El panorama de la ciberseguridad en Europa ha encendido las alarmas tras la creciente expansión del carding, una técnica de fraude bancario que se basa en realizar pequeñas transacciones con tarjetas de crédito o débito cuyos datos han sido robados previamente. Este método, aunque discreto, está demostrando ser altamente eficaz, ya que permite a los delincuentes vaciar cuentas bancarias sin despertar sospechas inmediatas.

Según expertos en ciberseguridad de Francia, el carding representa una nueva generación de estafas que deja de lado los grandes robos espectaculares y opta por la estrategia de desgaste: cantidades tan bajas que suelen pasar desapercibidas entre los movimientos habituales del usuario. Esta característica lo convierte en una amenaza especialmente difícil de detectar y frenar a tiempo.

Los métodos para obtener los datos bancarios son variados, pero el más común sigue siendo el phishing. Se trata de una técnica que engaña al usuario a través de correos electrónicos o páginas web que imitan a bancos u organismos oficiales. Su objetivo es claro: hacer que la víctima proporcione de forma voluntaria sus datos personales y bancarios. A esta estrategia se suman las aplicaciones móviles falsas, que aparentan ser legítimas y funcionales, pero que en realidad están diseñadas para capturar información confidencial de forma encubierta.

Una vez robados, estos datos no se quedan guardados en un cajón: se comercializan en la dark web, una parte oculta de internet donde las transacciones ilegales son moneda corriente. Un reciente informe de la empresa Kaspersky revela que actualmente hay disponibles unos 2,3 millones de registros bancarios franceses en estos mercados digitales clandestinos. Lo más preocupante del hallazgo es que aproximadamente el 95 % de estos datos todavía están activos y pueden ser utilizados por estafadores en cualquier momento.

Las autoridades y expertos insisten en la importancia de adoptar hábitos digitales seguros. Entre las principales recomendaciones está evitar hacer clic en enlaces sospechosos, no introducir datos bancarios en sitios web o aplicaciones de dudosa procedencia y, sobre todo, no almacenar información financiera en plataformas de compras, por más confiables que parezcan. Ante la mínima sospecha de un uso indebido, lo más adecuado es bloquear inmediatamente la tarjeta y notificar a la entidad bancaria.

El carding demuestra que el fraude digital se está volviendo más sofisticado, silencioso y persistente. Ya no se trata de ataques visibles, sino de una erosión constante del patrimonio financiero. Por ello, la mejor defensa sigue siendo la prevención basada en la información y la prudencia. Estar alerta hoy puede evitar un gran problema mañana.

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