El confinamiento, tan necesario para frenar la expansión del coronavirus, tiene, no obstante, efectos sobre el organismo, que aumentan conforme lo hace también el tiempo de aislamiento.
Uno de ellos es el déficit de vitamina D, una prohormona que se activa mediante el contacto de la piel con los rayos ultravioleta tipo B y que juega un importante papel en el sistema inmunitario. “La vitamina D dispone de receptores específicos en algunas células de nuestro organismo necesarios para ejercer sus funciones, entre ellas linfocitos y macrófagos, células encargadas de la inmunidad celular de nuestro cuerpo”, explica el Dr. José Manuel Cucalón, miembro del Grupo de Trabajo de Endocrinología, Metabolismo y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Es por esto que si tenemos bajos niveles de vitamina D, el sistema inmune puede verse debilitado y hacer más difícil nuestra defensa frente a los agentes externos, incluido el coronavirus. Es más, este equipo de especialistas subraya que se han publicado distintos artículos en revistas médicas en los que se confirma que pacientes afectados por COVID-19 tenían bajos niveles de vitamina D.

Hay que tener en cuenta, además, que “acabamos de salir de un otoño y un invierno en el que la insolación ha sido bastante escasa, lo que hace que estos niveles se encuentren ya algo resentidos”, precisa el Dr. Cucalón.

No obstante, es posible mejorar nuestros niveles de vitamina D también en el aislamiento. Para ello, se recomienda seguir estas pautas:

1. Aumentar la insolación de nuestro cuerpo en la medida de lo posible. Si no se dispone de terraza o balcón, tomar el sol desde la ventana. Se aconseja una exposición diaria de 10 a 15 minutos en brazos, piernas y cara. Con el fin de sintetizar más vitamina D, conviene exponer la mayor parte de superficie dérmica posible. En contra de las recomendaciones habituales, en este caso, se debe tomar el sol en las horas centrales del día cuando está alto, evitando, eso sí, que se queme la piel, y sin protector solar, ya que este tipo de productos disminuye mucho la producción de vitamina D.

2. Incrementar en la dieta los productos que contienen esta vitamina. Es el caso de los pescados azules (salmón, boquerones, arenques o sardinas), los hongos y las setas (champiñones), el marisco, el hígado de animales, los huevos (yema), el aguacate y los cereales. También se puede recurrir a alimentos enriquecidos con esta vitamina, como los lácteos, aunque desde la SEMG advierten de que en España tienen poca cantidad de vitamina D.

3. En colectivos con factores de riesgo asociados como personas mayores, niños y adolescentes en crecimiento, lactantes, mujeres embarazadas y pacientes con patologías crónicas como enfermedades renales, hepáticas, intestinales, óseas o inmunitarias, se recomienda suplementar con algún producto o medicamento con vitamina D, como por ejemplo el colecalciferol.

Infografía SEMG DÉFICIT DE VITAMINA D Y COVID 19