Hace un par de años, hablábamos en estas páginas sobre una variante de la estupidez humana, los estatuicidas. Dejábamos entonces otra variante que desafortunadamente esta semana ha estado de actualidad: Los pictoricidas.

Aunque es una palabra de nuevo cuño ayuda a definir otro comportamiento de la siempre fascinante, aunque peligrosa, mente de los estúpidos, en este caso: su odio por las pinturas.

La historia del arte en España tiene claros ejemplos de este comportamiento vandálico. Así lo vemos en los daños perpetrados en 2017 a las pinturas rupestres de la Cueva de la Victoria y en 2021 a las de Despeñaperros, los cuales ponen de manifiesto que si nadie dañó estas pinturas desde que se hicieron los pictoricidas que las atacaron son sin duda los humanos con menos cerebro de los últimos 7.000 años.

Imagen en cueva de pintura rupestre

Lo que el pasar de los milenios no logró destruir lo vandalizó la estupidez humana en unos instantes. (Fuente: El País)

En otros casos los destrozos se hacen sin ningún tipo de pudor, y así lo vemos con los 83 grabados originales de Goya que los hermanos Chapman vandalizaron con la excusa de estar haciendo arte.

También hay que destacar que en estos ataques pictoricidas a veces se ocultan segundas intenciones y si hoy nos echaríamos las manos a la cabeza por la barbaridad que supuso el derrumbe de la Quinta del Sordo (donde estaban las Pinturas Negras de Goya) no nos extrañaría tanto si sabemos que la decimoquinta pintura no está en el museo del Prado, ni se quedó entre los escombros, pasó a formar parte de la Stanley Moss Collection de Nueva York.

Hermanos Chapman dañan los grabados

Los hermanos Chapman y su intervención sobre los grabados de Goya ¿protesta artística o afán de protagonismo?

Otro pintor víctima de los pictoricidas es Velázquez y en concreto su Venus del espejo, expuesta en Londres (gracias a la desidia de Fernando VII) y que fue agredida el 10 de marzo de 1914 por Mary Richardson, a priori una laborista deseosa de combatir la imagen estereotipada de la mujer. Pero a poco que escarbemos en su historia nos daremos cuenta que era una persona cuanto menos perturbada, tanto como para acabar militando en el partido fascista de Oswald Mosley (el abyecto personaje real que se dulcifica en la serie Peaky Blinders).

Reconstrucción del ataque de Mary Richardson

Reconstrucción del ataque de Mary Richardson

Sin movernos de Londres tenemos otro ejemplo de un artista español vandalizado, me refiero Picasso y su cuadro  Busto de una mujer cuyo destrozo se debe al pictoricida Shakeel Ryan Massey, un veinteañero inadaptado de Murcia que presuntamente dejó sus intenciones por escrito.
Y así podríamos seguir con otros ataques que han sufrido cuadros de Picasso, en 2012 Femme au fauteuil rouge o hace apenas una semana Masacre en Corea. ¿Pero qué hay detrás de todo esto? ¿Movimientos ideológicos? ¿Protestas? En realidad la historia y la lógica nos dice que no, pues protestar contra el cambio climático atentando contra el arte tiene el mismo sentido que luchar contra las mafias agrediendo a ancianos.
Entonces ¿Qué subyace de este comportamiento fanático que tan machaconamente se repite en la historia? La carta presuntamente escrita por el pictoricida de Murcia puede contener la clave. En ella insiste en lo que es capaz de conseguir, algo que no es nuevo en la historia pues un auténtico chalado hizo y dijo algo idéntico con siglos de distancia.

Cuadro Busto de una mujer de Picasso vandalizado

Así quedó el cuadro Busto de una mujer de Picasso vandalizado por el pictoricida murciano
Me refiero a Eróstrato un perturbado que quemó el templo de Artemis en Éfeso (una de las maravillas del Mundo Antiguo) con el único objetivo de que “su nombre fuera difundido por todo el mundo”.

Se le torturó, se le ejecutó e incluso se sentenció a muerte a todo aquel que recordase tan maldito nombre. Pero como vemos de nada sirvió pues los pictoricidas, los fanáticos y gente de semejante ralea siguen en activo.

En el fondo, estos actos vandálicos no son más que síntomas de una enfermedad que infravaloramos pero que como especie nos atañe a todos y que, por nuestra propia seguridad, deberíamos de erradicar en todas sus variantes: La estupidez humana.