Herman Melville tomó como base para “Moby Dick” el naufragio del barco ballenero Essex en pleno Océano Atlántico en 1820, tras ser hundido por un enorme cachalote blanco. En 1851, al poco tiempo de publicarse Moby Dick, el hundimiento de otro barco en Islas Galápagos, el Ann Alexander, también por el ataque de un cachalote, en este caso herido, ayudó considerablemente al éxito del libro que fue considerado en su momento como la gran epopeya americana por Nathaniel Hawthorne, se convirtiera en un “superventas”.


En En el corazón del mar Ron Howard pretende relatar esos orígenes, situando a Heman Melville (Ben Whishaw) frente a Thomas Nickerson (Brendan Gleeson), quien acepta contar unos sucesos que le han perseguido y atormentado durante toda su vida. Nickerson (interpretdo por Tom Holland en su juventud) se enroló en el ballenero capitaneado por George Pollard (Benjamin Walker) y el oficial Owen Chase (Chris Hemsworth), quien escribió poco después de su regreso la experiencia en el Essex.



Howard enfoca el relato alrededor de la obsesión. La de Melville por escribir el gran libro que desea; la de Nickerson por no querer hablar de los sucesos (aceptando por necesidad económica); la de Pollard y Chase por, no tanto perseguir a la gran ballena blanca, como por conseguir llenar los barriles necesarios de aceite de ballena para poder regresar, uno convertido en un joven capitán que haga honor a su apellido, el otro conseguir alcanzar el grado de capitán con barco propio. Si a esto se añade el énfasis en el negocio y en el dinero que aparece tanto al comienzo como al final de la película, y que Melville y Nickerson también llegan a un acuerdo económico, estaríamos ante unos personajes cuyas obsesiones personales vienen fundamentadas y auspiciadas por el dinero. El apunte, como casi todo lo interesante de la película, queda ahí, en un segundo plano que, aunque evidente, queda relegado. Porque aunque Howard pretende dar la suficiente profundidad a la historia, al menos la necesaria para poder “explicar” la procedencia de algunos de los elementos característicos de “Moby Dick”, tan solo lo consigue a medias y desde la superficialidad de una historia que Melville escucha y, después, la transforma en un relato que va mucho más allá de lo planteado por la película de Melville.



Pero dejando de lado todo lo anterior, En el corazón del mar, en su estructura y desarrollo funciona a la perfección como aventura marítima en un sentido clásico del término en cuanto a su forma interna, pero no así mediante sus imágenes, que busca una suerte de hibridación entre el clasicismo y la contemporaneidad, creando en algunos momentos ciertas disonancias interesantes que, sin embargo, no aportan demasiado al conjunto. La película posee músculo narrativo durante todo el tramo desarrollado con el Essex, pero decae durante la parte en la que quedan a la deriva. En gran medida porque en la primera, la falta de peso e interés por los personajes –la mayoría pululan por ahí sin sentido alguno y los que sí lo tienen son planos y reconocibles en su construcción- se suple con la épica del viaje y el enorme manejo de Howard de la acción; mientras que en la segunda, cuando todo depende más de la supervivencia humana y la interacción entre personajes y, por tanto, éstos deberían tener una peso mayor, a esas alturas, importa bastante poco todos ellos y sus circunstancias. Y estamos ante los momentos más dramáticos y más duros, en los que, además, se desarrollan los actos que durante años atormentaron a Nickerson y que, al final, pide a Melville que no incluya en su futura novela, como así será. Se agradece a Howard cierta frialdad o distancia en esos instantes, pero se echa de menos en otros momentos, como toda la parte final, en la que la reducción de la épica, tanto del relato como de los personajes, desaparece.



Porque los personajes han aprendido una “importante lección” de parte de un ser superior en su hábitat que les recuerda, como bien sabemos, lo minúsculo que el ser humano es en realidad frente a la naturaleza. Una secuencia no los recuerda, cuando Chase mira de frente a su perdición, y comprende que ha perdido. Melville absorbió bien la historia para su novela, como cualquiera que haya leído “Moby Dick” o, en su defecto, visto la película de John Huston, podrá recordar al ver En el corazón del mar que, en gran medida, más que relatar el surgimiento de la base de la gran novela de Melville, lo que hace es tomar sus elementos más conocidos para construir una película que, como decíamos, funciona bien como relato de aventuras cuando la acción toma el protagonismo.