El cáncer de mama sigue siendo el tipo de cáncer más común entre las mujeres a nivel mundial. Se estima que 1 de cada 3 mujeres lo padecerán en algún momento de sus vidas. Aunque décadas de avance científico han conseguido que sea uno de los cánceres con mejor pronóstico, siempre y cuando se detecte en fases tempranas. Por ello, la prevención y el diagnóstico precoz son pilares fundamentales para afrontar esta enfermedad, junto a la importancia creciente que están tomando las pruebas genéticas.
No existe una causa directa que desencadene el cáncer de mama, pero sí existen ciertos factores de riesgo que pueden aumentar significativamente la probabilidad de desarrollarlo. La edad es uno de los factores más importantes: a mayor edad, mayor es el riesgo. Otros factores incluyen haber tenido un cáncer de mama previo, la exposición prolongada a estrógenos, derivada de que se haya tenido una menarquía -primera menstruación- temprana o una menopausia tardía, el uso de terapia hormonal sustitutiva que se suele utilizar para aliviar los síntomas de la menopausia, así como hábitos poco saludables como la obesidad, el consumo de alcohol y tabaco.
Además, el componente genético juega un papel fundamental. Las mujeres que tienen antecedentes familiares de cáncer de mama o que portan mutaciones genéticas, como BRCA1, BRCA2, CHEK2 o ATM entre otras, tienen un riesgo considerablemente mayor.
“El avance científico y desarrollo de paneles de secuenciación de genes para detectar alteraciones genéticas ha permitido localizar pacientes que son portadoras de mutaciones genéticas asociadas a una mayor predisposición a desarrollar cáncer de mama y con ello, enfatizar las medidas preventivas en estos casos”, nos explica el doctor Héctor Callata, especialista en cáncer de mama del Servicio de Oncología Médica de la Fundación Jiménez Díaz y de OncoHealth, “tanto con la recomendación de hábitos de vida, evitando factores de riesgo, y con un mayor seguimiento y revisiones periódicas con pruebas de imagen que permitan detectar el cáncer en estas pacientes de una forma más temprana”.
Prevención: Cómo reducir el riesgo
Una de las principales recomendaciones para prevenir el cáncer de mama es el cribado temprano. Las mamografías anuales, recomendadas a partir de los 45-50 años, son la herramienta más eficaz para detectar la enfermedad en etapas tempranas. En España, todas las Comunidades Autónomas ofrecen programas de cribado poblacional que han demostrado reducir la mortalidad por esta enfermedad.
Y más allá de las mamografías periódicas, se han desarrollado en los últimos años “técnicas sofisticadas, como la resonancia magnética, la mamografía con contraste, la tomografía con emisión de positrones”, entre otras, explica el doctor Callata, que “han permitido alcanzar mejores diagnósticos, fundamentales para establecer un tratamiento personalizado y mejorar las tasas de curación”.
Chequeos y mamografías: el mejor momento para empezar
Los chequeos regulares y las mamografías son la piedra angular de la detección temprana. Las diversas sociedades científicas recomiendan que las mujeres empiecen a realizar mamografías anuales a partir de los 45-50 años. Sin embargo, en mujeres con un mayor riesgo por predisposición genética o antecedentes familiares, estas pruebas pueden comenzar antes, dependiendo de la evaluación de su médico.
“Actualmente la autoexploración mamaria no está recomendada como método de cribado para la prevención, sin embargo, es muy recomendable que todas las mujeres tengan una autoconciencia de cuidado mamario, por lo que la autoexploración es muy recomendable como hábito de cuidado personal”, incide el experto, y es recomendable una autoexploración 1 vez cada 2 a 4 semanas”.
El síntoma inicial más frecuente es la palpación de un nódulo mamario, generalmente no doloroso, aunque pueden asociarse otros síntomas como retracción de la piel adyacente de la mama o retracción de pezón. Si se detecta un tumor mamario de reciente aparición o alguno de los síntomas anteriores, “se debe consultar al médico o ginecólogo para que evalúe y realice las pruebas pertinentes”.
Pruebas diagnósticas: tecnología al servicio de la salud
Las pruebas diagnósticas han avanzado notablemente en las últimas décadas. La mamografía sigue siendo la técnica más utilizada, ya que permite detectar tumores en estadios muy tempranos. Complementariamente, se recurre a la ecografía mamaria que “utiliza el ultrasonido para ver las lesiones y suele ser una técnica complementaria a la mamografía, además de ser de mucha utilidad para la valoración de los ganglios axilares”. Otra alternativa es la resonancia magnética, que “captura imágenes mediante el uso de campos electromagnéticos, y es generalmente empleada para descartar multifocalidad o en el caso de mujeres portadoras de mutaciones genéticas”.
La biopsia es el siguiente paso para confirmar la presencia de un tumor maligno. Esta técnica permite “recoger muestra del tumor en estudio y puede realizarse mediante punción y aspiración del contenido de la lesión o mediante la escisión de un pequeño fragmento del tumor”.
A nivel más avanzado, existen estudios complementarios como la tomografía axial computarizada (TAC) o la gammagrafía ósea, que se emplean para descartar metástasis en otros órganos. Para profundizar en el impacto de estas pruebas y su importancia en la lucha contra el cáncer de mama, puedes leer un análisis detallado en nuestro reportaje sobre diagnóstico y tecnología en la lucha contra el cáncer de mama.
Genética: el papel crucial en la prevención
Uno de los avances más significativos en la lucha contra el cáncer de mama ha sido la identificación de mutaciones genéticas que predisponen a la enfermedad, como BRCA1, BRCA2, CHEK2, y otras. Las mujeres que son portadoras de estas mutaciones deben seguir medidas de prevención más estrictas, que incluyen desde revisiones periódicas hasta la posibilidad de someterse a cirugías preventivas.
Las pruebas genéticas no solo permiten identificar a las mujeres con mayor riesgo, sino que también ayudan a personalizar los tratamientos, lo que resulta en mejores tasas de supervivencia. Esto subraya la importancia de consultar con un especialista si existen antecedentes familiares, para valorar la realización de este tipo de pruebas.
Un mensaje de esperanza
El cáncer de mama es una enfermedad que, si bien sigue siendo devastadora, ha visto grandes avances en su tratamiento y pronóstico. Gracias a las campañas de cribado y al avance de la tecnología, cada vez más mujeres son diagnosticadas en fases tempranas, lo que mejora sus posibilidades de cura.
“Es fundamental que toda mujer a partir de los 30 años tome conciencia de esta enfermedad e inicie hábitos de vida saludables, realice un adecuado autocuidado con autoexploración mamaria periódicas y a partir de los 45-50 años (o antes en el caso de mujeres portadores con predisposición genética) realicen pruebas de cribado precoz con mamografías anuales”, concluye el doctor de la Fundación Jiménez Díaz.