En la víspera de recibir a Volodímir Zelenski y a los principales líderes europeos, Donald Trump ha encendido las alarmas con un mensaje que descarta tanto la devolución de Crimea como la entrada de Ucrania en la OTAN. La declaración pone en entredicho el margen de maniobra de Kiev y anticipa un encuentro marcado por las presiones cruzadas entre Washington, Moscú y Bruselas.

El presidente de Estados Unidos publicó en su red Truth Social que “no se recuperará la Crimea que Obama le dio (¡hace 12 años, sin disparar un tiro!), y Ucrania no podrá unirse a la OTAN. ¡Hay cosas que nunca cambian!”. Añadió, además, que “Zelenski puede poner fin a la guerra con Rusia casi de inmediato, si quiere, o puede seguir luchando”. El tono de sus palabras no solo sorprendió a sus aliados europeos, sino que supuso un guiño evidente a Moscú.

Poco después, el propio Trump celebró la llegada de líderes europeos a Washington para una cumbre inédita: “Nunca habíamos visto a tantos líderes europeos juntos. ¡Es un gran honor recibirlos!”. Este lunes desfilarán por la Casa Blanca la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, además de los jefes de gobierno de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Finlandia, junto al nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte.

Las palabras de Trump llegan días después de su encuentro en Alaska con Vladímir Putin, del que no salieron anuncios concretos sobre una tregua en Ucrania. Sin embargo, su enviado especial, Steve Witkoff, aseguró que se había alcanzado un pacto preliminar con el Kremlin para ofrecer a Kiev “robustas garantías” de seguridad en caso de un acuerdo de paz. Dicho esquema situaría a Ucrania bajo un paraguas de protección similar al del artículo 5 de la OTAN, aunque sin llegar a formar parte de la Alianza.

Europa trata de marcar el paso

La visita de Zelenski a Washington se produce acompañada por un fuerte respaldo europeo. Bruselas y las principales capitales del continente insisten en que no aceptarán una paz que se construya a costa de concesiones territoriales, ni que comprometa el derecho de Ucrania a elegir sus alianzas. El mensaje es nítido: la soberanía no es negociable.

No obstante, la estrategia de Trump tensiona esa posición. Al fijar de antemano que Crimea seguirá bajo control ruso y que la OTAN cerrará la puerta a Kiev, la Casa Blanca reduce las opciones ucranianas. Para Zelenski, la cita en Washington se plantea como una prueba de equilibrio: no puede aceptar públicamente lo que su propio pueblo considera una rendición, pero tampoco puede perder el apoyo de su principal aliado militar.

El contraste entre las demandas europeas y el enfoque estadounidense se reflejará en las reuniones. Mientras Von der Leyen y los líderes de Francia o Alemania subrayarán la importancia de defender la integridad territorial, Trump podría insistir en un alto el fuego inmediato que deje congelado el conflicto en las líneas actuales.

La historia de Crimea, un territorio disputado

La península de Crimea ha sido durante siglos un enclave estratégico en el Mar Negro, disputado por imperios y potencias regionales. Su historia moderna se inicia con el control del Imperio Otomano a través del Kanato de Crimea, hasta que en 1783 fue anexionada por la Rusia de Catalina la Grande. Desde entonces, Sebastopol se consolidó como base naval clave del poder ruso en la región.

En el siglo XIX, Crimea se convirtió en escenario de la famosa Guerra de Crimea (1853-1856), en la que una coalición formada por Francia, Reino Unido, el Imperio otomano y Cerdeña frenó temporalmente la expansión rusa. Aunque Rusia mantuvo el control, el conflicto reforzó la idea de que la península era un punto neurálgico en el pulso entre Moscú y Occidente.

Durante el siglo XX, la región sufrió la devastación de la Segunda Guerra Mundial, con la ocupación nazi y la posterior reconquista soviética. En 1954, Nikita Jruschov transfirió Crimea de la República Socialista Federativa de Rusia a la República Socialista de Ucrania, un gesto simbólico dentro de una URSS que en aquel momento parecía indestructible.

Con la independencia de Ucrania en 1991, Crimea pasó a formar parte del nuevo Estado, aunque con un estatus autónomo especial. Las tensiones se dispararon en 2014, cuando Rusia aprovechó la crisis política en Kiev para anexionarse la península tras un referéndum no reconocido internacionalmente. Desde entonces, Crimea es uno de los epicentros del enfrentamiento entre Ucrania, Moscú y las potencias occidentales.

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