El 23 de abril se celebra la fiesta de Castilla y León, que recuerda la sublevación de los comuneros contra el Rey Carlos I, en 1521. El Estatuto de Autonomía castellano y leonés, aprobado en 1983, así como la Ley 3/1986 establecen como fiesta oficial de esta Comunidad el 23 de abril. El grueso de las celebraciones son ese día, pero desde la noche anterior se inician actuaciones musicales y se acostumbra a realizar una acampada al aire libre para pasar la noche. A la mañana siguiente, los partidos políticos realizan una ofrenda floral en el monolito erigido en homenaje a los Comuneros y durante todo el día se celebran conciertos, exposiciones, teatros de calle y otras actividades lúdicas.
El origen de la celebración
Las milicias comuneras se rebelaron en 1521 contra el rey Carlos I, nieto de los Reyes Católicos e hijo de Juana La Loca. Estuvieron dirigidas por el toledano Juan Padilla, el segoviano Juan Bravo y el salmantino Francisco Maldonado.
Carlos I, nacido y educado en Flandes, fue nombrado rey de España en 1517. El hecho de no hablar el español y de tomar decisiones poco populares como una subida de impuestos para hacer frente a la crisis económica tras la muerte de Isabel La Católica provocó un malestar generalizado. En 1519 fue coronado emperador de Alemania como Carlos V y esto aumentó el descontento.
La rebelión de los comuneros estalló en Toledo, pero siguió en ciudades como Cuenca, Burgos, Salamanca, Guadalajara, Segovia, Valladolid o Zamora. Pedían que fuese un castellano el que dirigiese el reino cuando el monarca se ausentara, que los puestos de responsabilidad fueran ocupados por los nacidos en Castilla y que los intereses del pueblo estuviesen por encima de los del Rey.
Los líderes fueron decapitados
Los comuneros consiguieron hacerse con algunas zonas de Castilla, pero las tropas del rey les vencieron el 23 de abril de 1521. Los líderes de la rebelión fueron decapitados en la plaza de Villalar, en Valladolid, un día después. A partir de 1932 el pueblo empezó a conocerse como Villalar de los Comuneros y en su plaza Mayor hay un obelisco donde está la piedra en la que mataron a los cabecillas de la rebelión.
El lugar se convirtió en todo un simbolismo de la lucha por la libertad y tras el golpe militar franquista, las guerrillas republicanas lo hicieron suyo y crearon el Batallón Comuneros de Castilla.
¿Por qué fue una rebelión tan significativa?
La rebelión comunera ha sido considerada por muchos historiadores como uno de los primeros movimientos protodemocráticos de Europa. A pesar de estar liderada por miembros de la nobleza y de las ciudades, expresaba el descontento de amplias capas sociales con un modelo de gobierno que concentraba el poder en manos extranjeras y debilitaba las instituciones tradicionales del Reino de Castilla. Los comuneros reclamaban el fortalecimiento de las Cortes castellanas como órgano de representación del pueblo y exigían un mayor control sobre los impuestos y decisiones reales. En ese sentido, su lucha ha sido interpretada como una defensa temprana de la participación política frente al absolutismo emergente, lo que ha convertido a sus protagonistas en símbolos de la lucha por las libertades civiles y la identidad castellana.
Villalar durante la dictadura franquista
Durante la dictadura franquista, cualquier intento de reivindicar la memoria de los comuneros fue reprimido. Villalar se convirtió en un lugar simbólico para sectores republicanos, regionalistas y de izquierda que, en la clandestinidad, mantenían viva la memoria de Padilla, Bravo y Maldonado como mártires de la libertad. El régimen prohibió durante décadas cualquier tipo de concentración en la localidad. Sin embargo, en 1976, apenas unos meses después de la muerte de Franco, más de 400 personas se congregaron en Villalar desafiando la prohibición, en lo que se considera el primer acto público de reivindicación democrática en Castilla y León. La manifestación fue disuelta por la Guardia Civil, pero sentó las bases de la celebración popular que, a partir de la llegada de la democracia, se consolidaría como fiesta oficial.
Como parte de las celebraciones en Villalar, cada año se entona el Canto de Esperanza, considerado el himno oficioso del castellanismo. Sus versos, escritos el poeta berciano Luis López Álvarez, recuerdan el sacrificio de los comuneros y mantienen vivo el ideal de una Castilla libre, justa y participativa. La canción es coreada por los asistentes frente al monolito en homenaje a los líderes ejecutados, y representa una forma de mantener viva la memoria histórica desde lo popular y lo cultural.