Vallecas siempre ha sido uno de los lugares más destacados de Madrid. Lugar de disidentes de franquismo, sus vecinos has conseguido a lo largo de las décadas transformar sus calles haciendo posible el lema "solo el barrio salva al barrio". La remodelación de Vallecas, la ampliación del Metro, la modificación de la M-40, el Plan 18.000, el secuestro del autobús 57 o la llegada del gas a las casas fueron algunas de las conquistas conseguidas por sus vecinos en las décadas de los 70, 80 y 90 consiguieron a base de lucha, constancia y resistencia.

Por ello, Pepe Molina, uno de sus protagonistas, desarrolla a lo largo de 'Vallecas en lucha' la historia de estos logros que giran en torno a las asociaciones vecinales de la mano de la asociación cultural Agita Vallecas.

PREGUNTA: ¿Qué es Vallecas y por qué es relevante en el asociacionismo vecinal?

RESPUESTA: Vallecas fue un pueblo hasta los años 50 que se ha anexionó a Madrid. En todo este tiempo ha ido recogiendo una población muy especial que venía de la emigración de Extremadura, de Andalucía, de Castilla-La Mancha, ... En muchos casos eran personas represaliadas políticamente porque eran hijos o familiares de personas perseguidas por el franquismo y Vallecas era un sitio para pasar desapercibido. En ese momento era muy complicado. 

Era una zona de autoconstrucción. La gente se construía la vivienda por la noche para que estuviera techada por la mañana y no se pudiera tirar. Poco a poco fueron haciéndose barrios enteros. Hay calles enteras en las que venían vecinos de localidades de Murcia o Albacete. Además, los vecinos se dedicaban a la construcción y trabajaban en la zona de Villaverde o del Barrio del Pilar. Dio una singularidad a la zona. Desde 1900 se consideraba una zona marginal, pero el estigma que se creaba en el resto de Madrid, dentro de Vallecas era visto como un orgullo.

Después se ha convertido en una zona especial: tiene un equipo de fútbol, el Gallo vallecano ... Es un barrio que tiene una identidad especial. 

P: ¿Cuál es su relación con el barrio?

R: En la dictadura venía clandestinamente por actividad política. Aquí encontraba a gente con la que fuimos creando actividades y lazos sociales que dieron resultado a las asociaciones de vecinos como la de Palomeras Altas. La vinculación con el barrio ha sido muy especial. Llegué cuando era barro puro y no había ni agua ni luz y la gente se alumbraba con carburo y los vecinos fueron arreglando sus casas, las aceras e introduciendo mejoras reivindicándolas o añadiéndolas directamente.

P: ¿Qué importancia tenían las asociaciones de vecinos en esa época?

R: En Vallecas, como en muchas otras zonas de Madrid, fueron fundamentales para cambiar el barrio. En primer lugar, para el tema de la vivienda, se crearon unos planes parciales donde se luchó por conseguir transformar doce mil chabolas en viviendas dignas. Se transformó el barrio creando treinta y dos escuelas infantiles, cuatro colegios públicos, dos institutos, bastantes centros culturales, cientos de miles de metros de carriles bici, parques y hasta ocho parroquias. Se urbanizó una zona amplísima para 60.000 vecinos. 

Cuando se terminó esa reivindicación, que era la importante, comenzó la ampliación del Metro, la llegada del gas a Vallecas, que no había. Por ejemplo se impidió que se cargaran una parte muy importante del actual Parque Lineal de Palomeras para ampliar la M-40 y se consiguió que se ampliara a su ubicación actual.

P: ¿Qué hacen ahora?

R: Ahora quedan temas muy importantes como  el vertedero de Valdemingómez o la Cañada Real. Este último tiene un problema muy parecido con el que ocurría en el origen del barrio.

También nos preocupa el estigma. De Vallecas solo se habla de lo peor: droga, robos, locales de casas de apuestas, ... Todo lo peor que pueda ocurrir es Vallecas. Además, tenemos el problema del paro juvenil. Implica a muchas generaciones, que mucha gente deje sus estudios o estudie mal. Lo principal está resuelto y tenemos que resolver esos problemas, pero necesitamos movilización. La gente no se afilia como antes, ni se moviliza como antes.

Existimos. No con la misma fuerza o capacidad, pero los vecinos cuando tienen un problema tiene. 

P: Cuenta en el libro que las asociaciones contactaban con la prensa para hacerse notar y que tras una manifestación se detuvo a varias personas y que fue Jordi Pujol el que pagó la fianza de los detenidos. ¿Qué percepción había en los años 70 de Vallecas?

R: Se conocía lo que pasaba en Vallecas por las cosas que se hacían. La prensa local no es como la de ahora. La prensa se movía a los barrios. Iba a las asambleas, a las reuniones, prácticamente a todo. Y había un grupo de profesionales de El País, Informaciones, Pueblo, Ya y del ABC que prácticamente estaban en todos los temas. Cuando teníamos un problema les llamábamos y ellos nos ayudaban. Nos retroalimentábamos con lo que producíamos nosotros y lo que sacaba la prensa.

