En estas fechas donde los difuntos tienen tanto protagonismo, nos ocupamos de unos personajes con mucha historia: los muertos vivientes. O lo que es lo mismo, personajes históricos que estando vivos fueron dados por muertos y estando muertos fueron dados por vivos.

Entre las creencias más curiosas que genera la muerte nos encontramos, por un lado, el miedo a los retornados y por otro el anhelo de no perder del todo a los seres queridos. Esta combinación de miedos y anhelos ha propiciado un sinfín de historias en las que se han puesto de manifiesto las grandezas y miserias de la naturaleza humana.

Si hablásemos de tiempos clásicos es inevitable mencionar el caso de Nerón cuya muerte no fue honrada de los fastuosos funerales que acostumbraban los emperadores romanos, a esto se le sumaba que había fallecido por suicidio, lo cual causó tal conmoción entre el pueblo llano, que  pronto se puso en duda la verosimilitud de su muerte.

Muerte de Nerón, de Vasily Sergeyevich.

Muerte de Nerón, pintado por Vasily Sergeyevich

El pueblo llano, que idolatraba a Nerón, sospechó que realmente su indiscutible líder no estaba muerto sino que regresaría en algún momento para vengarse de sus enemigos. Esta creencia, recogida incluso por san Agustín, dio pié a que varios impostores se hiciesen pasar por el difunto emperador causando no poco revuelo en las élites romanas.

De hecho, esa leyenda del Nerón redivivo inspiró al autor del Apocalipsis para crear la figura de la Bestia, vinculando a Nerón con el Anticristo.

En la Hispania visigótica encontramos otro caso de muerto viviente, como sería el del rey don Rodrigo, el último monarca visigodo, que teóricamente, habría muerto en la batalla de Guadalete. Aquella defunción tenía poca gracia a nivel legendario ya que rey con una biografía tan cargada de fábulas y episodios novelescos,  parecía no merecerse una muerte tan vulgar.

Por eso, en infinidad de romances, relatos y cronicones, encontramos a Rodrigo escondido en las remotas montañas haciendo vida eremítica penando por su torpeza política y arrepentido por su lance amoroso con Florinda, una joven cuya honra mancilló desencadenando así toda una serie de conflictos políticos que provocaron la “ruina” de Hispania.

Escena de los de Florinda.

Las leyendas románticas que adornaron la vida del rey don Rodrigo, como esta escena de los baños de Florinda, también idealizaron su muerte.

Como no podía ser de otra manera, uno de estos romances hace de la muerte de don Rodrigo un episodio aleccionador, al ser picado por una serpiente en un lugar muy preciso de su regia anatomía.

Preguntóle (otro ermitaño) cómo estaba:

- Dios es en la ayuda mía.

Respondió el buen rey Rodrigo.

-La culebra me comía;

cómeme ya por la parte

que todo lo merecía,

por donde fue el principio

de la mi muy gran desdicha


Siglos más tarde nos encontramos otra muerte fingida en este caso la del califa cordobés Hisham II. De la que se cuenta se aprovechó el hijo de Almanzor, Abd al-Raḥmān ibn Sanchul (más conocido como Sanchuelo) para proclamarse líder indiscutible del Al-Ándalus.

Pasado el tiempo vemos otro muerto viviente en 1576, cuando Rodrigo Cervantes (padre del célebre escritor) finge haber fallecido, para que de esta manera, su esposa, Leonor de Cortinas, pudiese pasar por viuda dando así más pena al consejo de Cruzada, y lograr así agilizar el rescate de sus dos hijos cautivos, Rodrigo y Miguel. Finalmente Rodrigo moriría en 1585 eternamente agradecido a los religiosos que rescataron a sus hijos.

La céntrica estación de Tirso de Molina, donde su ubicaba la Merced y enterraron a Rodrigo Cervantes

Rodrigo Cervantes fue enterrado en el convento de la Merced, al desaparecer este edificio sus muertos  quedaron ocultos en el solar y solo aparecieron cuando comenzaron las obras de la estación de metro de Tirso de Molina.

Otra celebridad dada por muerta fue Velázquez, ya que su falsa muerte corrió como la pólvora en el Madrid de 1660. Precisamente entonces el pintor se encontraba en la isla de los Faisanes con toda una comitiva franco-española celebrando los esponsales de la infanta española María Teresa de Austria con el monarca Luis XIV de Francia.

Cierto es que Velázquez reconocía, en una de sus cartas, estar agotado del viaje y que murió ese mismo verano. Pero desde luego resultaría muy interesante averiguar de donde partió aquel rumor que con los días se hizo cierto.

El último viaje de Velázquez

El último viaje que hizo Velázquez fue a la isla de los Faisanes el condominio más pequeño del mundo cuya custodia está compartida entre Francia y España, seis meses cada uno.