Diego Gil lleva haciendo rap desde mediados de los años 90 bajo el nombre de Rapsusklei. Más de 20 años después, presenta su nuevo trabajo, Insano Juicio, mostrándonos una vez más la faceta más pura y sentimental del artista: "Soy un sufridor", confiesa, delatándose así como el verdadero padre de su obra. Melancolía, sufrimiento, desgarro. "He querido mostrar en este último trabajo todo lo vivido este año tras la gira de Origami. Desamores, frustraciones y miedos, lo que han provocado que vuelva a hacer un trabajo melancólico". Un músico que se arranca el corazón en cada verso y te escupe rimas afligidas.

Su música es un ejercicio de inspiración de musas, de lirismo, de métricas; pura poesía. Uno presume tener en frente al típico artista leído, con incontables referencias poéticas a sus espaldas. Nada mas lejos de la realidad: “He leído muy poco. Algo de Miguel Hernández porque es puro pueblo, pero cuando era niño me pasaba las horas escuchando y hablando con los mayores en el bar de mi madre. La poca cultura que tengo es por inquietud. No tengo ni EGB ni el graduado. En sexto me echaron a la calle y todavía no he vuelto”. Sin embargo, el talento innato se impone a la formación. Cuando hablamos de música, es diferente: “En cuanto a música soy puro Nueva York de los 90. Fuera del rap, me quedo con salsa, blues o flamenco. Ahí hay verdaderos poetas. Lole y Manuel, Rubén Blades, esos son mis referentes poéticos".

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En acción desde aquellos tiempos de cintas de cassette en los que los loros chillaban en los parques y Rapsusklei, Club de los Poetas Violentos, SFDK o Violadores del Verso retumbaban las paredes decoradas con botes Montana. Ahora, desde los mismos parques, la música se escucha en streaming y a través de un teléfono móvil: "Me he adaptado bien a los tiempos. Lo tuve que hacer por cojones cuando monte mi sello Eterno Miusik. Es un mundo que no me disgusta. Al principio, las grandes discográficas se echaban las manos a la cabeza, contra la piratería y demás. Pero ellos son los verdaderos piratas. Las grandes multinacionales le robaban al artista y al consumidor. Ahora coge alguien sin ayuda de nadie, se graba sus propios temas, los sube a Youtube o Spotify y tiene millones de reproducciones”. Tal evolución, a través de la inmediatez y la facilidad para la creación, ha conllevado a una democratización del arte que conlleva aspectos tanto positivos como negativos: “Ahí entra en juego el público que es quien tiene que saber distinguir entre lo bueno y lo malo; contra eso no podemos luchar. Es como las votaciones”.

En un momento en el que el trap ha fagocitado los ritmos urbanos, el rap más purista, artesanal y cuidado pervive gracias a artistas como Rapsusklei: "Me llevan dos años preguntando lo mismo, incluso mi opinión ha cambiado en este tiempo. Ya no le tengo el miedo que podía tenerle antes. Diferencio el trap americano y el español. Cuando escucho a alguien de aquí hablando de coches de lujo, putas y pistolas, no me lo creo. En realidad cuando nosotros eramos jóvenes y escuchábamos rap americano se hablaba de eso. Lo que pasa es que si lo hacía alguien de aquí nos reíamos en su cara”. Y es que esta evolución musical también ha conllevado un vacío de contenido, a letras vacuas y la edificación de un producto de masas frente a una obra artística: “Esto también es una parte del rap aunque no nos guste”, suspira.

Rapsusklei formó parte del elenco de artistas que dieron forma a Los borbones son unos ladrones, una iniciativa que nació como protesta a la condena a Valtonyc por injurias al rey y en defensa de la libertad de expresión y contra la censura. El rapero, atisba una involución en torno a este tema: “Estamos peor en cuanto a la censura". Sin embargo, también diferencia en las formas: "Estoy muy a favor sobre la libertad de expresión aunque yo no lo diría de esa manera. En mi tiempo decías burradas y no existía la censura. Ahí está el estilo de cada uno de cuidar la lírica. Puedes criticar la monarquía de mil maneras. Si dices una burrada, entiendo que la gente se puede ofender, al igual que se pueden ofender un católico por un juramento o una mujer que se enfrenta al machismo día a día. Pero de ahí a encarcelarte por ello…”

Rapsusklei

Oriundo de Zaragoza y con un marcado acento aragonés, Rapsus ha crecido a orillas del Ebro, una de las cunas del rap ibérico. Sin embargo, vive en Barcelona, donde tiene la sede su sello discográfico. Así se ve el conflicto catalán desde sus ojos: “Yo estoy a favor de lo que decida el pueblo. La unión hace la fuerza. De todas formas, no soy independentista ni tampoco lo sería”. 

Sobre su obra, reflexiona afirmando que “hay momentos en los que he pasado melancolías y son las que mas han llegado. A fuego o 60 veces por minutos, se que han llegado mas a los corazones que otras. Son canciones que escribes del tirón, te salen del alma. Ese tipo de canciones diría que son mis creaciones más puras”.

Las rastas de Rapsusklei han sido siempre un sello de su identidad. Tirabuzones hasta debajo de la cintura servía de símbolo del artista. Por eso, cuando se las cortó, resultó un hito diferencial en la carrera del artista. Y todo el transfondo de un acto simbólico: "Estaba cansado del mundo mediático y estético. Quería romper algo en mi vida, un pasado. Las tengo colgadas, las tengo mucho cariño. Imagínate, son 17 años. He vivido muchas cosas con ellas, he pasado muchas cosas malas y también quiero empezar a vivir feliz. Ha sido muy triste toda mi vida". 

Este sábado, Rapsusklei se sube al escenario de la sala Sala Mon Live! de Madrid (antigua Penélope) y mostrar al público su arte, "alguna sorpresa" sobre sus rastras y presentar su último trabajo, Insano Juicio