Uno. Guardiola y el Nobel

Los españoles de izquierdas tienen el ‘corazón partío’ ante las elecciones de Extremadura de este domingo 21 de diciembre, víspera de esa Lotería de Navidad cuyo premio gordo, como la muerte, siempre les toca a los otros. Como españoles moderadamente patriotas, los simpatizantes de la izquierda deberían preferir una victoria por mayoría absoluta de la popular María Guardiola antes que un Vox crecido con un PP dependiendo de él. Ciertamente y visto su extravagante empeño en convertir el robo colateral de un puñado de votos en un intento de “dinamitar los cimientos de nuestra democracia”, la presidenta extremeña nunca tendría opciones de lograr un Premio Nobel de Ciencias Políticas si este existiera, pero mejor ella gobernando en solitario que no ver uncido su destino a la extrema derecha.

Dos. Gallardo y la gallardía

Todas las encuestas certifican que en estas elecciones el Partido Socialista está fuera de juego: su candidato Miguel Ángel Gallardo está tan oportunamente procesado como inoportunamente autodesignado. Vinculado al del hermano del presidente Pedro Sánchez, el asunto de su procesamiento es menor, casi estrafalario, pero no así el impacto político caminar obligadamente hacia el banquillo: ciertamente, algunos jueces, en Madrid, en Sevilla, en Badajoz, de nuevo en Madrid, ni quitan ni ponen rey pero sirven a su señor, un señor que no es propiamente una persona pero sí una fe, una doctrina, difusa pero fe, evanescente pero doctrina. Que algunos jueces, si no muchos sí los suficientes, militan obsesivamente contra ‘el sanchismo’ es una evidencia política inobjetable: sus autos y sentencias están sin duda erosionando al Poder Ejecutivo, pero mucho menos, desde luego, de lo que están socavando al propio Poder Judicial. Una democracia puede soportar bien lo primero pero no lo segundo.

Tres. Abascal al galope

Un ciudadano de izquierdas sin apenas rastro de sectarismo en su ADN ideológico preferiría una mayoría absoluta del PP, pues así el futuro gobierno extremeño de la increíble pero cierta María Guardiola no se vería condicionado por las exigencias ultras de Vox; por el contrario, un ciudadano de izquierdas fatalmente contaminado por el clima de polarización guerracivilista instaurado por el PP tras la decepción electoral del 23-J preferirá un fuerte incremento de los de Abascal a costa del PP, de forma que Guardiola se vea obligada a repetir la degradante genuflexión ante Vox con la que inauguro su primer mandato días después de jurar que jamás lo haría: hay pocas dudas, por cierto, de que estaría dispuesta a hincar la rodilla. Guardiola no se anda con medias tintas para aferrarse al poder: dices tú de Sánchez… Ignacio Peyró ha llamado, con elegancia, a esa conducta de Guardiola “cintura moral”.

Cuatro. Lo malo y lo peor

Extremadura: que gane el PP por mayoría absoluta es bueno para España pero malo para la izquierda en general y peor para Pedro Sánchez en particular; que su victoria sea insuficiente y necesite a Vox para gobernar será, en cambio, bueno para la izquierda pero malo para España. Mirad en vuestro corazón, hermanos socialistas, primos neocomunistas, cuñados soberanistas, y contadnos qué veis en él: ¿a un español templado o a un izquierdista sectario? Desde el punto de vista de la izquierda, en Extremadura se dirime hoy entre lo malo y lo peor: lo malo, mayoría absoluta de Guardiola que dispararía las expectativas de Feijóo a costa de las de Abascal; lo peor, un Vox marcando el paso al gobierno extremeño que dispararía las expectativas de Abascal a costa de las de Feijóo. Alguien de derechas no dudaría: optaría por el cuanto peor, mejor. ¿Son en esto iguales izquierdas y derechas? ¿Hay acaso más santos en un bando que en el otro? No, pero nadie, prácticamente nadie salvo quizá algún santo que por supuesto no sabe que lo es, logra escapar al espíritu descarnadamente utilitario de los tiempos, un espíritu que cabría equiparar a un gigantesco río cuya corriente nos arrastra, queramos o no, a todos, aunque a unos más velozmente que a otros.

Cinco. Autodisciplina civil

La izquierda todavía no ha entendido que los beneficiarios directos de ese generalizado utilitarismo moral -que es, como el dólar, la moneda refugio de nuestro tiempo- son los políticos ‘nacional-populistas-tirando-a-fascistas’ como Trump, Milei, Putin, Le Pen, Meloni, Salvini, Weidel, Orbán, Farage, Abascal, Ayuso, Wilders… La izquierda perdió su preeminencia ética frente a la derecha cuando empezó a anteponer, al contrario que el general romano Marco Furio Camilo, la victoria a la justicia. Las ideas de la izquierda son más generosas, más fraternales, más universales, pero no necesariamente lo son también sus candidatos así tomados de uno en uno, hombres y mujeres a quienes el partido dejó de exigir hace mucho tiempo la autodisciplina civil que haría de ellos ciudadanos ejemplares. Las ideas de izquierda importan a sus candidatos, desde luego, pero no tanto como para sacrificarse personalmente por ellas viviendo en una barriada modesta, renunciando a una escuela concertada para sus hijos o contratando un seguro privado de salud. Es este, ciertamente, un reproche algo ventajista y hasta un punto populista, pero no por ello deja de cotizar, y a muy buen precio, en el parqué de la ejemplaridad pública.

Seis. ¿Qué hacer, qué esperar?

Extremadura, pues, no solo como campa de batalla electoral sino como dilema moral. Dado que en ambos centros de poder gobiernan hombres y no santos, en Ferraz y la Moncloa sin duda prefieren que del recuento de votos de esta noche salga un Abascal fuerte y un Feijóo débil, ya que la suma de ambos factores inyectaría a Sánchez el oxígeno que tanto necesita para proseguir la legislatura. Mas como todo dilema moral tiene su envés, concluyamos subrayando que un Vox empoderado sería, sí, malo para los extremeños y aun para España a corto plazo, pero en cambio daría a medio plazo a los españoles de izquierdas -mayoritarios si acuden a votar- renovadas esperanzas de impedir una vez más la conquista del poder por parte de las derechas.