Son dos documentos clave que desde el pasado 5 de julio los equipos de Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría llevan debajo del brazo. Y, además, en un ejercicio de transparencia poco habitual en el Partido Popular, están disponibles para su descarga en la web de Génova: los resultados de las primarias desgranados por provincias, por un lado, y los compromisarios de cada región que decidirán en el Congreso Nacional del 20 y 21 de julio, por el otro. Y empleando cierta aritmética, todo indica que Madrid protagonizará la madre de todas las batallas para elegir al próximo presidente, o presidenta, del Partido Popular.

Las comunidades autónomas fundamentales en el proceso son de sobra conocidas: Andalucía ostenta el 18,2% de los compromisarios; le sigue la Comunidad Valenciana, con 13,4%; después, al mismo nivel, Galicia (10,7%) y Castilla y León (10,6%) y cierran la lista Madrid (7,9%) y Castilla-La Mancha (7,6%).

En términos generales, es innegable que Soraya Sáenz de Santamaría ganó la primera vuelta, pero el desglose de los datos resta sus posibilidades, más aún desde que el bando de María Dolores de Cospedal se ha pasado en bloque al sector de Casado. Andalucía fue la comunidad que le dio el sorpasso y la victoria a la exvicepresidenta, pero Cospedal ganó en tres de las cinco provincias.

Castilla y León también fue terreno de Sáenz de Santamaría y el reciente apoyo del zamorano Fernando Martínez-Maíllo en su oposición al debate le ha reforzado, pero Casado ganó en Ávila, su circunscripción, y en Palencia, su tierra natal. Y, en el resto de provincias, quedó segunda en todas, a muy poca distancia de la exvicepresidenta.

En Galicia, el panorama es similar al manchego, y Cospedal ganó en tres de las cuatro provincias y en Ourense se quedó a menos de 30 votos de Sáenz de Santamaría. El papel de Alberto Núñez Feijóo es relevante y todos le cortejan, aunque aparenta neutralidad. Pero el apoyo de Cospedal puede ser decisorio y por si acaso, Casado ha pasado el miércoles en Galicia con el presidente regional.

La batalla de Madrid

Con estos mimbres, la batalla por los 207 compromisarios de Madrid, donde Pablo Casado arrasó, puede ser decisiva. Sin embargo, las dudas están en el aire por la situación en que ha quedado la región tras años de batallas internas que aún no se han cerrado. En medio, colgado de la brocha, se ha quedado el presidente Ángel Garrido quien, a diferencia de Feijóo, sí devolvió su leal apoyo a Cospedal, la dirigente que le hizo de aval cuando Cristina Cifuentes tuvo que abandonar la política de manera abrupta.

Sin embargo, los movimientos de los últimos días demuestran que no todo está decidido en Madrid y en la Real Casa de Correos la postura oficial en esta segunda vuelta es de neutralidad absoluta. El domingo, Garrido protagonizó un acto con Sáenz de Santamaría en Coslada que tenía algo de antinatural, por la aversión mutua entre la candidata y Cospedal, y que no sentó bien en el bando de Casado. Pero este martes lo contrarrestó y Garrido y Casado protagonizaron un evento con toques emotivos en el que el candidato se deshizo en halagos con el presidente regional.

Al intercambio se suma el acto de este miércoles, en recuerdo de Miguel Ángel Blanco, con su hermana y miembro del PP de Madrid, Marimar Blanco, y el presidente madrileño. Un homenaje de calado en la pugna por atraer a las víctimas del terrorismo, un sector nuclear en el PP, aunque la hermana del concejal asesinado en Ermua no se haya pronunciado en público por ningún candidato. Y, con Casado batallando en Galicia, a la cita acudió Sáenz de Santamaría, pese al carácter institucional -y alejado de la guerra interna- que todas las partes han querido imprimirle. De ahí que la exvicepresidenta se mantuviera callada durante todo el acto y renunciase a proclamar discurso alguno.

Aguirre resurge de sus cenizas

Este escenario tan convulso es el propicio para la reaparición de Esperanza Aguirre. La expresidenta regional a la que todos daban por acabada no se ha conformado con apoyar a Casado el día que introducía su papeleta. También ha iniciado una gira televisiva con relativo éxito, incluyendo un bochornoso enfrentamiento en Telemadrid con acusaciones de manipulación.

Aguirre ya no influye en Telespe, pero su ascendencia sobre el Partido Popular de Madrid sigue casi intacta. No hay que olvidar que ha sido lideresa de la formación, de la Comunidad de Madrid, y del Ayuntamiento de Madrid: tres puestos claves de cara a las labores de fontanería necesarias para estimular a los compromisarios a que voten al candidato adecuado.

Mientras que Aznar se ha mantenido en un segundo plano, según algunas fuentes por petición del equipo de Casado, nadie le ha pedido a Aguirre ni que hable, ni que calle. Es algo innato en ella, el verso suelto por excelencia, que quienes la conocen resumen así: “Tiene mucho mono. Es política y lo será hasta que se muera”. Todas las partes consultadas reconocen que Aguirre es un arma de doble filo, cuya capacidad de sumar en Madrid es directamente proporcional a su habilidad para restar fuera de la región.

Sin embargo, hoy por hoy, la batalla de Madrid es fundamental y el objetivo es la guerra por la Presidencia del PP, no unas elecciones generales donde los discursos afectan también a los no militantes. Ahora hablamos de militantes y compromisarios, un mundo en el que la labor de zapa es fundamental. Y en eso, Esperanza Aguirre puede ser una ayuda no solicitada pero incalculable.