Reflexiona Phillip Ball en su ensayo El instinto musical: escuchar, pensar y vivir la música sobre la capacidad de nuestro cerebro para sentir y crear música. Pero, ¿puede una máquina, un robot, sustituir la emoción humana en estas lides? YuMi parece haber venido a desafiarnos con este planteamiento. Ha ocurrido durante el primer Festival Internacional de Robots, que se ha celebrado recientemente en Pisa, Italia. El robot YuMi, un androide de dos brazos producido en la compañía ABB, con sede en Zurich, hizo su debut ante unos 800 espectadores como director de orquesta, en un concierto benéfico que se celebró en el Teatro Verdi. Dirigía al tenor italiano Andrea Bocelli, que interpretó La Donna è Mobile, la aria del Rigoletto de Verdi, y a la soprano María Luigia Borsi. Bastante tiempo, solo 17 horas, le llevó al maestro Andrea Colombini, director de la Orquesta Filarmónica Lucca, instruir a YuMi y su par de brazos para la tarea de dirigir solo seis minutos de una pieza musical. A YuMi, cuyo nombre se deriva de la frase "tú y yo", se le enseñaron y memorizaron todos los movimientos de Colombani, que ha reconocido que le sorprendió la fluidez de los movimientos de su pupilo, y los matices en su expresión. Una escena muy alejada de la rigidez que el artista le presuponía a un robot, y eso que el músico ya tuvo una experiencia similar en 2008, cuando formó a Asimo, un robot blanco de cuatro pies (1,2 metros) diseño de Honda.
El experimento tenía como finalidad avanzar en las funcionalidades de las aplicaciones robóticas, probando cuán intuitiva y autodidacta puede ser una máquina como esta.
Los amantes de la música no lo ven del todo claro: YuMi puede marcar el ritmo en piezas con una partitura determinada, pero no puede improvisar, reaccionar frente a los músicos ni  interactuar con ellos. Además, para algunos de los expertos presentes, al autómata le faltaba la vitalidad propia de un cuerpo de carne y hueso, ese ritmo que los directores de orquesta logran mantener incluso con su propia respiración. No hay manera, para muchos, de que pueda reemplazar la sensibilidad y la emoción de un director de orquesta humano, porque un robot no tiene alma. Según sentenció el propio Colombini, es sólo un brazo, no el cerebro, no el corazón.   https://www.youtube.com/watch?v=fohc1Qg-rQU