Bob Dylan, músico, poeta y artista global, ha galardonado al premio Nobel de Literatura 2016, justo el año en que ha cumplido los setenta y cinco y que ha demostrado con creces que su poesía continúa en movimiento, al permanecer en giras sin fin y grabando discos constantemente.

Precisamente, el feraz artista actuó el pasado fin de semana en el festival de Coachella, California, en el que también participaron Neil Young (¿para cuándo su Nobel?), Rolling Stones, Paul McCartney, Roger Waters y los  Who.

Las letras de Dylan se han basado, fundamentalmente, en sensaciones y sentimientos subterráneos, religiosos, transgresores, críticos con la sociedad y siempre en favor del ser humano como individuo, al tiempo que subrayaba la faceta más cercana a la debilidad y la fragilidad de los hombres y mujeres tomados de uno en uno y envueltos en sus circunstancias.

Su lectura de la Biblia, la generación beat y los simbolistas franceses, así como la de Rimbaud en especial, se entroncaron con una sensibilidad especial, irrepetible y con un conocimiento del blues, el rock y el folk norteamericano descomunal. Como lo son sus canciones, su figura y su carisma de artista renacentista en plenos siglo XX y XXI. Pocos artistas premiados con el Nobel, han tenido, con sus obras, la influencia y la repercusión de Dylan en todos los rincones del planeta. Llega tarde el reconocimiento de la Academia Sueca, pero llega.