La candidata roza el bluff en las encuestas. Vox tenía todo de cara para superar los veinte parlamentarios, pero el efecto Macarena Olona no sólo no suma, sino que empieza a restar en la fuerza ultraderechista. En Madrid no entienden la estrategia de Álvaro Zancajo, jefe de comunicación de la campaña andaluza. El madrileño, que fue director de informativos de Canal Sur, ha renunciado a tres días de campaña tras el mal debate de su candidata.

Carlos Herrera dejó hablar a Macarena Olona. Apenas un puñadito de preguntas que, como ella acostumbra, no contestó de forma directa. Olona es como un banderillero que, con el toro en la plaza, y antes de clavar los arpones, se entretuviera hablando del bordado azabache de su traje. No es estrategia sino imposibilidad. Ni conoce la tierra ni tiene programa al que asirse, por eso divaga. Como cuando uno no se sabe la letra de una canción y chapurrea lo que le va sonando. Herrera permitió el mitin. Pensar que eso beneficia a la candidata es pueril. Si el entrevistador hubiera acompañado más, la entrevistada se hubiera sentido más cómoda. Si el entrevistador hubiera guiado el speech, el resultado hubiera lucido más armonioso. Regalándole la responsabilidad del discurso a Macarena, se vieron rápidamente las costuras.

La candidata de Vox hablaba y hablaba sin pisar el suelo. Era como ir cambiando de canal de televisión en una sobremesa de sábado. «Yo he llorado al lado de los feriantes», dijo. Luego que iba a entrar en San Telmo con unas tijeras de podar. Y al poco: «Yo tuve el privilegio de poder ser madre, como un milagro», en un delirio mariano indescifrable. Quien iba a decir que el legado del populacherío egocéntrico de Pablo Iglesias iba a recorrer todo el arco ideológico y posarse, precisamente, en la extrema derecha. Macarena quiere derogar «la ley de memoria 'histérica', que inocula el odio entre españoles». Sólo ella rio el chiste. De azote bolivariano a meme en apenas un mes. ¿Dónde están los culpables de su errática y yerma campaña?

Buena parte de la responsabilidad de que la campaña no esté siendo la deseada por Vox la tiene Álvaro Zancajo. El madrileño, que pasó fugazmente por Canal Sur, a propuesta de Génova, en una de las concesiones más desacertadas de Juanma Moreno en sus primeros días de Gobierno, ha pasado de comparar a Macarena con las mujeres de Julio Romero de Torres a esconder a su candidata durante tres días en una decisión que ha molestado incluso a los responsables de comunicación de Vox en la capital. Un hecho inédito, retirarse de la campaña para tener reuniones sectoriales, según argumentan. Hay que recordarle a Zancajo, que está más verde en campañas que yo en gastronomía hongkonesa, que estos encuentros horizontales se tienen antes de que arranque la carrera electoral. Que, precisamente, son estas conversaciones previas las que cimentan el discurso del candidato. Cogerle el pulso a la calle y pedir el voto son faenas diferentes y complementarias. Su campaña se está basando en la venganza, su único timón son sus tripas. A Zancajo le cuesta ver que Andalucía no es sólo un Club de Polo, sino que tiene muchas capas, muchas lecturas, muchos acentos, muchas necesidades, muchos afectos, muchísima diversidad. La improvisación lleva a errores groseros como estos. Ir a ver una plantación de aguacates vestida de cóctel, renunciar a los espacios informativos que les reconoce la ley electoral, agradecer tener visibilidad en un debate y luego dedicarse a la vida contemplativa. Si la aspiración de Vox era arrancar votos al descontento social, mal hacen en no patearse Andalucía, copar los medios, refugiarse en los mensajes afectados y encorsetados. Para ser alternativa de poder no vale con decirlo, hay que trabajarlo.

Tras el fiasco del debate de RTVE, y la decisión de su equipo de campaña de frenar sus apariciones públicas hasta el viernes, cuando Santiago Abascal desembarque en el sur para reconquistar los votos perdidos -que Isabel la Católica los ampare-, Macarena debe reflexionar no sobre la Andalucía que quiere; porque está claro que no tiene ni idea de hacia donde quiere llevar esta tierra. Está más entretenida en ridiculizar burdamente a sus adversarios y construir una hornacina de victimismo para sí misma, con poco éxito, que, en explicar, aunque sea como esbozo, su programa electoral. De la Andalucía de los Machetes a la España que Madruga hay un trecho. El lunes hay debate en Canal Sur. No me sorprendería que no fuera. Que ideara alguna excusa dramática y llorosa, alguna manipulación, algún bulo sobre preguntas filtradas o turnos no respetados, y dejara plantada al resto de candidatos y candidatas. Zancajo es capaz de eso y de más. Da igual que, en algún momento, aquella fuera su casa. Ellos quieren cerrar Canal Sur. Lo han dicho. No debería sorprendernos. El debate pasado los dejó muy tocados. La campaña no está haciendo crecer al partido, la candidata resta más que suma, las encuestas están muy lejos del macarenazo. A lo mejor no son tan listos, a lo mejor no dan tanto miedo, a lo mejor el oportunismo y la marcialidad les han hecho confiarse. A lo mejor los andaluces, mira por donde, no nos chupamos el dedo.