La primera prueba de fuego a la que se ha enfrentado la alcaldesa de Barcelona Ada Colau se ha saldado con un clamoroso fracaso. La huelga convocada por los trabajadores del metro barcelonés tiene paralizada a la Ciudad Condal en plena celebración del Mobile World, el congreso de telefonía más importante del mundo, así como el acontecimiento de mayor peso que tiene lugar en ésta ciudad a lo largo del año.

Con casi más de 100.000 visitantes al Mobile, el consiguiente volumen de negocio que genera y la inyección de vitaminas económicas que deja a sectores como el turismo, Colau ya tuvo que desdecirse de sus primeras manifestaciones acerca de Este evento. La lideresa de Barcelona en Comú, los Podemos a la catalana, echó marcha atrás después de ver lo que su inexperiencia había pasado por alto, a saber, que para repartir la riqueza primero hay que crearla.

Colau se ha negado en redondo a negociar si no se desconvocaba la huelga

Una vez garantizado el evento hasta el 2022, lo siguiente era de manual. Cada año el sector del transporte público aprovecha estas fechas para protestar por sus condiciones laborales. Justo y democráticamente impecable. Pero nadie preveía la actitud que Colau y su gobierno adoptarían ante la demanda de aumento salarial 1% planteada por los sindicatos, amén de la de erradicar la precariedad contractual y la reestructuración de la empresa. Colau se ha negado en redondo a negociar si no se desconvocaba la huelga. Ningún alcalde, hasta ahora, se había atrevido a proceder de esta manera.

Colau ha decepcionado a sus seguidores, los que creían que encarnaba una nueva izquierda lejos de la “casta”. Porque ni Xavier Trias, ni mucho menos Pasqual Maragall o Joan Clos, todos ex alcaldes barceloneses, adoptaron jamás una postura tan autoritaria. Colau se ha limitado a repetir una y otra vez que la previa era desconvocar, y que tampoco entendía muy bien lo de la huelga habida cuenta de que la media de sueldo por trabajador del metro era bastante razonable. Los sindicatos han contraatacado preguntándole qué cobran los más de quinientos cargos a dedo de la empresa municipal de transportes. La concejal de la candidatura Capgirem Barcelona-CUP, Maria José Lecha, ha ido más allá, exigiéndole que haga públicos nombres y sueldos de este medio millar de favorecidos y amenazando con que podrían retirarle su apoyo. Al partido de Colau le da igual, porque tiene los apoyos de socialistas y de Esquerra, los que, por cierto, han estado significativamente muy callados alrededor de esta polémica.

Los barceloneses ya han empezado a pagar las consecuencias de tener una alcaldesa que no ha sabido digerir el cargo. A pesar de que los servicios mínimos del metro se han llevado a término con una exactitud a prueba de bombas, la gente que a diario se desplaza en metro lo ha notado, y mucho. La mayoría ha declinado hacer uso del mismo, optando por el autobús o por el vehículo particular, con el consiguiente colapso circulatorio. Los accesos a la capital catalana presentaban embotellamientos con más de una hora de retenciones.

"Como cena en el Liceo con el rey, ya no se acuerda de dónde vive"

Mal asunto para la exactriz y activista de la PAH. La gente de a pie no comprende su postura. No era extraño oír por las calles frases hasta ahora reservadas contra la “casta” dirigidas hacia ella. “Se nota que va en coche oficial”, “No será tan de izquierdas cuando está en contra de unos trabajadores que hacen huelga”, “Como cena en el Liceo con el rey ya no se acuerda de dónde viene”. Sin embargo, la más escuchada era “Si lo sé, no la voto, total, para esto ya teníamos a Trías”.

Decíamos mal asunto, y así es, máxime si atendemos a las aspiraciones que tiene la edil barcelonesa con ése nuevo partido que pretende crear y con el que lo aspira a todo en Cataluña y en España. Son los riesgos que tiene pasar de ser una “huelguista alegre”, como decía en un tuit de hace algún tiempo, a la mala gestora de una urbe compleja y poliédrica como es Barcelona.

De la pancarta a la mesa de negociación hay un mundo. Es algo que debería hacer reflexionar a la alcaldesa de Barcelona y a su equipo que, ciertamente, no tiene ni idea de cómo se afrontan éstas situaciones. Pero los votantes de Ada Colau también deberían meditar. El postureo en política no equivale a la izquierda. Se queda en teatro, y del malo, en cosas de actores que solo saben interpretar un papel y buscar el aplauso fácil del público.

Decimos cosas de actores, pero también lo son de actrices, claro.