Este martes 22 de febrero se cumplen 83 años del fallecimiento de Antonio Machado. Uno de los más grandes escritores españoles de todos los siglos murió pobre, en una modesta pensión, enfermo al igual que su madre y en el exilio francés de la localidad de Colliure. Con el cuerpo de moribundo y el alma dolorida, Machado no pudo aguantar y falleció como escribió en los versos de su Retrato, “ligero de equipaje” y pobre:

“… Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar”.

Camino al exilio

Con el estallido de la Guerra Civil, Machado se ve obligado a huir de Madrid. Junto a su madre y su hermano José se aloja en una residencia de la localidad valenciana de Rocafort. Muy enfermo por su tabaquismo y la enfermedad bronquial que contrajo, el poeta está extenuado. La ruta del exilio no hace sino minar aún más su afección.

Luego los Machado se trasladaron a Barcelona donde residen desde finales de mayo de 1938 hasta comienzos de 1939.  Ante la inminente ocupación de la Ciudad Condal por el ejército franquista, Antonio y su familia se van de Barcelona en un vehículo de la Dirección de Sanidad.

Pasó su primera noche en Francia en un vagón de un tren en vía muerta

Tras una última noche en suelo español, concretamente en Can Faixat, una masía de Viladasens en el Gironés, muy cerca del Alto Ampurdán, junto a las cuarenta personas de su grupo, culminaron el último paso hacia el exilio. A solo medio kilómetro de la frontera francesa ante el colapso humano de quienes huían del terror de los sublevados, tuvo que desprenderse de sus maletas y caminar a paso enfermizo y agotado, subir una larga carretera en cuesta, sufrir las penalidades de la lluvia y frío hasta llegar, como en un vía crucis laico, a la aduana francesa. De allí en coches hasta la estación ferroviaria francesa de Cerbère donde pudo pasar la noche en un vagón en vía muerta.

A la mañana siguiente cogieron el tren hasta Colliure hospedándose en el modesto Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron con la esperanza de una ayuda que jamás les llegó.

Su madre sale unos instantes del coma para ver el rostro de Antonio al morir

El hermano de Antonio, José Machado, contó como su madre, despertando por unos instantes del estado de semiinconsciencia al que llegó por la dureza y sufrimientos del viaje, tras ver vacía la cama de Antonio junto a la suya, preguntó ansiosamente por él. Sin hacer caso a las mentiras piadosas que le contaban, comenzó a llorar amargamente. Antonio Machado fallecía el 22 de febrero, cuando cumplía 64 años y dando forma a la promesa que le hizo en voz alta en Rocafort: “Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio”. Ana Ruiz fue enterrada junto a su hijo en el nicho cedido por una vecina de Colliure, en el pequeño cementerio francés donde descansan sus restos desde aquel día.

La ACE (Asociación Colegial de Escritores) publicó el 24 de febrero de 2019 en su revista, la República de las Letras, un magnífico trabajo como homenaje a la memoria de Antonio Machado. Son textos basados en testimonios de José Machado, su hermano, y su esposa, Matea Monedero, del antiguo jefe de estación Jacques Baills o Corpus Barga, entre otros. Jacques Issorel, catedrático honorario de la Universidad de Perpiñán y especialista en la vida y obra del poeta sevillano, coordina estos testimonios narrando los últimos días de Machado en la pequeña ciudad francesa de Colliure.

Llegaron a Colliure “con lo puesto”

Algunos fragmentos de este trabajo resaltan la pobreza del poeta y su familia. “Los Machado carecían absolutamente de todo al llegar a Francia. En Cervia de Ter tuvieron que abandonar parte del equipaje y el resto en el puerto de Balitres. Así que llegaron a Colliure con lo puesto, según expresión de Matea, la esposa de José Machado”.

Sin camisa para mudarse

“Un día, me dijo José: Mi hermano no puede bajar. Yo le dije: ¿Por qué no bajan ustedes todos juntos a comer? Y me contestó: Porque no tenemos ropa de recambio. El día en que uno de los dos lava la camisa, espera a que el otro acabe la comida y suba para bajar a su vez”.

“Un día, Machado no bajó a comer y como Madame Quintana le preguntara por qué, el hermano le contestó: Está enfermo, tiene un poco de bronquitis. Tosía un poco y no sabían exactamente lo que tenía. Como mamá Ana estaba tan mal, yo -habla Matea- me levantaba por la noche e iba a verla varias veces. Una noche, cuando entré en la habitación, ya casi de mañana, observé algo muy raro en Antonio. Salí y le dije a mi marido: Pepe, Antonio está muy mal. Pepe se levantó enseguida. Serían como las seis de la mañana y decidimos que fuera yo en busca del médico”.

Los sufrimientos físicos y morales que tuvo que soportar Antonio Machado desde que salió de Madrid agravaron una salud ya precaria

“Se metió en la cama la víspera de que mi hijo viniera por las vacaciones de Carnaval. Al día siguiente, la mujer de José llamó a la puerta. Subió a las seis y media y me dijo que su cuñado estaba muy enfermo y que tenía que verlo el médico. Le dije: escuche, voy a acompañarla a casa del doctor Cazabens, que es nuestro médico y que vendrá. Fuimos las dos por él y vino inmediatamente. Dijo que era grave. Era asmático y cogió frío en Cerbére, sí, fue allí donde cogió frío. Como tenía asma, el médico lo encontró muy mal, porque tenía una congestión”.

Tumba de Antonio Machado

Machado se muere diciendo “¡Adiós, madre, adiós!”  

