Uno va acumulando una existencia cansada, harta de carencias, vacía de contenido. Para muchos la vida es una simple duración. “Aquí no vivimos, duramos” me dijo un día un indio calchaquí. “Se nace, se dura, se muere y no ha pasado nada” Visión profunda de quien sólo se abrigaba con el poncho hermoso del tiempo, de la luna, de un calor nacido de una conciencia telúrica.
¿Tiene preferencia el préstamo bancario al techo de un desahuciado por deudas? ¿Tiene más derecho a la salud un talonario que una tarjeta sanitaria? ¿Por qué se atiende la inquietud intelectual de un uniforme-corte-inglés antes que un vaquero de segunda mano heredado por simple cronología? Ejecutivos y jornaleros, jets urgentes y plateros entretenidos con las margaritas del camino. Ricos de urgencia y números de carnicería con un cáncer a cuestas. Pobres que imposibilitan la elegancia de un Madrid limpio como asegura Ana Botella. Pobres prohibidos, como en Valladolid, por orden de un alcalde. Sueldos disminuidos de las mujeres porque los patronos las consideran de segunda clase. Mujeres arrinconadas por la Iglesia del amor, reducidas, jibarizadas, despreciadas como inductoras irredentas del pecado, cargadas de manzanas sacrílegas.
¿Quiénes son los pobres? ¿Tienen derechos los pobres? ¿Los reducidos a una condición fruto de esa selección natural, a ese producto de la voluntad divina?
•"Aceituneros altivos” cuarenta euros por jornada, agraciados con una ayuda de quinientos durante seis meses, obligados a pagar ochenta de seguro agrario durante doce, calentando sus manos escarchadas por los bares calientes de los pueblos mientras el Palace le pone sábanas de Holanda a Duran y Lleida. Este es el resumen de la selección natural para unos, de la voluntad divina para otros. No hay derecho a derechos. Unos con su grandeza. Otros con su miseria. Prostitución visa-oro. Muslos morenos para un amor apresurado, que viene la madrugada y hay que irse a la aceituna, al algodón, cuarenta euros la jornada, al andamio tinto y tortilla, a mirar mujeres hermosas cuando el bocadillo y la tartera preparada con cariño de mujer limpiando escaleras para el churumbel de una año cuidado por una hermana de doce.
No sigo escribiendo porque escuece la realidad circundante, porque humillan las palabras contra andaluces que sostienen la Giralda, la Alhambra, la Mezquita. Porque duelen las mujeres despreciadas, los niños callejeros, los bares subsidiados por subsidiados derrochones.
Pobres sin derechos que para eso son pobres.
Rafael Fernando Navarro es filósofo
http://marpalabra.blogspot.com/