Como referentes intelectuales del partido de la gaviota (algunos snobs nos quieren hacer creer que es un albatros) tenemos a Jiménez Losantos, propagandista hertziano condenado numerosas veces por mentir en los medios; a Hermann Tertsch, conocido por sus trifulcas arrabaleras a altas horas de la madrugada; al iluminado Pío Moa, cuyo currículum académico es haber formado parte de los GRAPO e intuírsele algún que otro resbalón violento; y al follachochitosdetreceaños Sánchez Dragó.
Como primeras espadas encontramos a González Pons, a Arenas, a Cospedal, a Saénz de Santa María y a Cristóbal Montoro, inspirados y guiados todos ellos por personajes de gran catadura política y personal como Aznar, Trillo, Camps, Zaplana, Cascos, y hasta el mismísimo fajín de Queipo de Llano.
Como representantes de la clase trabajadora nos quieren seducir con los encantos del caldito del puchero de Celia Villalobos o con la torta de José Antonio Monago. Y en el lado de los pijos están los Agag, los hermanos Costa y ese chico, llamado Nacho Uriarte, diputado por la cuota de Nuevas Generaciones, quien provocó (si recuerdan) un accidente de tráfico doblando la tasa de alcoholemia, y todo ello siendo vocal de seguridad vial en el Congreso.
Mi intención de describir un partido político modelo de buena praxis y principios éticos ha fracasado. La verdad es que no hace falta mirar al pasado del PP para asustarnos, sino que el presente ya es aterrador. Peor que su pasado y su presente juntos es el futuro que nos espera. En este sentido, fijémonos de nuevo cómo actúa su cantera, personalizada hoy en Juan José Cortés: resolviendo a tiros sus problemas familiares.
¿Qué harían con quienes no tenemos su sangre?
Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad y Comunicación de las Administraciones Públicas en la Universidad de Málaga
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