Hasta que cumplimos dos años, todavía no sabemos conservar recuerdos, algo que puede volver a ocurrirnos más adelante si contraemos la enfermedad de Alzheimer, cuando la mente, al verse privada de la facultad de conservar recuerdos, echa mano de los que ya tiene, lo que explicaría que las víctimas de esta dolencia se comporten como niños o recurran a imágenes de su infancia que, incluso, podrían creerse ya olvidadas en el magma de lo ocurrido en toda una vida. No es la única vez que Martin Suter, un escritor (y guionista) suizo de gran predicamento internacional, exhibe una sólida base científica una de sus novelas, combinándola con su narrativa elegante y sobria. En Qué pequeño es el mundo, el segundo libro que la editorial Libros del Asteroide ha pubicado en castellano del autor (además de Montecristo), pero el primero que escribió el autor (allá por los años 90), usa el avance de la enfermedad de Alzheimer como motor para que incrementar la tensión de la historia. En ella, la matriarca de una familia acaudalada y poderosa, gracias a negocios industriales, teme por su posición a raíz de la enfermedad de un empleado de la familia, que además fue compañero de juegos de su hijastro durante la infancia y juventud de éste, y fue testigo de un acontecimiento que se persigue ocultar. Las novelas de Martin Suter suelen combinar la crítica social con el suspense. Así lo hace en este título, criticando a la alta sociedad suiza. Un melodrama que se lee de una sentada, para muchos la mejor obra del autor, y en el que, pese a estar ubicado en algún lugar indefinido de Suiza, cabe todo el mundo, pues se refleja el dominio del fuerte sobre el débil, de las clases adineradas sobre las menos pudientes, de cómo se amasa una fortuna haciendo harina a los demás y se obvian los sentimientos de quienes no interesa considerar.