Las fotografías de las sufragistas británicas marchando por las calles exigiendo el voto para las mujeres o siendo arrestadas por la policía nos han llegado en blanco y negro, impidiéndonos contemplar una de las cosas más significativas de estas marchas: el colorido. Las sufragistas británicas pusieron sus cuerpos, pero también su creatividad, en favor de una causa del voto de las mujeres. Esta es una de las premisas de las que parte la artista María Carbonell (Molina de Segura, 1980) en el proyecto “The Subversive Stitch” (la puntada subversiva) que pudo verse en la apertura de estudios de la convocatoria Cultura Resident de producción artística en el Centro Cultural Las Cigarreras (Alicante).

Durante los meses de octubre, noviembre y diciembre, Carbonell ha desarrollado una investigación amplísima sobre los contenidos estéticos de las marchas sufragistas británicas y ha relacionado sus postulados con el feminismo actual. Así, podemos saber que para las sufragistas no se trataba solamente de hacer pancartas dibujadas a mano, sino que el hecho de coser e hilar juntas tenía más importancia, no sólo por el resultado estético final (lleno de colores y matices gracias a la mezcla de tejidos) sino por el tiempo que les permitía pasar juntas. Además, tal y como señala Carbonell, estas actividades textiles se presentaban como herramientas de significación, resistencia, visibilización, autodeterminación y protesta. La utilización de estas prácticas y su reconversión en los espacios públicos tenían que ver con un mecanismo consciente de ejercicio subversivo al colocar en primera línea ‘cuestiones femeninas’ consideradas de ‘segunda’, por su domesticidad o por su falta de profesionalidad.

Las sufragistas utilizaron sus habilidades de costura para crear un nuevo vocabulario visual e hicieron del bordado a mano una herramienta que subvertía el estereotipo de lo considerado “femenino” y lo sacaba del tradicional espacio privado al espacio público, haciendo de lo personal algo político. Banderas, pancartas y estandartes confeccionados en el espacio doméstico salieron a las calles para representar no solo la lucha por el derecho al voto, sino un debate más amplio sobre las definiciones de feminidad y el lugar de las mujeres en la vida pública.

Carbonell relaciona con muy buen tino las reivindicaciones de aquellas sufragistas, sus estrategias y métodos de protesta (las manifestaciones, acciones que ponían el cuerpo en el centro, las pancartas, las banderas, etc.) con movimientos feministas actuales como FEMEN, Pussy Riot, Slutwalks o el movimiento #MeToo, que utilizan también el potencial simbólico de sus propios cuerpos como forma de protesta mediante la intervención en el espacio público, a través de acciones performáticas que se convierten en espectáculos para llamar la atención de los medios y del público.

El hilo que une el pasado al presente

La primera de estas banderas pudo verse en Las Cigarreras y toma elementos gráficos de distintas marchas sufragistas. Desde la forma hasta las ilustraciones, Carbonell devuelve a las fotografías en blanco y negro el color que llenaba las marchas en favor del voto de las mujeres. Todo un espectáculo de reivindicación, feminismo y creación artística que debía sorprender por su colorido y belleza. “My body belongs to me” (mi cuerpo es mío) es el mensaje que la activista tunecina y ex miembro de Femen, Amina Tyler, pintó sobre su pecho en 2013. Para ella pidieron cien latigazos y morir lapidada. El mensaje (que se ha repetido en multitud de manifestaciones feministas en todo el mundo) reivindica el derecho de las mujeres a decidir sobre sí mismas, en una cuestión tan íntima pero tan cargada de política como lo son el deseo y la sexualidad (como ya señalara Kate Millett en 1970). Carbonell establece una línea directa no entre el feminismo actual y la Segunda Ola (algo que habitualmente ya se hace) sino sobre todo con la radicalidad y profunda defensa del sufragio femenino de las británicas, que no dudaron en sufrir violencias de todo tipo para conseguir algo que hoy nos parece tan evidente como poder votar.

Esta es la primera de una serie de banderas que relacionan en lo visual, en lo estético y en lo político a feministas actuales con las ancestras que nos precedieron y que no dudaron en sufrir en sus propias carnes lo que el patriarcado está dispuesto a hacer con tal de que los derechos feministas no avancen. Estas banderas son un mensaje claro, en el pasado y en el presente: con los derechos de las mujeres, ni un paso atrás.