Naturalmente, los chicos de la CEOE, con su presidente Juan Rosell a la cabeza, apoyan los ajustes y recortes puestos en marcha. Y todos aquellos que piensan a su manera, como el señorito Aznar, que en la flexibilidad y en la disciplina está el futuro de esta discutible Europa. Dos cuestiones en la onda de un presidente que gobierna de espaldas al ciudadano de a pie. Al servicio de los intereses más autoritarios. Lo normal. Hay que tener atada y bien atada a la ciudadanía pero con más énfasis.

Todas las reformas dolorosas y los cambios duros en serie llevan la firma del PP y de las instituciones europeas y buscan que disfrutemos hoy y podamos saborear mañana el buen hacer de nuestros amables corifeos. Vean ustedes la sensibilidad de Rajoy hacia los castigados pensionistas. Niega una rebaja en las prestaciones por jubilación para aparentar ridículamente. No tocará las pensiones, dice, de unas personas con pérdida progresiva de poder adquisitivo. Muy bajas en términos generales. Véase, por ejemplo, el “medicamentazo”… Aún presume de haberlas subido en los actuales presupuestos.

Evidentemente hay un problema. Mucha menos gente trabaja, muchos no cotizan y los pensionistas aumentan. La reforma del sistema de pensiones busca la “sostenibilidad”, afirma Rajoy. No sólo esto. La rebaja está a la vuelta de la esquina. Le digan o no le digan los rectores de la UE las políticas concretas en las que tiene que reducir el gasto, es obvio por dónde mete y piensa seguir metiendo las tijeras para reducir, reducir…

Cumplir con el objetivo de déficit en el conjunto del Estado español, comprometido con Bruselas, es el dogma de fe que debemos adorar. Los ajustes y la determinación frente a la crisis se basan en el saneamiento de las cuentas públicas a costa de oprimir a la clase trabajadora. Jóvenes, parados, mayores… Fantástico. Así funcionan los principios de “estabilidad presupuestaria, crecimiento, solidaridad y cohesión”. Cree Rajoy que la reforma laboral va muy bien. Es verdad. Consigue lo que se propuso. Desnudar a los trabajadores y ampliar el desempleo todos los días.

Por supuesto, metidos en la ciénaga que otros fabricaron con sus delirios y ambiciones aquí o allá, y no que es la codicia financiera se haya diluido, algo debe hacerse en cuanto a recortes y a ingresos económicos. Pero con otro orden de prioridades y no aplastando. Mientras, prebendas, fraudes y corrupciones no se desploman.

Ahora bien, los socialistas no suben escalones, a pesar del declive de los populares, ni logran alejar el fantasma del pasado más reciente. No es cuestión de cambiar sólo de estrategia, sino de alternativas firmes. Rubalcaba propone evitar un segundo rescate incrementando la recaudación con una reforma fiscal para que más paguen los que ganan más y heredan. ¿Bastaría eso con el fin de evitarlo?

Aunque lo niegue por conveniencia de momento, Rajoy parece rendido a ese rescate. Sea como fuere, la honda e “irreparable” regresión en la que naufragamos, en todos los sentidos, pone de manifiesto que el Estado social tiene plano el encefalograma. El populismo de Cospedal con peineta y mantilla, eso sí, nada perfectamente.

O Esperanza Aguirre con un “tupper”, como bombín, y el humoso macrocomplejo de  Eurovegas. El del oscuro magnate Adelson. Futuro paraíso de tercos jugadores que viajan de un casino a otro en avión privado. El recreo del varón dandi o de las chicas Loewe en el ámbito de un deprimido país que aumenta en casi un 30% el gasto militar.

La respuesta a la depre se va a oír en la segunda Cumbre Social del próximo día 15. Una concentración en Madrid ante las políticas de recorte del Gobierno y para exigir la celebración de un referéndum sobre la política económica. Bien está que intervengan centenares de miles de indignados de toda España. Es preciso un frente común y de progreso, dentro de lo que cabe, con firmes alternativas como decíamos.

Las hay. Un sistema económico más justo y eficaz, la innovación como pilar de un nuevo modelo productivo… Entre otras proposiciones, según los técnicos de Hacienda, investigar a las grandes fortunas y empresas que evaden impuestos, lo cual solicita una profunda reorganización del Ministerio y de la Agencia Estatal Tributaria. No se hará. Es pecado grave para la derecha extrema. Pues nada. Si no paramos esta maquinaria infernal seguirán creciendo la pobreza y la exclusión. ¿Es lo que se quiere?

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos