Tal vez pueda parecer una cuestión menor, pero no lo es: no lo es en absoluto. Las toallitas húmedas higiénicas, ésas que encontramos en la sección de higiene personal de los supermercados y grandes superficies como producto sustitutivo del papel higiénico, se han convertido en una amenaza para el correcto funcionamiento de los sistemas de alcantarillado de nuestras ciudades.

El problema es tan serio que en algunas grandes capitales europeas, como Valencia, los ayuntamientos han aprobado la inmediata puesta en marcha de una ordenanza municipal que prohíbe específicamente verter toallitas húmedas por el inodoro. El objetivo de este tipo de iniciativas, es evitar los graves atascos que provocan en la red de saneamiento y los problemas que causa su acumulación en las estaciones depuradoras de aguas residuales.

Este tipo de toallitas, cuyas fibras resultan biodegradables según el fabricante, no se degradan tan fácilmente sino que se acumulan en los sifones, los bajantes y los colectores de los sistemas de desagüe domésticos taponando la circulación de las aguas residuales y ocasionando importantes averías. Unos daños que pueden ir a peor si se producen en el sistema de alcantarillado urbano o en las depuradoras, causando males todavía mayores en el caso de que su vertido supere todos los obstáculos y alcance el medio ambiente acuático. 

De nada sirve que los fabricantes indiquen que son biodegradables si no señalan claramente en cuantas horas se produce la completa desaparición después de su uso. Al ser consultado al respecto uno de los mayores fabricantes se ha limitado a contestarnos que el tejido de sus toallitas húmedas cumple con las normas Edana sobre materiales que pueden desecharse por el inodoro y que por lo tanto, si su vertido ocasiona problemas es debido al mal uso que hacen del producto los consumidores.

Afirman que en un sistema de alcantarillado normal las toallitas húmedas higiénicas empiezan a degradarse en el agua en circulación y que también son aptas para sistemas de fosa séptica. Pero lo cierto es que, como ha quedado demostrado tras su comercialización y uso, estos productos no desaparecen al contacto con el agua sino que se acumulan en los bajantes y las redes de alcantarillado incluso varias semanas después de su uso. 

En Nueva York las autoridades municipales estiman que se han gastado 16,5 millones de euros en los últimos cinco años en reparar los estragos en el sistema de alcantarillado y las estaciones de bombeo. En Europa, la asociación que agrupa a las empresas de abastecimiento y saneamiento de 27 países (EurEau) sostiene que las toallitas generan un gasto de entre 500 y 1.000 millones de euros cada año.

Por lo que se refiere a su grave impacto ambiental, cuando aparecen en el entorno natural las toallitas contaminan los ecosistemas acuáticos provocando una alta mortandad entre los seres vivos que los habitan y se llegan a acumular por toneladas en los espacios fluviales, hasta que tras las tormentas las arrastran hasta el mar y el oleaje acaba acumulándolas en las playas. Existen algunas imágenes al respecto que demuestran claramente hasta que punto las informaciones de los fabricantes no responden a la verdad. Debido a ello muchas organizaciones ecologistas y de consumidores, así como diversas instituciones científicas que trabajan en el estudio y la prevención de la contaminación del medio ambiente, exigen su retirada del mercado.