El mundo del fútbol ha cambiado mucho en los últimos años. Ha traspasado la frontera para convertirse en un negocio más que rentable. Ingresos y fichajes millonarios, giras de verano transoceánicas para recaudar más dinero y promocionar la marca del club y jugadores y un largo etcétera de ejemplos.

El modelo de negocio de los clubes cada vez es más parecido a una  multinacional, abandonando la imagen que tenían hasta finales del siglo XX. También se ha dado paso a otro tipo de líderes o gestores. Atrás quedan los Gil, Del Nido, Núñez, Lopera... Ahora los dirigentes son de otro pasta. Los empresarios españoles han visto como fortunas megamillonarias extranjeras han 'usurpado' sus puestos.

Los jeques árabes desembarcaron en Europa hace un lustro, aunque ellos no fueron los primeros magnates en invertir sus desorbitadas fortunas en clubes del fútbol. El pionero fue el ruso Roman Abramovich, al menos el primero que tuvo éxito. Compró el Chelsea en 2003 y lo ha llevado hasta lo más alto gracias a una inyección de dinero exacerbada y una gestión deportiva envidiable, poniendo las primeras piedras con el fichaje de -en aquel entonces - un desconocido Mourinho que venía de ganar la Champions con el Oporto. Eso sí, le costó alzarse con la Liga de Campeones, que no la consiguió hasta el 2012.

Tras el magnate ruso, arribaron las fortunas árabes. Mansour bin Zayed desembarcó en otro equipo británico: el Manchester City. Desde entonces, el crecimiento económico del equipo fue brutal, convirtiéndose en uno de los clubes de fútbol más ricos del mundo. Aunque la gestión deportiva no es tan exitosa como la del Chelsea.

Cuatro años más tarde, otro multimillonario decidió invertir sus petrodólares en el Paris Saint Germain. El catarí Nasser Al-Khelaïfi quiso seguir los pasos de bin Zayed para construir una entidad fuerte deportiva y económicamente, aunque en lo primero está costando más de lo normal. Ya después pasaron a España, aunque no salió como se esperaba desgraciadamente. El Valencia es claro ejemplo de ello, con el multimillonario Peter Lim; una gestión desastrosa que está llevando por el camino de la amargura al respetable valencianista. Aunque las esperanzas están puestas en la inyección que puede recibir el Atlético de Madrid con la ayuda de Wanda Group, propietario de parte del accionariado colchonero. 

No todo es oro lo que reluce

No obstante, al menos en lo que a España se refiere, las cosas no suelen salir tan bien ni con capital extranjero ni con gestores patrios. De presidentes de clubes corruptos se ha pasado a fortunas extranjeras que, de momento, no están dando ningún resultado. Es más, a algunos equipos les ha costado un disgusto y casi su desaparición, como al Racing de Santander.

El paradigma del equipo cántabro adquiere unos tintes de sinvergonzonería extrema. Ali Syed compró el Racing e incluso lo llevó a la UEFA de la mano de Marcelino García Toral. La situación era idílica, pero todo se fue al traste y el conjunto verdiblanco rozó la desaparición, una desaparición que practicó el propio magnate hindú tras incumplir su palabra para el pago de la deuda del Racing. Practicó el escapismo y no se ha sabido mucho más de él.

Pero hay casos similares y no necesariamente de fortunas o empresarios extranjeros. Piterman, Del Nido, Lopera, Núñez, Jesús Gil... Deportivamente a los clubes, de manera irregular, les fue medianamente bien, sobre todo si hablamos de la gestión de José María Del Nido. El presidente del Sevilla llevó a su club a dos campeonatos de la Europa League actual, aunque su futuro no sería precisamente bueno.

El empresario sevillano actualmente se encuentra entre rejas. Fue imputado en 20014 y volvió a serlo en 2006 junto a Julián Muñoz por el Caso Minutas. Pero hasta 2014 no fue encarcelado.

De Del Nido a Gil pasando por Lopera

La estrecha relación entre Del Nido y el mítico presidente del Atlético es una palabra bien sencilla: Marbella. Toda la corruptela salida de la ciudad malagueña salpicó a sendos dirigentes. El sevillano fue abogado de Jesús Gil cuando fue alcalde de la localidad marbellí. Por no hablar de las 'locuras' de Jesús Gil.

Sin marcharnos de Sevilla tenemos al no menos extravagante Don Manuel Ruiz de Lopera, también condenado como sus homólogos. El presidente del Betis fue procesado por un delito contra la Hacienda Pública en 2006 por su gestión al frente del club verdiblanco, aunque no ha ingresado en prisión.