La sensación social choca a veces frontalmente con los datos, y esta campaña electoral podría ser un buen ejemplo de ello, porque como dice Javier Urra en declaraciones a ElPlural.com “una cosa es lo que la gente dice, y otra lo que piensa realmente y lo que hace”.

Con esta máxima por bandera en la presente campaña, tanto él como Beatriz Sevilla, psicólogos ambos, arrojan luz sobre la sombra que a veces puede desprenderse del tono de enfrentamiento al que, para más inri, se le añade que la próxima fiesta de la democracia vaya a tener lugar en pleno periodo vacacional. Con la distancia que otorgan la experiencia en el caso del primero y la juventud en el caso de la segunda, ambos rebaten -amparados por las cifras- que el 23 de julio la participación vaya a ser baja.

“A la sociedad le puede cansar lo que es la política de BOE, pero está viviendo la campaña como un partido de fútbol, porque el ser humano es apriorista. De ahí que dos personas vean el mismo debate y saquen conclusiones totalmente opuestas, porque venimos condicionados por nuestras preferencias. Es como cuando en un partido de fútbol hay un penalti, va a dar igual lo que diga el VAR si eres de uno de los equipos (…) Además, en España votamos mucho yendo contra el otro, no con el nuestro.”, apunta el que fuera Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid con una pequeña risa. “Luego igual cuando salga uno u otro dice que todos son iguales, pero no lo piensa realmente, porque si no, no votaría”, apostilla.

La también trabajadora de RecURRA-Ginso considera asimismo que “la mayoría de la gente se ha movilizado y va a votar, a ejercer su derecho, sea por correo o como haga falta”. Un melón igualmente interesante el que se abre en esta conversación a tres es el que tiene que ver con la fecha electoral, que desde la derecha han criticado sobremanera; lo mismo que el voto por correo, cuestionado nuevamente como pasara hace un mes por parte de algunos sectores.

En términos puramente psicológicos, Urra habla a este medio sobre la distorsión cognitiva, un término que en la jerga se emplea para explicar aquellas obligaciones que terminamos por cumplir pese a resignarnos en un primer momento. “Claro que hay un poco de mosqueo, porque de vacaciones nadie quiere tener una obligación, y votar, para mí lo es, además de un derecho. El ser humano es más racional de lo que parece (…) Somos un gran país al que le gusta decir que todo va mal”, describe.

“Existe un sentimiento proyectado que hace pensar en la desafección, pero la gente se está movilizando y se va a movilizar; y la gente sigue hablando de política, y la gente va a ir a votar, y la gente quiere defender sus derechos” revela su compañera. “La política tiene una parte que termina configurando la forma de ser de las personas”, señala en una manera de expresar, sino que todo es política, sí al menos que es inevitable escapar de esta. Que las decisiones tomadas en el ámbito tienen sus consecuencias en la vida personal y que la manera de actuar de cada cual es en última instancia política. ¿Qué si no?

“Antes se decía que los jóvenes votaban a la izquierda y según crecías, te derechizabas. Ya no es así”

¿Y entre los jóvenes? ¿Predomina el interés o la desafección por la política? ¿Qué hay de aquellos que van a acudir a las urnas por primera vez para escoger a su presidente (o presidenta) del Gobierno?

Seguro que el lector ha escuchado en alguna ocasión aquello de que uno abraza a la izquierda cuando es joven y se va derechizando a medida que se hace mayor. Como si lo que se plantea desde el ala progresista no fuera posible o como lo que hoy es utópico nunca pueda convertirse en realidad.

Y es que, si no se hacen las cosas con ilusión, ¿de qué sirve? Esta es la pregunta retórica que de algún modo nosotros nos planteamos y los expertos responden: “Antiguamente sí era así -respecto al voto de izquierdas entre la gente joven- pero ahora no está nada claro. Lo mismo pasa en los barrios periféricos, que antes eran muy de izquierdas, mientras que ahora hay gente que asume, por poner un ejemplo, que los inmigrantes puede quitarles el trabajo. Y esto explica también los cambios en los comicios del 28M”. Estas transformaciones, subraya Urra, no lo son tanto en los pequeños pueblos, que reflejan una “mayor fidelidad” en las urnas.

En este apartado, ‘nuestro’ psicólogo propuso cuando ostentaba el cargo de Defensor del Menor que los jóvenes pudieran votar a partir de los 16 años, lo que implicaría una suma de 1.750.000 papeletas más: “Muchos consideran que todavía no son lo suficientemente maduros. ¿Y un señor de 92 años? ¿Igual lo es demasiado? ¿A quién le importa más el futuro? Estoy convencido de que los políticos activarían más criterios para los jóvenes si pudieran votar a partir de esta edad. Igual que a estas alturas nadie se atreve a cuestionar los derechos de los jubilados, como no podría ser de otra manera”.

Ideología arraigada más allá de medios y debates

“Es verdad que hay sitios en los que los amigos o incluso familias no hablan de política porque se han extremado mucho las posiciones”, lamenta Urra haciendo alusión a la situación de hace unos años en País Vasco o más recientemente en Cataluña. “A cambio se toma más partido (…) Por lo tanto, repito, en la teoría estamos cansados, pero en la práctica no, y toda la gente está pensando en cómo va a votar el 23J”.

Al margen de esto, otro de los motivos por los que la sociedad es política es que todo el mundo, quien más y quien menos tiene una ideología, en la mayoría de las veces “heredada” de la familia u otros círculos y que, siempre, resulta difícil de ocultar, bien por los lugares que uno visita, por la manera en la que cada cual se expresa... “Yo ahora mismo sé si eres de izquierdas o de derechas”, dice Urra en tono de humor interpelando al redactor de estas líneas.

Es indudable que los medios de comunicación interferimos en el voto y, por qué no decirlo, a veces exponemos demasiado a ciertas cuestiones a quien está al otro lado. De ahí que se critique a tertulias que dedican horas y horas a cuestiones como la ‘okupación’. Pero, ¿hasta qué punto el cuarto poder o los políticos, por mucho que a estos se les critiquen las formas, pueden cambiar el voto?

“La gente es adulta y cuando no le interesa algo, desconecta”, expone Urra. “Si alguien ve un debate es porque quiere”, señala el psicólogo. “En términos generales la gente está informada y al tanto de la situación. Tienen bastantes ganas de ejercer su derecho y dar su opinión política”, complementa Sevilla.

En los mismos términos, su compañero hace alusión al libro Prioridades en la vida de los españoles (Almuzara). El manual, publicado después de la pandemia, permitió a los autores del mismo (el propio Urra y el politólogo Enrique Domingo) realizar 4.000 entrevistas a personas de entre 16 y 75 años. “Concluimos que la gente no cambió nada, los hábitos sí, obligados por la situación del Covid, pero las creencias religiosas eran las mismas, las convicciones ideológicas también, y así un largo etcétera”, cuenta.

En consecuencia, si bien puede pasar -y ha ocurrido en alguna ocasión- es muy complicado que alguien de extrema derecha vote a la extrema izquierda. De ahí que, por mucho que muevan los medios o los debates, sea difícil que ese movimiento se produzca entre bloques. Esto lo saben también los partidos y, tal y como se está viendo, actúan en consecuencia.