Reconozco que es un caso personal, pero la suma de muchos como el mío deberían también de considerarse y crear opinión. Tenía yo -y casi lo conservo integro por lo que explicaré- un millón de euros que había defraudado al fisco -¡quien esté libre de pecado que tire la primera piedra!- y estaba muy preocupado porque no veía la forma de legalizarlo y hacer uso de él con tranquilidad. La perspectiva de que una inspección de Hacienda lo detectara y me rapiñara todo el dinero, es decir, me hiciese pagar la deuda no ingresada, más la correspondiente sanción y los intereses de demora, amén de la posibilidad de ser condenado con pena de privación de libertad, me tenía sumamente angustiado.

Pero ¡hete aquí! que este Gobierno -mi Gobierno-, tan vilipendiado por muchos, ha tenido en cuenta mi desasosiego y ha amnistiado mi comportamiento -o, dicho con palabras más técnicas, me ha permitido aflorar todos mis activos ocultos-; bueno, se ha quedado con un 10% de mi dinero pero si lo dedica a un buena causa lo daré por bien empleado. Me acaban de pasar por “email” una fotocopia del BOE de 31 de diciembre del pasado año en el que se establece que durante todo el 2012 el Estado entregará mensualmente -o sea cada 30 días- a la Iglesia Católica 13.266.216,12 euros. Pues, a esto es a lo que yo llamo un buen motivo; una causa por la que me siento orgulloso -ya que no he tenido más remedio- de contribuir.

A partir de ahora podré hacer frente a todos los sobreprecios que mi Gobierno se ha visto obligado a imponer por culpa de los despilfarros de los anteriores gobernantes y, además, lo haré con dinero ¡qué satisfacción! absolutamente legal: las matrículas para que mis dos hijos cursen sus estudios universitarios sin necesidad, como recomienda el ministro del ramo José Ignacio Wert, de solicitar un préstamo al ICO, mis medicinas y las de toda mi familia sin el apuro de privarnos de nuestro cafelito diario o el de atender a mi suegra, con la inestimable ayuda de alguna “sudaca” a la que pagaré religiosamente sin seguros sociales para que se lo lleve todo “calentito” a su país, pues anda la mujer -la madre de mi esposa- con una severa demencia.

En fin, este es mi testimonio. El que lo quiera ver todo negro está en su perfecto derecho -al menos por ahora- pero lo que mi Gobierno está haciendo por los españoles es de un mérito y demuestra una valentía que sólo sabremos estimar cuando tome a saco la RTVE y nos lo explique como dios manda. ¡Ya me daréis la razón, incrédulos! ¡Qué sólo pensáis en vuestros particulares intereses! Voy a proponer al nuevo presidente de la Corporación que cierre las emisiones de la televisión pública con aquel inefable programa de “El alma se serena”. ¡Qué hace falta mucha serenidad en este país y bastante menos mala leche!

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económica