno’ que en su día no se produjo para la compraventa de Derio y Orduña, y que podría estar en el origen del cisma, tal y como apunta la publicación del citado diario. 

Lo que sí podría quedar fuera de estos márgenes son los materiales material litúrgicos o bienes artísticos, cuya venta podría no necesitar la presencia de un notario. En Belorado hay varios retablos barrocos del siglo XVII, mientras en el coro está la imagen de Nuestra Señora de Bretonera, así como un órgano de 1799. En cuanto al material litúrgico -como ibros, ambones, cálices, patenas, albas, etc…- su valor es incalculable. “Nos tememos cualquier cosa”, apuntan fuentes del Arzobispado de Burgos al medio citado.

Imagen de archivo. EP
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Señalan directamente al Covid

Mientras tanto, las religiosas siguen celebrando misas prohibidas expresamente por el Vaticano dado que están presididas por un obispo excomulgado, al tiempo que este fin de semana han lanzado otro comunicado en el que situaban el inicio del cisma en el contexto de la pandemia. En concreto, las religiosas sostienen que el coronavirus “supuso un momento de preguntas, choques y contradicciones” cuando se decretaron “medidas excepcionales en todo el mundo guiadas por los organismos internacionales”.

Medidas extremas, pero que en el caso de España nunca llegaron a prohibir la asistencia a los sacramentos. No obstante, ante los supuestos graves peligros para la salud, surgió de la Conferencia Episcopal la prohibición de asistir a los templos y la de asistir a los enfermos en sus domicilios”, apuntan. A su juicio, fue “verdaderamente doloroso escuchar a los supuestos pastores explicar que los sacramentos no eran necesarios” y que “cuando pasase el peligro ya se podrían hacer”.

“Ante nuestros ojos, la iglesia dejaba de hacer lo que siempre había hecho: abandonaba el cuidado de la vida eterna, por el supuesto cuidado de la vida temporal”. Y añaden que el propio Papa Francisco “nos mostró cómo la imagen que en anteriores pandemias había sido sacada en procesión quedaba inmóvil en el Vaticano”. Ante estos hechos, “las hermanas no podíamos más que preguntarnos qué estaba pasando tanto dentro como fuera de la iglesia, sobre todo fuera de ella”, añaden.

 

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