Cuando se produjo una manifestación por la vivienda, que detuvieron al párroco Carlos Jiménez de Parga y a un par de vecinos, pues se recogió una colecta con unas 500.000 o 600.000 pesetas. Cuando conseguimos que salieran de la cárcel de Carabanchel, nos enteramos que había habido una donación de una persona que era Jordi Pujol. Con ese dinero ya recolectados se decidió ampliar un colegio que había en Palomeras. En ese momento Jordi Pujol tenía dinero y podía hacerlo. Pero la prensa era fundamental para difundir cualquier tipo de información, reivindicar cualquier cuestión o llamar la atención a algún político.

P: ¿Qué supuso la llegada del Metro a Vallecas?

R: El metro existía desde los años 20 hasta Puente de Vallecas, pero se había quedado en Portazgo. Lo importante era que el metro llegara al pueblo de Vallecas. Finalmente conseguimos en una primera etapa que llegara a Miguel Hernández y con Gallardón conseguimos las restantes hasta Villa de Vallecas. 

Hicimos un estudio sobre el tiempo que perdía la gente para desplazarse hacia Portazgo a coger del metro, además del coste porque había que pagar en muchos casos un autobús hasta la estación y coger el metro. Hay que recordar que en ese momento no había bono ni nada por el estilo. Fue un ahorro de tiempo, dinero y contaminación.

Conseguimos que vinieran a inaugurarlo los reyes y al día siguiente hicimos una fiesta en el barrio. Fue un acontecimiento porque beneficiaba a unas 12.000 personas.

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P: Recoge en el libro un titular de El País que contaba que '500 vecinos de Palomeras 'raptan' un autobús para exigir que la línea 57 llegue al barrio'. ¿Cómo eran este tipo de acciones cuando la Administración no hacía caso a los vecinos?

R: Antes de llegar a una situación como esta, se negociaba muchísimo, se presionaba, se decía por las buenas, nos reuníamos con todo el mundo. La Administración tiene siempre una capacidad para decir que no aunque luego tenga que decir que sí. No se había conseguido nada con el tema del autobús hasta que empezaron las movilizaciones.

Quedaron muchísimos vecinos en una parada, otros se subieron en Tirso de Molina, donde iniciaba la línea de autobús. En un momento dado, cuando se llegó al punto donde se quería desviar la ruta se le dijo al conductor que continuara. El conductor sabía que podía pasar algo de esto, así que no puso mucha resistencia. Llegaron los antidisturbios, los municipales, la gente de la EMT, pero se negoció y se acompañó al autobús hasta el final del destino. A los cuatro o cinco días se cambió el recorrido. Era un poco absurdo.

P: Decía en varias entrevistas que Esperanza Aguirre "fue terrorífica para Vallecas"

R: Venía con una idea muy clara: había que cargarse el movimiento social. Había que cargarse las asociaciones de vecinos e hizo todo lo posible. Cuando podía quitaba el local a la asociación y quitaba la subvención. Ella heredó los acuerdos a los que habíamos llegado con Gallardón, que eran 18.000 millones de pesetas que distribuimos y organizamos nosotros. Negociamos con la Administración qué había que hacer y la Comunidad lo implementaba. 

Esperanza Aguirre, a mitad del mandato, intentó cargarse todo, pero después intentaba aparecer en la foto. (Abre el libro y muestra una de las fotos visibles en el libro). Ella quería una foto con las asociaciones. En esta todos los cargos políticos están imputados por corrupción (ríe).

Fue un calvario. Se cargó el centro de empleo y desarrollo que estaba consiguiendo más contratos de trabajo que UGT y la CEOE. Eran pequeñas cosas muy subrepticias que hacían mucho daño.

P: ¿Cómo es ahora la relación con el Ayuntamiento?

R: Muy fría. El concejal del distrito,  Francisco de Borja Fanjul, vino el otro día a la presentación del libro y le reprocharon cuestiones como la de Somos Tribu. Lo encajó bastante bien. Pero la relación es bastante difícil, no es real. Ni en la FRAVM ni aquí nos hemos visto con el alcalde José Luis Martínez Almeida. Alguna vez nos hemos visto con algún concejal, pero la relación es fría.

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P: ¿Y con Isabel Díaz Ayuso?

R: Un poquito mejor. La Comunidad tiene muchos consejeros y cada uno es de su padre y de su madre. Hay más escalones y la gente de Ciudadanos o funcionarias que lleva toda la vida trabajando contigo y que si se puede hacerte un favor te lo hacen. Aunque están haciendo efecto las presiones de Vox para quitar subvenciones.

P: ¿Y con el Gobierno de Manuela Carmena?

R: Peor de lo que nos gustaría. Buena, porque había una relación cordial y se podían hacer cosas, pero había un problema de gestión. Las cosas tardaban muchísimo. Desde que se proponía una cosa hasta que se producía pasaba mucho tiempo. Pesó mucho en la imagen final de Carmena porque no supo gestionar un equipo bueno. En la etapa de Carmena no se hizo nada en cuanto a equipamientos. 

Con Paco Pérez la relación era buena porque le conocías de toda la vida de Vallecas, pero existía un problema de gestión y no saber resolver la burocracia. Dejó una sensación agridulce, aunque preferimos infinitamente a Carmena que al PP, ni dudarlo.