Un pequeño terremoto hizo presagiar lo peor en la madrugada de este martes. La prefectura de Marrakech está repleta de calles y aldeas a las que un mal viento podría terminar de derribar tras las sacudidas de hasta 6,8 de magnitud de hace 4 días. De nuevo, el temblor, esta vez leve y de apenas unos segundos sucedió de noche, pero obligó a cesar los rescates.

En uno de los campamentos que salpican a Amizmiz, el de Draa Souk, el pánico cundió rápido. Muchos siguen teniendo objetos de valor en sus casas, un nuevo derribo les dejaría sin nada. “Es más que una pesadilla”, nos dice Hamma, que amanece en una tienda improvisada con mantas y alfombras como única protección. En ella, convive con dos familias, pero en la mayoría de tiendas hay hasta 4 familias juntas.

En todo el campamento –uno de tantos– hay 200 familias, nos dice Abdú, autoerigido como coordinador del asentamiento. Hasta hace 4 días, Abdu trabajaba organizando excursiones para turistas en la región. “No estamos organizando nosotros mismos”, dice levantando los hombros. Cuestionado por las principales carencias, explica que, al contrario de lo esperado, no tienen problema con los alimentos, “hay de sobra”. Sí necesitan en cambio medicinas, “antidiarréicos para los niños, para contener la fiebre e insulina para los diabéticos”.

Sin embargo, la prioridad absoluta son las tiendas de campaña. Solo cuatro de las decenas de tiendas son nuevas, con llamativo color amarillo y rojo, provenientes de la asistencia del gobierno marroquí. En esta región del Atlas, las noches rondan los 10º, pero la situación va a empeorar inminentemente: la previsión del tiempo anuncia lluvias, “en esta época son lluvias torrenciales, estamos sin techo, vamos a perderlo todo”. “Las mantas no son suficientes, cuando llegue la lluvia y el frío aumente, ¿cómo vamos a vivir?”, espeta Yasmín.

Un mensaje al mundo

Marruecos es un país donde el trabajo de la prensa extranjera suele toparse con un excesivo recelo de la ciudadanía a ser críticos con el gobierno y la monarquía. Esa actitud con el corresponsal, a medio camino entre la cautela y la autocensura, se ha desmoronado como muro de adobe.

“Gracias por vuestra asistencia, sois los primeros en aparecer”, dice Abdu, en alusión al despliegue de equipamientos humanitarios españoles en la región. En otra localidad, Uirgan, con más de 7 mil habitantes, los ánimos están caldeados. La asociación de vecinos ha conseguido reunir materiales para enterrar a una de las víctimas. Durante la ceremonia, un vecino se acerca a nosotros y nos dice que quiere contarnos algo, bajamos la cámara, pero él pide que lo grabemos, “es un mensaje para que lo oigan”, dice señalando con el índice al cielo, refiriéndose “a los de arriba”.

“Sé que el Rey Mohamed VI está enfermo, pero me gustaría que viniera aquí para ver cómo estamos”, nos cuenta mientras su indignación va en aumento. “No tenemos de nada, todo lo que nos abriga es gracias a la solidaridad de nuestros vecinos”. Los cientos de campamentos que salpican todas las poblaciones están en las zonas más espaciosas del entorno urbano y en las afueras de la población, lejos de los oscilantes muros y techos. Carecen aún de servicios médicos. Tampoco hay letrinas y la basura y excrementos se acumulan tras cuatro días de espera. Moscas durante el día y fogatas de noche. El cambio del tiempo, la llegada del frío nocturno ha caldeado los ánimos.

Precisamente, a lo largo de la tarde, el rumor de la visita del Rey a la zona y, precisamente a la localidad de Uirgán, han empezado a circular. No ha sido hasta 72 horas después cuando el rey marroquí ha hecho acto de presencia tras tal trágico suceso acontecido en su país. Hasta el momento, SM no había hecho un comunicado a su pueblo ni tampoco se había dejado ver en las zonas afectadas o en Marrakech, pero en la tarde de este martes ha visitado a los heridos ingresados en el Hospital Universitario de Marrakech que lleva su nombre. Al menos, su imagen ya había aparecido en localidades como Amizmiz, donde amanecieron con una foto enmarcada del Rey en la rotonda de acceso.

Ajenos a los designios de palacio, en aldeas como Talant continúan desescombrando, haciendo que los registros de fallecidos aumenten. El último parte del ministerio de Interior estima 2.901 muertos, de ellos, 2.884 son víctimas sepultadas bajo los escombros.