Ha reaparecido en los medios el exministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Fiel a su costumbre, lo ha hecho como un elefante en una cacharrería. Su carta de presentación ha sido el apoyo a las incalificables palabras de la portavoz del Partido Popular Cayetana Álvarez de Toledo. En La Sexta Noche declaró: “Cuando ETA mataba era horrible, pero políticamente la situación actual es más complicada”. 

La infamia es doblemente grave porque hubo tiempo para reflexionar, sobre todo después de las palabras de Consuelo Ordóñez, cuyo hermano fue asesinado por los terroristas, que puso negro sobre blanco. Una huida hacia adelante innecesaria, que posiciona al PP una vez más a los pies de los caballos. Un ridículo que duele, que pisotea a las víctimas del terrorismo, esas que dicen defender. Porque aunque muchas veces se ocupen de las víctimas de forma muy selectiva, no hay duda de que el PP no había faltado a las de ETA. Para este señor, digno representante del Opus, que condecora a la Virgen o que declara tener un ángel de la guarda llamado Marcelo, todo vale. Para Consuelo Ordóñez, no, y seguramente, para cualquiera de las víctimas, tampoco.

Se cubrió de gloria también cuando dijo que “hasta que el señor Sánchez no fue candidato a la presidencia por el PSOE, el bloqueo no había existido en España”. Vaya lumbrera. Hasta que el señor Sánchez no fue candidato a la presidencia por el PSOE, el PP no había obtenido 66 escaños paupérrimos, ni 88 después de la segunda consulta. Mayormente, el bloqueo existe porque hace un tiempo aparecieron Podemos, Ciudadanos y Vox en el escenario político nacional, y esto, por definición hace más difíciles los acuerdos. Es la misma razón por la que el PP ha logrado los dos peores resultados de su historia con Pablo Casado.

Las lecciones de Fernández Díaz no acaban aquí: aquel que era responsable de Interior cuando los tristes hechos del Tarajal, en los que murieron 15 inmigrantes; aquel que es miembro de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, liderada por un cardenal que perdona la pederastia y minimiza el Holocausto; aquel que defiende que todo lo que hizo lo hizo dentro de la ley –una ley en la que parece que la Fiscalía te puede afinar todo- nos dice, desde su columna en La Razón, que “el delirante modelo catalán se ha generalizado por medio de Sánchez e Iceta”.

Acusa al presidente en funciones de pactar con los que quieren destruir España, en coalición con quienes tienen como referencia a los que han llevado a Venezuela a su actual ruina y miseria. Malos tiempos para meterse con el modelo venezolano. No porque sea un éxito, al contrario, sino porque los estallidos sociales latino americanos se están dando hoy mismo en los países que aplican el modelo defendido por el exministro, como Chile o Ecuador. 

El PP, derrotado, exige a Sánchez que forme el Gobierno que quiere el PP.  Y lo hace valiéndose de sus actuales y de sus antiguos barones. Dice a Sánchez qué partidos son legítimos y qué partidos no lo son, saltándose a la torera la Ley de Partidos. Le dice con quién tiene que pactar y con quién no, y solo compromete su colaboración, siempre sin apoyar la investidura, si renuncia a los acuerdos que lo harían presidente del Gobierno. Una pescadilla que se muerde la cola. Ofrece colaborar durante una legislatura  nunca arrancaría por falta de acuerdo en la  investidura.