Santiago Abascal desconoce lo que es trabajar más allá de la política, pero este domingo cató esa espantosa sensación de quienes lo hacen de cara al público. La camarera que ha tenido un día horrible pero te sirve el café con su mejor cara o el dependiente que te atiende pese a haberle descolocado la pila de ropa doblada. El líder de Vox compareció tras un nefasto resultado electoral con una impostada sonrisa de oreja a oreja para vender a sus parroquianos que todo ha ido bien. Celebró la victoria con mayoría absoluta de Juanma Moreno Bonilla (PP) como si fuera suya, esgrimiendo que se había frenado a la extrema izquierda. A su lado, Macarena Olona, la candidata a la que apuntan muchos dedos. También sonreía, como durante toda la campaña, aunque no tuviera motivos. Al igual que Abascal, mantuvo el tipo para guardar las apariencias; pero la procesión se lleva por dentro. En Vox se buscan culpables, unos hombros sobre los que descargar responsabilidades, y ella lo sabe.

En público, nadie admitirá que el descalabro ha sido de proporciones bíblicas. Olona se veía vicepresidenta en San Telmo y Vox pretendía presentarse como un partido capaz de gestionar. Lo más parecido a la autocrítica fue aquel “no ha sido el resultado que me hubiera gustado y hubiéramos esperado” de Olona. Y ya. Eso en de cara a la galería. Pero sus anhelos se vieron frustrados y, en privado, el entorno de Abascal asume el fracaso y empieza a señalar.

Fuentes del entorno de Abascal consultadas por ElPlural.com admiten que ha sido un desastre sin paliativos y confiesan que, desde el principio, la candidatura de Olona generaba dudas. Si bien es cierto que la aún diputada en el Congreso es uno de los activos más valiosos de la extrema derecha, entienden que no era la persona adecuada para comandar la carrera por la Junta de Andalucía. Unas dudas que no se disiparon con su olvidable actuación en los debates electorales, donde quedó patente que no conocía la tierra a la que se postulaba.

Estas fuentes reconocen que fue entonces cuando asumieron que Olona era un lastre, no por su perfil, pues es valiosa en otros espacios. El error fue elegirla para este cometido. Y aún peor fue consentir que Álvaro Zancajo dirigiera la campaña. Tal era la inquietud y el desasosiego que, en plena campaña, optaron por esconderla. Estuvo tres días sin aparecer en público tras la celebración del primer debate. Ni siquiera fue a una entrevista a la que estaba citada en RNE. En su lugar, Vox envió a Manuel Gavira, diputado por Cádiz en el Parlamento de Andalucía y cabeza de lista por dicha provincia. Curiosamente, confiaron más en él, el candidato natural al menos hasta que Abascal deslizara que Olona era la elegida desde el 5 de noviembre -cuando se empadronó en Salobreña-.

Desde el partido justificaban su ausencia esgrimiendo que no había desaparecido del mapa, sino que tenía agendadas importantes reuniones sectoriales (las cuales, por cierto, se suelen tener antes de elaborar el programa, no durante la campaña). Eran tan evidente que Olona era una rémora que consideraron mejor ocultarla. Incomparecencia antes que incompetencia.

Por entonces aún quedaban unos 10 días de campaña, pero la tendencia continuó. El PP le robaba a Vox en torno al 30% de sus votos. Había otra oportunidad en el debate de Canal Sur del lunes 27. Se esperaba una Macarena más macarra que hincara el diente a Moreno Bonilla, pero no hubo tal golpe de efecto. Hasta el ya extraparlamentario Juan Marín la dejó en evidencia al mostrar sus costuras. “Estuvo mal en el debate y la campaña fue un desastre. Era todo muy fingido”, admite una persona del entorno de Abascal.

Los resultados son nefastos por las altas expectativas, pero “es aún peor haber perdido al que probablemente era nuestro mejor activo”. Olona envió una carta al Congreso anunciando que dejaría su escaño el 14 de julio y, según confirmó en la noche electoral, “vengo para quedarme”.