Hacía siete años, desde 2015, que el Congreso no albergaba un Debate sobre el Estado de la Nación. Entonces, el presidente del Gobierno era Mariano Rajoy y Podemos y Ciudadanos, fuerzas extraparlamentarias. Los más jóvenes del Congreso, servidor incluido, bromeaban por los pasillos de la Cámara Baja que habían experimentado varias jornadas históricas y, sin embargo, este ha sido el primer Debate a pesar de que debiera ser una cita anual. Pedro Sánchez afrontaba su debut como presidente en un Debate del Estado de la Nación. Llegaba en el peor momento. Aturdido aún por el descalabro en las elecciones andaluzas, con la inflación desbocada, Alberto Núñez Feijóo subiendo en las encuestas, acumulando choques con sus socios de coalición y surfeando las advertencias de sus aliados parlamentarios, que le alertaban del colapso de la legislatura por la situación económica y la falta de sintonía del bloque de investidura. Sánchez tomó nota de todo ello. Escuchó a las urnas y a sus socios, y recurriendo a un tono menos triunfalista de lo habitual, propinó una bofetada a las grandes energéticas y a las entidades financieras que bien le ha servido para encarrilar la legislatura en todos sus frentes. Tiene mucho que celebrar el PSOE: ha recuperado el pulso, engrasado la coalición, cuidado a sus socios parlamentarios y ha aprobado la ley de Memoria Histórica, reforma del CGPJ para renovar el TC y el decreto anticrisis. Y mientras, Feijóo abraza la vía Casado (ETA).

Sosegado, pero firme, Sánchez anunció la creación de dos nuevos impuestos, uno para las entidades financieras y otro para las grandes energéticas. Fueron las dos medidas estrella, aunque hubo más: bonificaciones al transporte de Cercanías, Rodalies y media distancia de Renfe; un plus de 100 euros a estudiantes becados; y el desbloqueo de 12.000 nuevas viviendas en Madrid de las cuales un 60% serán públicas. Un volantazo a la izquierda en toda regla que evidencia que pretende encarar la última etapa de la legislatura engrasando la coalición de Gobierno y cuidando a sus socios. Todos se congratularon por ello. Le recordaron que el giro llegaba en el descuento, pues voces como la de Íñigo Errejón (Más País) pedían allá por marzo valentía para afrontar la crisis que se avecinaba; pero lo recibieron con agrado. Unidas Podemos le ha pedido más, registrando resoluciones para profundizar en un nuevo sistema fiscal que incluiría gravar también a los supermercados, las universidades privadas, la Iglesia y, por supuesto, las grandes fortunas. Y al igual que Esquerra y EH Bildu, apuestan por la creación de una empresa pública de energía que fije un horizonte verde y garantice precios competitivos para las clases populares.

Las discrepancias con Unidas Podemos se agravaron en las últimas semanas como consecuencia del incremento del gasto militar al que se comprometió Sánchez durante la cumbre de la OTAN de Madrid que cristalizó en un crédito de 1.000 millones de euros para Defensa vía fondo de contingencia y sin pasar por el Congreso. El Ejecutivo se tambaleaba y los ecos de Andalucía y las encuestas no ayudaban. Sánchez tenía ante sí una difícil decisión: reorientarse al centro aproximándose a Alberto Núñez Feijóo o recuperar aquel tinte nítidamente de izquierdas que adoptó por primera vez en las primarias contra Susana Díaz. El dirigente socialista escuchó las plegarias de sus socios y se decantó por mimar el bloque de investidura.

El gesto le ha relanzado. No solo ha salido reforzado del Debate, sino con varios panes debajo del brazo y el ánimo de los suyos por las nubes. El Congreso ha dado luz verde a su ley de Memoria Democrática, a su reforma que habilita al CGPJ a nombrar a sus dos magistrados al Tribunal Constitucional y el decreto anticrisis. Este último ha contado con la abstención del PP, que no lo ha apoyado pero sí facilitado por incluir la bajada del IVA de la luz del 10% al 5%. Tres importantes tantos para su casillero.

Según fuentes del Grupo Parlamentario Socialista, el sentimiento generalizado es que “ha ganado claramente” y ha inyectado energía y moral a todos los socialistas. “Es exactamente lo que necesitábamos”, admite un ilustre parlamentario. “Me pregunto por qué no hemos convocado más”, bromeaba otro.

Creen que Sánchez atinó con los impuestos a las grandes energéticas y las entidades bancarias porque marcó el paso, dominando la agenda mediática y política. Copó todos y cada uno de los titulares de prensa, y las radios y las televisiones le dedicaron horas. Por si esto fuera poco, pilló con el pie cambiado al Partido Popular.

Feijóo recalibra la mira

Alberto Núñez Feijóo no pudo tomar la palabra para dar la réplica porque no es diputado, pero encargó a Cuca Gamarra, secretaria general del PP, exhibir un novedosísimo eje de oposición: ETA. El gallego ha rescatado la vía Pablo Casado, instalándose en el no a todo, como demuestra la negativa a negociar con el PSOE la renovación del CGPJ; y la mención reiterada -repetitiva, por ser más exactos- a las víctimas de ETA, EH Bildu y sus pactos con Moncloa. A primera hora de este jueves ha citado a una veintena de asociaciones de víctimas de terrorismo en un acto fuera de agenda. No es baladí el día escogido. El Congreso votaba, unas horas después, la ley de Memoria Democrática. El ex lehendakari y actual secretario de Memoria Democrática y Laicidad del PSOE, Patxi López, la ha afeado que utilice a las víctimas de terrorismo de manera partidista, enfrentándolas con las víctimas del franquismo.

A la bancada socialista le sorprendió que el pasado martes la secretaria general del PP y portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, dedicara el grueso de su intervención a hablar de ETA, EH Bildu y de la Memoria Histórica. De los 30 minutos de los que disponía en su primera intervención, la mitad se le fue en denunciar los pactos de Moncloa con la izquierda abertzale. La economía, pilar vertebrador de la oposición esbozada por Feijóo, para el final.

Su número dos incluso se animó a pedir un minuto de silencio por el 25º aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco y en recuerdo de todas las víctimas de ETA. A pesar de que pretendía utilizarlo para cargar contra el Gobierno y EH Bildu, toda la bancada socialista, el Ejecutivo y el independentismo vasco se pusieron en pie. Sin excepción. Y para más inri, la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, la abroncó y la emplazó a, en futuras ocasiones, respetar los procedimientos y protocolos de ordenación del debate y proponer acciones semejantes en la Mesa, no motu propio en tribuna de oradores.

A la vista queda que el Debate del Estado de la Nación ha dibujado un nuevo tapete para lo que resta de partida. Sánchez se ha escorado a la izquierda y Feijóo ha recuperado la vena casadista. Entretanto, Yolanda Díaz continúa su proceso de escucha. Este viernes se reúne en Madrid con jóvenes activistas, académicas y profesionales de diversas organizaciones para abordar la emergencia climática. ¿Y Vox? A lo suyo. Lo más destacable de su olvidable paso por el Debate fue que tuvo los arrestos de negar la emergencia climática pese a intervenir en plena ola de calor. Eso y los piropos que dedicó al régimen franquista, llegando incluso a justificar el asesinato por garrote vil de Salvador Puig Antich.