Este sábado la ciudad de Madrid disfrutará o sufrirá (según se mire) la celebración de la Champions. Un evento que tiene un paralelismo genial con otro hecho de la historia. El circo romano.

Deportivamente el futbol y las carreras de aurigas nada tienen que ver, pero toda la parafernalia que rodea a ambas competiciones es asombrosamente parecida. Buena cuenta de ello nos da el doctor en historia David Álvarez Jiménez y miembro del equipo arqueológico de Caraca, quien en su estupendo libro Panem et circenses: Una historia de Roma a través del circo descubre hasta el más mínimo detalle de estas celebraciones.

Carreras de cuádrigas

Las carreras de cuadrigas eran un acontecimiento perfectamente comparable con la Champions o cualquier gran partido futbolístico de nuestros días.

Empecemos por los aficionados. La pasión por los equipos era totalmente incondicional. Los romanos sentían tanto sus colores, los verdes y los azules (equivalentes a la primera división) o los blancos y rojos (comparables con una segunda división) que hacía que todos los estratos sociales se uniesen a favor de su equipo, desde esclavos hasta emperadores.

El parecido entre de aquel público y los futboleros actuales es tanto que en el graderío romano también encontramos cánticos, pancartas, e incluso equipaciones de las que nos habla Marcial al referirse a cómo los aficionados vestían con prendas idénticas a las de sus adorados aurigas.

Los verdes, los azules, los rojos y los blancos eran las equipaciones predilectas por los hinchas romanos

Los verdes, los azules, los rojos y los blancos eran las equipaciones predilectas por los hinchas romanos, quienes llegaron a vestir con las mismas prendas que los idolatrados aurigas.

También la venta de localidades tuvo su protagonismo pues, aunque la mayoría de las competiciones fueron gratuitas los aficionados acampaban a la puerta de los circos cuando era preciso. A este respecto Suetonio nos cuenta un episodio acaecido en el circo Máximo donde un grupo de aficionados pasaron la noche armando jaleo para comprar la entrada del día siguiente. Calígula, que vivía en el palacio imperial y por lo tanto era vecino del circo Máximo mandó a su guardia que acabase con aquel griterío que le impedía dormir. Y a fe que lo resolvieron… pasaron a cuchillo a los aficionados sin importar si quiera su estatus o clase social.

Circo Máximo

El circo máximo, hoy en ruinas, fue testigo mudo de la matanza de seguidores de los aurigas la noche que con su bullicio molestaron al emperador

Pero no nos compadezcamos tan pronto de los aficionados, ya que también los hubo completamente fanáticos, violentos e incluso criminales quienes por su irracionalidad nos hacen pensar en los hooligans de nuestros días, eso sí, la capacidad de liderazgo les hizo convertirse en la voz y brazos del pueblo pues sus reivindicaciones políticas, económicas, sociales… no se quedaban solo en palabras si no que llegaron a las armas.

Así nos lo cuenta Procopio, cuando menciona cómo en tiempos de Justiniano (siglo VI) ocurrió la gran revuelta en el circo de Nika, donde acabaron ejecutados 35.000 hombres. Pero no fueron los únicos, el emperador Teodosio I, se las vio y se las deseó para poner freno a estos hinchas deportivos cuando sacaron de prisión a un auriga condenado. La revuelta fue monumental y las consecuencias se las pueden imaginar... 7.000 seguidores muertos.

Por otro lado, la intelectualidad de la época también habló mal de este deporte de masas. Séneca por ejemplo se quejaba de que la población romana solo leía cuando llovía y por tanto el circo cerraba. O san Juan Crisóstomo quien lamentaba que sus fieles conocían mejor la vida de los aurigas que las de los santos.

Otras veces las críticas venían por el dopaje, a veces con base real y en ocasiones mágico. Esta creencia en se sustentaba en amuletos y supersticiones que sirvieron para aportar a los aurigas la fama que les faltaba… tener superpoderes.

Mucho más terrenales fueron los negocios entorno al circo, los cuales eran tan parecidos con la actualidad que nos encontramos merchandising, en vasijas, lucernas, joyas, cuchillos y demás objetos cotidianos, e incluso excentricidades como una letrina con la forma de carro de competición.

Referencias al circo llegaron a aparecer

Las referencias al circo llegaron a aparecer hasta en las monedas como así refleja esta de la ciudad de Siracusa, desde entonces el circo ha sido una útil herramienta política.

Los hosteleros, astrólogos, prostitutas o casas de apuestas también hacían negocios al retortero del circo y se llegó a tal punto que como nos cuenta el poeta Marcial hubo aurigas comprados y público sobornado para manipular la animación. De hecho, Juvenal dice que no había mejor lugar para hacer negocios que los palcos del circo.

Los aurigas eran, en resumen, auténticos referentes sociales. Reverenciados por los ricos dado lo mucho que ganaban (un auriga de prestigio podía embolsarse en 1 día lo que un maestro en 1 año) y admirados por las gentes más humildes que veían como aquellos aurigas pasaban de ser esclavos a verdaderos ídolos de masas.