¿Es delito ocupar una finca propiedad de Defensa con el fin de reclamar la cesión de terrenos a los agricultores que pasan hambre? La inmoralidad es suprimir el oxígeno a la población y apuntar al “top manta” o a los inmigrantes sin papeles como si fueran el enemigo público número 1.

Sin embargo, si parece muy pulcro, por mucho que no lo sea, el libre albedrío de los poderosos frente a la progresiva fragilidad de la clase trabajadora. Dario Fo estrenó su comedia en 1974, un periodo de agitación social y sindical, de crisis económica, aunque el texto llegó a nosotros en 1983. El parecido con el aquí y ahora salta a la vista, y el asunto, por lo visto, no ha hecho nada más que comenzar. Aquí no va a pagar nadie porque nadie va a poder pagar un céntimo.

Imaginen ustedes dos equipos. Piezas blancas a la izquierda y negras, negrísimas, a la derecha, muy a la derecha. Los peones oscuros se mueven e intentan dominar el centro del tablero. Los blancos están ahí como pueden y caen varios en la lucha por la organizada acción del otro conjunto. Las piezas negras quieren controlar la partida y obtener un rotundo éxito paso a paso.

Las blancas ofrecen más palidez y no exhiben una estrategia bien orquestada para aguantar y tener aspiraciones serias de triunfo. Se defienden poco y mal. No pisan firme, con ánimos de victoria, y parece que se resignan. Los caballos negros esquivan al enemigo y saltan por encima. Los alfiles blancos corren alocadamente por los pasillos en diagonal. Cada uno por el suyo y queriendo eludir algún golpe que pueda tumbarles.

Las torres negras muestran el vigor de sus murallas irrompibles. Las blancas reciben ataques y se derrumban pese al intento de ser protegidas por sus correspondientes caballos. Los alfiles negros toman las mejores posiciones para proteger a su equipo y asaltar al contrincante. La dama blanca está de los nervios. Toma tila e intenta resguardar la corona de su monarca sin gran convicción.

Éste trata de ocultarse pero no encuentra escondite que sirva. La dama negra, muy apoyada, se mueve con soltura de ganadora por todas partes. Avanza, retrocede y vuelve a dar pasos hacia delante con la intención de acorralar a las otras piezas, especialmente a su rival femenina y al soberano que está a punto de tirar la toalla. Desde su envidiable posición, el rey negro da un cachete a un peón travieso de los blancos y airea la botella de cava para preparar el brindis.

Gana su potente bando, tras el oportuno jaque mate, y pierde la contienda la blanca y débil cuadrilla. Triunfan los poderosos del tablero y sufren frustración las piezas trabajadoras. Las más flojas de este jueguecito en el que, según el reglamento, han de vencer los de siempre. ¿Es posible superarse y organizar otras normas mejores y más justas? Ustedes, jugadores blancos, tienen la palabra. Muevan ficha…

Por eso vamos a celebrar otras olimpiadas enarbolando la antorcha contra la miseria en el mundo, la ambición financiera, los despropósitos y las fórmulas políticas que devastan el mínimo bienestar de las personas y del medio ambiente. Haremos marchas masculinas y femeninas, correremos y saltaremos obstáculos, así como los lanzamientos de martillo apuntarán hacia todos los autores de esta imparable recesión.

Los guantes de boxeo golpearán las mandíbulas de oro hasta dejar fuera de combate a las distintas formas de poder caciquil. Las llaves de judo pondrán patas arriba a nuestros avasalladores y se pedaleará equilibradamente, sin subidas que no se terminan nunca de escalar. Remaremos por las aguas bravas de la crisis y quedarán mansas. A merced de la ciudadanía.

Es necesario nadar con estilo mariposa para volar y superar el fraude permanente y el despotismo. Hacer hípica y relinchar ante los abusos de la banca y de los grandes patronos. Tirar flechas al corazón de la indignidad. Esgrimir el sable o el florete y no pinchar en hueso…

Meter goles en la portería de la soberbia y del egoísmo. En la de los salvadores de turno que no salvan nada, sino que nos condenan a la ruina. Hagamos, en fin, piruetas. Y burlemos el poderío de los villanos de lujo. El de los que imponen su maldita voluntad gracias a la mansedumbre colectiva.

Pues sí. Vamos a celebrar otras olimpiadas para alcanzar el podium de la equidad. Para dejar de ser perdedores, no pasar por el aro estrecho de la canasta, ganarle a la indecencia de los decentes y evitar la anulación de los individuos.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos