Zapatero ha ido realizando los deberes, su vía crucis, con pesar. Las medidas tomadas van en la buena dirección y despiertan confianza en los inversores. Todo eso está bien por mucho que le pese al Partido Popular, el falso campeón de las políticas sociales.

El cofrade de honor Mariano Rajoy y la cofradía política del PP, sin dar golpe aunque con la lengua venenosa, imploran al cielo para que el país no salga de la crisis antes de las elecciones generales de marzo de 2012. Hay que “movilizar a la izquierda”, afirma Pérez Rubalcaba. Eso sí, el desánimo ante la situación económica es obvio.

Y es que la inquietud debe consistir en cómo abandonar la crisis creando trabajo y defendiendo los derechos sociales y laborales de la ciudadanía. Por cierto, unas 50.000 personas se manifestaron recientemente en Budapest, en respuesta a la llamada de la Confederación Europea de Sindicatos para protestar por las políticas de recortes y exigir una Europa más social, un salario y empleo justos.

La movilización dirigía un no a las políticas de austeridad. Pues bien. El rumbo sigue y seguirá en la misma onda. Las medidas del Ejecutivo están justificadas, claro. Lo que se justifica menos es que unos se despeinan mucho con estos aires y otros no se arrugan jamás. Sea como fuere, una de las intenciones estriba en dar un vuelco a las encuestas.

El presidente proclama que “no hay ninguna previsión en el horizonte de tener que hacer nuevas medidas de ajuste”. Debe desarrollarse la reforma laboral y la reforma de la negociación colectiva en busca de flexibilidad y de mejores bases para crear empleo.

Más que como un socialdemócrata, Rodríguez Zapatero se define como un demócrata social. Vale que el programa de una izquierda moderna pase por una economía bien gobernada con superávit y sin reducir derechos.

En Singapur ha dicho que “España es un poderoso trasatlántico” que va a seguir navegando con fortaleza. Sin duda. Entra agua aún en el buque, pero los esfuerzos del personal la achican. Enfrente se sitúan los que más tienen.

A propósito, el Banco de España va a controlar por ley los sueldos millonarios de la banca para asegurar que son coherentes con una buena gestión de riesgo. Los altos ejecutivos del sector financiero siempre exigen sacrificios a los demás mientras reciben remuneraciones millonarias. Ahora se anuncia que la Caja de Ahorros del Mediterráneo va a tener como principal accionista al Estado si no encuentra inversión privada.

En el anterior artículo exponíamos una reflexión de uno de los hombres de teatro más importantes del siglo XX. El alemán Bertolt Brecht dijo: “¿Qué delito es el robo de un banco comparado con el hecho de fundar uno?” No sólo esto.

“¡Contra la injusticia y la impunidad! Ni perdón ni olvido”. Dos cosas que funcionan en el globo a rienda suelta y legalmente. En otra de sus reflexiones nos advierte de que aceptamos lo habitual, la humanidad deshumanizada, como algo inevitable. Él entendía que los cambios no deben parecer imposibles.

La agudeza y la valentía anidaban en Brecht. Vean otro ejemplo que continúa vigente: “Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”. Ya saben. “La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.

Ya lo ven. Telefónica prepara un recorte de plantilla a la vez que propone bonus millonarios para sus directivos. Un suculento botín a costa de los demás. Los fuertes mantienen el tipo o engordan. No votarían nunca a los socialistas y no pretenden dar un vuelco a las encuestas. Las grandes fortunas están blindadas contra la crisis, y la lista de multimillonarios en el mundo prospera encima del calvario ajeno.

La Semana de Pasión empieza con la marcha triunfal de esta buena gente. Los latigazos se reciben con amor en las espaldas de los frágiles. La coronación de espinas se coloca en sus cabezas y arrastran una pesada cruz como pueden hacia el monte.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos