El Partido Popular se pondrá este fin de semana el mono electoral con IFEMA como escenario del desfile. El XXI Congreso extraordinario arrancará este viernes, tras casi una década de inmovilismo ideológico y estratégico. Génova no ha pasado uno de los periodos más estables de su historia. Tras la moción de censura, las calamidades han azotado los muros conservadores, llevándose por delante la vida política de Pablo Casado tras denunciar la corrupción del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, hasta el triunfo inocuo el pasado 23J. Pese a su carácter extraordinario, tendrá visos de ordinario, pues Alberto Núñez Feijóo llevará “nuevas ideas” y un “proyecto” sólido para afilar la labor de oposición en lo que esperan sean los últimos años de “sanchismo”. Lo hace, además, con un gran elefante en la habitación como es el de Carles Puigdemont y el sonoro fracaso de la ronda de contactos con los bloques de la investidura, incluyendo a Junts Per Catalunya.

Los conservadores han construido un muro durante estos últimos ocho años que les acerca a la ultraderecha, pero les separa de socios históricos del PP como los nacionalistas catalanes y vascos. Cada paso hacia Vox supone un retroceso en la búsqueda de una mayoría alternativa que cimente una respuesta factible al PSOE de Pedro Sánchez. La ronda de contactos que inició el que será ungido como secretario general del partido este fin de semana, Miguel Tellado, constata el férreo anclaje que ha sostenido a los populares en esta última década, con un libreto de estilo para otros tiempos. En consecuencia, ocho años sin actualizar el manual ideológico ralentizan el crecimiento que esperaban en Génova no sólo por en su pugna histórica con los socialistas, sino en la compleja tarea de neutralizar el crecimiento de los de Santiago Abascal, que vuelven a coger aire en las encuestas.

El factor Abascal complica sobremanera la red de alianzas potenciales del Partido Popular, reduciendo el radio de acción a tan sólo un partido. Dos a lo sumo, contando con el apoyo de Unión del Pueblo Navarro (UPN) y la incógnita perenne de Coalición Canaria, que ahora mismo está a años luz de la política migratoria del PP, por ejemplo. Aunque este aspecto se mantendrá durante el próximo cuatrienio, habida cuenta de que el discurso conservador colindará con las tesis ultraderechistas, tal y como se desprende de la ponencia política para el Congreso. No sólo en este ámbito, pues también endurecen el discurso en materia de igualdad y de “autodeterminación de género”. Incluso se habla abiertamente de la derogación total de la Ley de Memoria Democrática o de iniciativas para frenar la “imposición” del nacionalismo periférico.

Problema crucial

Pero si Feijóo quiere gobernar, pese a la intención de limitar la incidencia del independentismo catalán y vasco en la acción legislativa, tiene que reconstruir los puentes destruidos en tiempos del 1 de Octubre y de la moción de censura. De ahí nace la necesidad imperiosa de los conservadores por acercarse a socios clásicos del partido como el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Junts. Pero la dependencia de Vox repelen tanto a jeltzales como a juntaires. Con más vehemencia lo han defendido los primeros, con quienes los populares han elevado el tono hasta llevar la relación a un cruce de titulares constante.

La última, a raíz del informe Cerdán. Por si supiera a poco el enfrentamiento a costa del mal llamado “palacete” del PNV en Francia – que era de la propiedad de los nacionalistas vascos hasta el expolio nazi de la primera mitad de siglo XX -, Génova afila sus cuchillos ahora para presionar a los jeltzales con acusaciones de corrupción para justificar el ejercicio de pleitesía del PNV a Pedro Sánchez. La sucursal conservadora en Euskadi, con Javier de Andrés a la cabeza, exige explicaciones a la derecha independentista vasca por una presunta vinculación con el empresario Antxon Egurrola en la trama del ex secretario de Organización del PSOE. Lo que en el País Vasco ha sentado como una voladura de “todos los puentes”; los pocos que quedaban y los que podrían construirse.

Un elefante en la habitación

La afrenta con el PNV deja a Feijóo en manos de un Carles Puigdemont que no tuvo problemas para abrir la puerta de Waterloo al Partido Popular. Pero la figura del expresident catalán aún se atraganta en algunos paladares más exquisitos de Génova. Concretamente en los del PP de Cataluña que comanda Alejandro Fernández, aunque no está sólo. Cuenta con la inestimable colaboración de una Isabel Díaz Ayuso cuyo entorno evita echar más leña al fuego en privado. Sin embargo, su posición ante los focos ha quedado clara en más de una ocasión y esa visión pasa por vetar cualquier tipo de acuerdo con los neoconvergentes.

Fernández tampoco está por la labor de blanquear a futuro a los juntaires, después de años de guerra incesante contra el independentismo catalán, pero sobre todo frente a la formación que pilota el expresident de la Generalitat desde Waterloo. He aquí el mayor elefante en la habitación del PP durante este Congreso, sobre todo porque el rechazo de Barcelona y de Madrid confronta con la nueva estrategia de un Feijóo que ya se atreve a llamar a la puerta de Puigdemont.

La primera aproximación, de momento, no ha tenido el resultado esperado. Desde el entorno de Junts se pusieron las condiciones encima de la mesa, pero incluía una línea roja que el PP no está dispuesto a traspasar. Al menos de momento, máxime tras escuchar a su futuro secretario general y ex portavoz parlamentario, Miguel Tellado, negarse a replicar la estrategia del PSOE. “No somos ellos”, espetó ante los periodistas, justificando que buscarían en otro lado los cuatro votos que dice Feijóo que le faltan para la moción de censura contra Sánchez.

En cualquier caso, ello no implica que se cierre la puerta por completo al expresident a pesar de las quejas interna. Feijóo negocia in extremis para reducir el coto que Fernández y su enmienda quieren poner a unas eventuales negociaciones con Junts, mientras insisten desde Génova que llamarán en primer término a la portavoz neoconvergente en el Congreso de los Diputados, Miriam Nogueras. Un movimiento que, a la postre, supone también un paso en la hoja de ruta de los nacionalistas catalanes, aunque si quieren negociar, tendrán que subirse a un avión porque el tablero de juego está en Waterloo.

El camino para Feijóo se estrecha. Las opciones y el tiempo se agotan, por lo que si al PP se le marcha en la cara el tren juntaire, debería buscar la paz con el PNV, algo que en estos momentos se antoja harto complicado. En cualquier caso, la senda para derrocar a Sánchez la guían los nacionalistas. No hay más margen, por lo que el gran debate de este XXI Congreso extraordinario se centrará en esta vía y marcará el futuro de un PP muy necesitado por recoser alianzas parlamentarias.

Súmate a El Plural

Apoya nuestro trabajo. Navega sin publicidad. Entra a todos los contenidos.

hazte socio