En estos días en los que el COVID-19 nos está arrancando el tiempo, son muchos los héroes que, anónimamente, combaten contra esta guerra biológica. Un enemigo invisible, que se propaga rápidamente y que nos mantiene en la más absoluta incertidumbre que se puede albergar entre las paredes de una casa. Todos estamos luchando, pero sin lugar a dudas, la primera línea de batalla se está librando en los hospitales, algunos de ellos improvisados como el desplegado en IFEMA, otros de 4 estrellas, como los de los hoteles cedidos y medicalizados en cuestión de horas.

Es cierto que faltan insumos, medidas de prevención y protección para nuestros sanitarios. Es cierto, que doctores, enfermeras, auxiliares y limpiadoras están demostrando estar muy por encima de las expectativas que, como sociedad, albergábamos, frente a una clase política que no da la talla, especialmente en la Comunidad de Madrid, la más afectada por la pandemia. Sin embargo, hay un sector del que poco hemos oído hablar, y que también libra duras jornadas, contrarreloj, para alimentar a todos los enfermos que, en muchos momentos, hacinados, demandan tratamiento. Se trata de las cocineras, pinches, gobernantas y jefas de cocina de los hospitales de nuestro país que han visto como su servicio, también se desbordaba minuto a minuto. 

“Nos hemos dado cuenta de cómo iba aumentando día a día el número de enfermos. El 80 por ciento del hospital está ocupado por pacientes con coronavirus”, explica a El Plural Antonia Muriel, una de las cuatro gobernantas de cocina del hospital Ramón y Cajal.

Este es uno de los grandes centros de la Comunidad de Madrid, que, junto al hospital de La Princesa, el Gregorio Marañón o La Paz, por ejemplo, centralizan la mayoría de los casos de coronavirus. Por cierto, sus cocinas son unas de las pocas que no fueron privatizadas en esta provincia.

“Respecto a nuestro equipo, hay pinches que suben a las plantas a pasar las comidas con sumo cuidado junto a la auxiliar. Lo están haciendo con una gran labor informativa y formativa porque hay mucho personal nuevo en enfermería”, comenta Antonia a este periódico.

“Todos tenemos la sensación de que caeremos”

Trabajan de turnos de siete horas y son aproximadamente unas 70 personas que en estos días  reestructuran su plantilla y la logística de las cocinas para ofrecer el mejor servicio posible: “Hay mucho miedo. Al personal que sube a planta se le provee de mascarilla y guantes; pueden usar una bata si quieren. En cocinas, siempre hemos usado mascarillas y guantes, por protección de la alimentación. Todas tenemos la sensación de que caeremos antes o después. De que vamos a enfermar”, narra a este periódico Antonia.

Según informan fuentes de esta misma cocina, se están ofreciendo entorno a las 670 comidas y cenas diarias, una cifra muy superior a la registrada en periodos de pleno invierno, cuando se producen los picos más altos de demanda y los máximos se sitúan entonces en las 500 comidas y cenas diarias. De los 70 empleados, aseguran que tan sólo han enfermado tres, de momento, un volumen muy inferior al registrado entre los sanitarios, más expuestos, sin lugar a dudas, al contacto directo con el paciente.

Según la gobernanta, “cuando enferma alguien por un posible corona, posible porque no nos están haciendo los test, se cubre inmediatamente esa baja, desde el mismo momento en el que se informa y en dos ó tres días nos cubren la plaza en cocina, en enfermería mucho antes”.

Y es que, son tiempos de trinchera, difíciles en los que la solidaridad también ha aflorado entre compañeros que cesan en el cumplimiento de su deber: “Los compañeros te dicen que todos los días llegan a casa asustados, sobre todo por el contacto con sus familias, pero que a la vez saben que al día siguiente tienen, deben, venir al hospital”. A muchos de ellos, seguro les gustaría quedarse en casa, pero no lo hacen. Son guerreros.

¡Cómo no hacerlo cuando la sociedad está volcada en una batalla común! Muestra de ello es, como explica esta gobernanta, la solidaridad que parte de otros sectores, ajenos al sanitario. Desde que todo esto comenzó numerosas empresas donan productos alimenticios al centro sanitario:  Algunos, como el Mercado Maravillas envían fruta diariamente a este hospital. Otras empresas, como Solan de Cabras o Auara, han enviado agua embotellada a los centros, un gesto de agradecer, teniendo en cuenta, como explica la gobernanta a este periódico, “el punto de vista higiénico y de prevención de riesgo” para quienes manipulan esos productos. Por otro lado, algunas ONGs, como Gastronomía Solidaria, están ofreciendo equipos de profesionales para preparar los menús en el pabellón de IFEMA, con capacidad para albergar a 5.500 enfermos. Definitivamente, podemos, cuando queremos, ser una gran sociedad, ¿no les parece?