“El doctor Cazabens le recetó algunas medicinas y nos dijo que no se podía hacer nada. Antonio se moría, de eso ya no nos cabía la menor duda. Estuvo cuatro días muy agitado e inquieto. Se veía morir. A veces se le oía decir: ‘¡Adiós, madre, adiós, madre!’, pero mamá Ana, que estaba bien cerquita en otra cama, no le oía porque estaba sumida en un coma profundo. Los dos estaban en la misma habitación, la madre agonizando y el hijo también. Es triste ver a Antonio y a su madre: dos camas, uno agonizando en una y el otro en la otra. El estuvo dos días en agonía. Le llevé la botella de champán para mojarles los labios a los dos, y así se gastó la botella. Estaba consciente, me miraba y me dio las gracias con una sonrisa”.

José Machado, que vive en la intimidad del poeta, nota en sus recuerdos que en Colliure su hermano “veía claramente que se aproximaba el fin de su vida”

José Machado, que vive en la intimidad del poeta, nota en sus recuerdos que en Colliure su hermano “veía claramente que se aproximaba el fin de su vida”. “Lo velaron dos noches. Yo lo velé sólo una noche, la primera, hasta las cinco de la madrugada. Estaban Frère, Santaló, Baills, Elisa Soler, mi marido, mi primo Joan Coraminolle -que era republicano y a quien acogimos todo el mes en casa en lugar de que estuviera en el campo de concentración– y yo. Nada más. Frère lo dibujó desde todos los ángulos. Al día siguiente, vino Prats, pero yo no estaba”.

Amortajado en una sábana

“Cuando Antonio expiró, como la habitación era pequeña, tuvieron que sacar el cadáver alzándolo sobre la cama donde mamá Ana estaba inconsciente. Antonio estuvo de cuerpo presente en otra habitación y, desde luego, no murió desnudo sino vestido. Luego fue amortajado en una sábana, porque así lo quiso José al interpretar aquella frase que un día dijera Antonio a propósito de las pompas innecesarias de algunos entierros: para enterrar a una persona, con envolverla en una sábana es suficiente”.

Su madre cerró los ojos… y tres días después moría

“Lo demás que se ha contado son inventos. También se ha repetido que su madre murió tres días después sin enterarse de la muerte de Antonio, y tampoco es cierto. Apenas habían sacado el cuerpo sin vida de Antonio y por una de esas cosas que asombran, mamá Ana tuvo unos instantes de lucidez. Nada más volver en sí miró hacia la cama de Antonio y preguntó, como si la naturaleza le hubiera avisado de lo sucedido, con voz débil y angustiada: ‘¿Dónde está Antonio? ¿Qué ha pasado?’. “Y José, conteniéndose como pudo, le mintió diciendo que ya sabía que Antonio estaba enfermo y que se lo habían llevado a un sanatorio. Allí se va a curar, le dijo. Recuerdo que mamá Ana le dirigió una mirada en la que se veía que no aceptaba ninguna de aquellas palabras. Luego cerró los ojos y tres días después moría. Estoy segura de que en aquellos tres minutos de lucidez se dio cuenta de que su hijo había muerto”.

Los dos estaban en la misma habitación, la madre agonizando y el hijo también. Es triste ver a Antonio y a su madre: dos camas, uno agonizando en una y el otro en la otra

Un entierro austero y una calle repleta de españoles y exiliados

El entierro fue digno de lo que fue Machado. Sencillo y con sencillez, vinieron todos. Bueno, me refiero sobre todo a los españoles, exiliados también, que se hallaban en Colliure y que eran muchos y que vinieron primero a hacer una visita y después al levantamiento del cadáver. El hotel estaba absolutamente invadido por los españoles y por la gente venida de todas partes a quien habíamos avisado. También había algunas autoridades españolas en el exilio. Cuando se bajó a Antonio Machado de la habitación donde estaba para llevarlo al cementerio, el ataúd estaba envuelto en una bandera con los tres colores de la España republicana. Lo llevaron a hombros españoles, entre los cuales había oficiales. El municipio de Colliure hizo todo lo posible para facilitar las medidas necesarias en aquel momento. Asimismo, la población de Colliure, conmovida por la presencia de todos los españoles en el exilio, se manifestó en gran número. Mientras tanto había corrido la voz de que había muerto Antonio Machado y aunque la gente no lo conocía, se sabía que acababa de desaparecer uno de los más grandes poetas de la España republicana.

“Igualmente he de decir que cuando lo enterramos pensamos que un día su país lo reclamaría, porque un país como España en aquel entonces no podía separarse definitivamente de alguien como Machado, y así un día u otro habría de llevarse el cuerpo a España. Por eso, pedimos a una familia amiga de Madame Quintana (Matie Debohet), que tenía un panteón en el que aún quedaba un sitio, me acuerdo perfectamente que le pedimos si aceptaría prestar el panteón -ya que pensábamos que la estancia sería breve-, en espera de que Antonio Machado pudiera volver a su tierra de España”.

Madre e hijo en el cementerio de Colliure

“Por desgracia los acontecimientos no fueron como imaginábamos, y un buen día la familia necesitó el panteón. Entonces nos dijimos que no estaba bien que Antonio Machado fuera enterrado en la tierra, pues no se encontraría más tarde ningún resto suyo. Así que solicitamos ayudas. El señor Corredor se interesó especialmente por el asunto y creo que con el apoyo de Pau Casals lanzó un llamamiento para que una tumba digna del poeta fuera levantada en Colliure y en la que fuera posible enterrar también a la madre, que reposaba en la tierra. Por supuesto que antes tomamos las precauciones necesarias haciendo féretros forrados de cinc para los dos. Y fue solamente tras la construcción de la tumba cuando Machado y su madre pudieron reposar, el uno junto al otro, en el cementerio de Colliure”.

Late, corazón... No todo
se lo ha tragado la tierra”.

“Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado
tengo en monedas de cobre el oro de ayer cambiado”.