Pocas historias se han manipulado tanto, como la llegada de los españoles a América. Hasta el punto de poner en duda si Colón llegó o no el primero. ¿Pero cuánto hay de verdad y de mentira al respecto? La verdad más absoluta es que antes de Colón, llegaron los indígenas, que con milenios de adelanto descubrieron un continente sin ser quizá conscientes de ello. Por eso, vamos a entender por descubridores de América (como se hacía en el siglo XIX y XX): a los marinos del viejo mundo euroasiático que llegaron a aquellas incógnitas tierras.
Los egipcios y las mentiras sobre el descubrimiento de América
Una de las simplezas más monumentales es vincular Egipto con América porque en ambos mundos se hicieron pirámides (como si ambas construcciones fuesen de la misma época, factura y uso…). A partir de ahí la fantasía continúa. Desde ver símbolos egipcios en los moais de la Isla de Pascua, a soñar, como le ocurrió a Rafiqui Ali Jairazbhoy, con que los olmecas surgieron de una expedición mandada por Ramsés III. Los pocos restos (presuntamente egipcios) encontrados en Norte América caen por su propio peso, más aún cuando leemos a expertos en la arquitectura estadounidense como Mariana Griswold Van Rensselaer, aclarando con rotundidad cómo todo puede deberse a la egiptomanía que cundió en Estados Unidos en el siglo XIX: “muchas de nuestras ciudades y pueblos orientales contienen, o solían contener, edificios al estilo egipcio (que cualquiera podría alegrarse de verlos destruidos), incluso iglesias en los que se combinaban de forma muy extraña estilos pseudoegipcios y pseudogriegos.

La teoría de Jairazbhoy está considerada hoy día un auténtico disparate histórico.
Fenicios
La pericia marinera de los fenicios también les convierte en candidatos, aunque aquí se llegó más lejos pues supuestamente antes de desaparecer los primeros fenicios en cruzar el charco dejaron un mensaje para el futuro grabado en la famosa inscripción de Paraíba (Brasil), Un texto controvertido, por la mezcolanza de caracteres con siglos de diferencia, al que se le suman inscripciones como la Pedra do Ingá (Brasil) o en Aipe (Colombia). Estos textos que siendo honestos, demuestran poco, pues llama la atención que no haya ni una triste cerámica, ni ningún otro resto arqueológico que diese contexto a las inscripciones.

Hay quien piensa que los barcos fenicios podrían surcar el Atlántico ¿Pero hay pruebas de su presencia en América?
Judíos
También los judíos en su delirio histórico tienen su candidatura como descubridores del Nuevo Mundo basándose en la inscripción tallada en la Piedra del Decálogo de Los Lunas (Nuevo México), la cual ha sido interpretada como versículos de la Torá. Ahora bien, la inscripción (que recordemos está a la intemperie) está tan perfectamente conservada que más pareciese una burda inscripción reciente que restos precolombinos. También hay quien ha intentado sacar tajada desde el mundo de los mormones y algún entusiasta con demasiada imaginación planteó que la frase del libro de Jeremías “las islas que están más allá de los mares” sería una referencia americana en la Biblia.

El rey Salomón pintado por Edward Poynter 1890: ¿sacó de América las ingentes cantidades de oro de las que habla la Biblia?
Vikingos
No se quedan atrás, en cuanto a chapuzas, las supuestas inscripciones vikingas que se esparcen por todo Estados Unidos. Pese a la posible presencia vikinga en Norte América, en Minesota apareció la llamada piedra de Kensington. Una burda falsificación que pretendía ser obra de intrépidos vikingos allá por 1362. Sin embargo, los errores son manifiestos y hasta se sospecha de la numeración del cincel con que se hizo. Estas incoherencias ponen todas las miradas en su descubridor en 1898, el campesino sueco Olof Ohman y su amigo y compatriota Sven Fogelblad. Se sospecha que ambos, en un intento por buscar un pasado nórdico a Estados Unidos crearon semejante disparate arqueológico.

La inscripción de Kensington supuesta inscripción vikinga hallada por un sueco. ¡Qué casualidad!
Así podríamos seguir con chinos, sumerios… y la razón es sencilla: La ilusión y los sentimientos tienen más fuerza que la verdad y la ciencia, pues no depende tanto de cómo desmentir fantasías, sino de las ansias de creer que algunas personas tienen. Muchos americanos necesitaban un pasado mítico que los uniese al viejo mundo y algunos investigadores faltos de atención reclamaron su minuto de gloria con presuntos descubrimientos que no eran más que patrañas, eso sí capaces de mover cualquier espíritu patriótico.