Sólo en 2017, se conocieron 629 agresiones de odio por orientación sexual y casi la mitad se produjeron a manos de personas cercanas que formaban parte del entorno de la víctima.

Estas son sólo algunas de las tristes cifras que nos muestra este jueves el informe presentado por el Observatorio contra el Odio con la financiación del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Y es que, cuatro de cada diez víctimas del colectivo LGTBIQ+ descubren que sus agresores no son personas descocidas, sino gente a los que pueden poner rostro, nombre y apellido por ser parte de su entorno.

En un ambiente social, lo normal es que las personas se sientan cómodas entre sus allegados, que busquen resguardo y apoyo entre sus vecinos, compañeros de trabajo o estudios y, sobre todo, en la familia. Sin embargo, este estudio nos demuestra que cuando se trata del colectivo LGTBIQ+ esta zona de confort se desdibuja ocultando a casi la mitad de los agresores y motivadores del odio.

Invisibilidad del colectivo y miedo a denunciar

Y este dato nos muestra otra realidad que pasa por la impunidad de los agresores, pues el 80% de los delitos de odio por cuestión de orientación sexual no se denuncian. Influye el hecho de que el presunto culpable pueda ser una persona conocida.

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"Es muy alarmante”, lamenta Jesús Generelo, coordinador del observatorio Redes contra el Odio de la Federación Estatal LGTBI. Porque mientras que en otros delitos de odio los conocidos son el colchón donde acudir, “la mayoría de las personas LGTBIQ+ que sufren agresiones no se sienten seguras en su entorno más cercano, por lo que en muchas ocasiones prefieren ocultar su identidad sexual y si sufren ataques homofóbicos”. ¿El Resultado? “No denuncian. Esto fomenta la invisibilidad del colectivo", ha explicado.

Si miramos los datos: en el 12% de los casos los vecinos de la víctima son los agresores y un 17% de las veces personas allegadas de otros entornos. Pero el dato más llamativo es el siguiente: un 7% de los ataques están protagonizados por la familia.

Familia y trabajo: caldo de acoso

Activistas LGTBI y de Hazte Oír se enfrentan a gritos en Palma.

En el informe se analizan 332 casos de los cuales, más de la mitad, el 57% son ataques en el puesto de trabajo, mientras se pasea por la calle o  de acoso.

Por otro lado, están los delitos en los que interfiere la violencia y acaban con agresiones físicas, lo que supone el 14% de los casos.

¿Cómo son los agresores?

Jóvenes y hombres que buscan entre los LGTBIQ+ de 18 y los 35 años a sus víctimas. Pero quizás el dato que más nos debería hacer reflexionar es que el 12% de las víctimas son menores de edad, no han cumplido los 18 años y ya saben lo que es sentirse discriminado y sufrir en sus mentes y sus carnes un delito de odio.

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Pero hay más datos porque Cataluña consigue el deshonroso título de ser la comunidad donde más ataques se han producido, 130; aunque le sigue muy de cerca con 73 la Comunidad de Madrid.

Los autores del estudio quieren alertar y dejar claro un dato: que una comunidad tenga pocos casos de odio contra el colectivo LGTBIQ+ no significa necesariamente que sea esa la realidad pues, en muchas ocasiones, la verdad es que se ocultan casos al no existir un sistema óptimo para conocer cómo viven las víctimas.

"No se cuenta con recursos adecuados para conocer la situación real en numerosas localidades donde las víctimas no perciben garantías de atención adecuadas".