Viene esta reflexión a cuento de las predicciones que Mayor Oreja realiza sobre el futuro de la organización terrorista ETA y de su próximo -o lejano- entorno que son tan celebradas y aplaudidas por sus compañeros de partido y, también, por todos sus medios afines que lo consideran el oráculo de Delfos en materia de terrorismo etarra. Mayor Oreja, dicen, “siempre ha tenido razón”.

Cuando alguien que ha sido ministro de Interior, que conoce el “modus operandi” de una organización terrorista con la que ha establecido contactos para intentar acabar con su actividad criminal, aunque no haya tenido éxito, y que se ha plegado sin demasiada dificultad a sus exigencias -como la de que su presidente de gobierno la denominara eufemísticamente “Movimiento de Liberación Vasco” o la de acercar a cientos de presos a sus lugares de origen- está, lógicamente, en mejores condiciones que nadie para adelantar los pasos que son necesarios para su desaparición.

Lo que ocurre es que Mayor Oreja instrumentaliza estos conocimientos para lanzarlos cínica y ruinmente como dardos envenenados contra un gobierno que no es de su cuerda y que tiene por objetivo el mismo que el tuvo y que no consiguió. ¡Cuánto hubiese deseado el ex ministro de Interior anunciar a la ciudadanía española que el fin de ETA se había conseguido! Pero lo que no puede permitir, según todos los indicios, es que este anuncio lo realice su adversario -¿o quizás enemigo?- político. Consciente de que un éxito de esta naturaleza podría beneficiar las expectativas electorales del otro partido, trata por todos los medios de manipular y tergiversar los avances hacia su consecución para que sean percibidos por los ciudadanos como una traición o, cuando menos, como una claudicación.

Y en estas estamos. Un político rastrero que antepone el interés partidista al bien colectivo y una formación política que no desautoriza sus jaleadas, insidiosas, manipuladas y apocalípticas predicciones mientras dice mantener un acuerdo de Estado para acabar con una organización terrorista de la que, a tenor de la utilización que hace de ella, no puede prescindir para la consecución de sus fines exclusiva y puramente electorales.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas