El estudio de la historia nos ofrece valiosas lecciones sobre el comportamiento humano. Muchas de las conductas que observamos hoy, como la propagación del odio, tienen claros precedentes en el pasado. Conocer estos episodios nos permite anticipar las trágicas consecuencias de fomentar la discordia. A continuación, repasamos cuatro ejemplos históricos en los que la difusión de bulos provocó desastres que dejaron un rastro de dolor y pérdida de vidas.
El Alborayque
Cuando en 1992 se realizaban unas reformas en una vivienda de Barcarrota (Badajoz) apareció una biblioteca perdida, una especie de cápsula del tiempo en el que libros prohibidos y otras rarezas como amuletos mágicos salieron a la luz.
Entre aquellas obras estaba El Alborayque, un panfleto antisemita que comparaba a los judeoconversos con Burak, el mítico caballo de Mahoma. Como a este ser se le representaba como un ser híbrido se aprovechó para tildar a los cristianos nuevos de taimados y ambiguos, cuya conversión al cristianismo en absoluto era fiable, siendo en realidad personas tan monstruosas como despreciables.
El odio difundido por obras como estas propiciaron el asentamiento de tribunales inquisitoriales en pueblos vecinos como Llerena. En esta localidad se asentaban adineradas familias de conversos cuyas fortunas codiciaron los fanáticos, a los que sólo les hacía falta una excusa para dar rienda suelta a sus desmanes: Un bulo como El Alborayque.

Los jesuitas y la histeria colectiva
La cercanía de la orden jesuita al poder también les ha convertido en blanco de maledicencias fatales, bulos y fantasías sin ningún tipo de base han hecho que se carguen tintas y también armas contra esta orden en concreto.
Organizados como una orden militar y extendiéndose por todo el mundo, los jesuitas pronto fueron tachados de manipuladores y anhelantes del poder político. Tanto es así que en tiempos de Carlos III se les acusó de ser los autores intelectuales del motín de Esquilache, propiciando la expulsión de los jesuitas de España.
Pero quizá la ocasión en la que más odio se difundió contra esta orden ocurrió en el 17 de julio de 1834. Por aquel entonces, la tensión política se palpaba en el ambiente, hacía unos meses que el rey Fernando VII había muerto y su hermano Carlos María Isidro estaba gestando la siguiente guerra civil. Madrid era un avispero en el que las preferencias por uno u otro bando no quedaban nada claras y tan solo hizo falta que una epidemia llegase a la capital para que todo saltase por los aires.
La temida cólera comenzó a cobrarse víctimas en Madrid y la falta de conocimientos médicos sumado a la propagación de bulos crearon una idea terrible: los jesuitas estaban envenenando las aguas para favorecer al bando de los carlistas.
La propagación de esta patraña entre mentideros y chismosos desembocó en una matanza de jesuitas. “Alrededor de setenta y cinco religiosos fueron asesinados en Madrid el 17 de julio de 1834”, según el experto Julio Caro Baroja.

La "Conspiración de la Escalera"
Pocas salsas aderezan mejor los bulos que la de la conspiración, un malvado plan en las sombras es el componente ideal para muchas de estas noticias falsas lo que propicia además que las ramificaciones sean enormes. Eso es lo que ocurrió en 1844 con la llamada “Conspiración de la Escalera” donde en un intento por reprimir cualquier protesta de los esclavos en Cuba hizo fabular con un supuesto complot.
Los levantamientos ocurridos en varias fábricas de la isla hicieron pensar a la capitanía general de la isla en una conspiración que terminó encausando a 3.066 personas en las que no todos eran esclavos, también se acusó a 2.187 “libres de color” y 96 personas “blancas”.
El origen de la conspiración parte de una confesión realizada por una esclava llamada Polonia quien gratificada por su declaración consiguió la libertad desencadenando a la vez unas terribles consecuencias. Miles de personas fueron torturadas en la escalera, un aparato de tortura en el que los reos eran maniatados y fustigados (en ocasiones hasta morir). Por otro lado 78 personas fueron fusiladas y 400 desterradas. Intelectuales partidarios de la independencia como Gabriel de Concepción Valdés fueron acusados de dirigir esta conspiración y en consecuencia ejecutados sin el menor número de pruebas.

La conspiración de la escalera toma su nombre de este tipo de tortura representada en esta ilustración
Torturados por un bulo: el crimen de Cuenca
No pensemos que los bulos solo afectan a determinada comunidad o sector de la población, también hay ocasiones en las que las malas lenguas tienen fatales consecuencias para individuos concretos, personas absolutamente inocentes que sin ningún motivo acaban en la diana del odio.
El famoso caso del crimen de Cuenca, no hubiese tenido tal recorrido, con décadas de cárcel, torturas y salvajadas perpetradas a los inocentes Gregorio Valero y León Sánchez de no ser por dos motivos claros: La difusión del odio del párroco Pedro Rufo Martínez Enciso y el beneplácito del juez Emilio Isasa Echenique.
El odio del cura Pedro Rufo Martínez acusando a Gregorio Valero y León Sánchez de haber matado a otro vecino del pueblo, se volvió más terrible cuando sabiendo que el presunto asesinado seguía vivo no dijo nada.
La actuación del juez Emilio Isasa Echenique estuvo apunto de costarles la vida a dos inocentes cuya condena se planteo inicialmente como pena de muerte por garrote.

Imagen de Pedro Rufo Martínez Enciso en el periódico Mundo Gráfico